NOVIEMBRE.



Siempre le decía: necesito rozarme contra algo suave para poder correrme. 
Quizás estaba el cielo como ahora, de un gris laso, casi fúnebre en su apariencia.
También venía la brisa que te imaginas, con cierto frescor.
Ella me ofrecía sus zonas más suaves, como si fuera una flor mostrándote sus largos y afilados estigmas.Yo  me arrimaba con aquel movimiento que tenía cierta armonía hasta lograr volverme completamente flácido.
Así transcurrieron las tardes de los sábados de aquel largo mes de Noviembre.
Yo no sé, aún, por qué debía recordar a todos los muertos que alguna vez, unos instantes, habían sentido ternura hacía mi.

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