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PARAFRENIA.

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Llevo cuatro días fabulando sobre un duende encontradizo. No recuerdo muy bien de qué forma empezó a deslizarse por el balcón a eso de las tres de la tarde; en pleno día. Lo anormal del duende es que empieza a parecer con la cabeza boca abajo, y se asoma despacio por los primeros rayones de la persiana. En esta situación, después de cuatro días encontrándolo, no sé, a ciencia cierta, si es fabulación, o su larga nariz aguileña, que parece tan real, me husmea, oliéndome todas las tardes a eso de las tres. Lo he representado muchas veces de mediana estatura, con cara amarilla, labios rojos, vestido con un holgado quimono verde, con una gorra de mago caída hacía atrás, y unas babuchas abiertas de talón y punta levantada (metidas en unos grandes pies; puestos al final de unas piernas extrañamente delgadas y corvas ). Algunas veces, cuando la persiana está bajada, siento unos golpecitos, y luego una sombra deslizarse por la parte de la luz. Lo veo allí, desde mi postura supina, embobado, co

LUEGO: ...K. T. JASPERS

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Luego subí a casa para romperme la cabeza con un libro, y allí estuve dándole vueltas aquella filosofía que me explicaba de forma precisa por qué estaba tan aburrido. Luego por el patio de luces gritaron que se habían caído unos pantalones desde el quinto, y me quitaron la concentración. Luego me levanté y fui a la cocina, y comí cerezas, me asomé a la terraza y empecé a escupir las pepitas sobre el pantalón que estaba allí abajo espatarrado. Pero me dije que quizás debía lavarse un poco, y fui al baño, cogí un caldero de agua, y lo tiré tal como iba. Por arriba alguien dijo:!ioputa!, y luego yo me escondí detrás de las cortinas, mientras el libro estaba sobre la silla, espatarrado también, en dos, por la página sesenta y ocho. Por el patio no hay mucha luz, hacía arriba es como un túnel vertical, al final aprecias un azul mortecino, y las nubes que pasan muy rápido. Luego, salio otra vez la del pantalón, una mujer que se le descolgaban los mofletes y el pelo y que gritó de nuevo: ¡iop

NOCHE

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Me pone cuando en la noche todo está tan en silencio, y tú imaginación te dice que tengo miedo y entonces te aceras a mi y me coges por la espalda. Cuando estás así agarrada tú bien sabes que me quitas sensaciones angustiosas; sabes que tus brazos me sujetan en ese vuelo rasante que bordea el precipicio sobre las claridades del averno. Cuando siento tu blanda figura sobre mis vértebras y adivino tu respirar sobre mi nuca, las arrugas de tu frente, tu pelo espeso, tu olor de siempre, sabes que el caballo de la muerte se detiene, y ya no tengo miedo a que me toque su leve silueta. Me pone tú cabeza caída, tus manos elásticamente flojas sobre la extraña dimensión de mi espalda a eso de las cuatro de la mañana, mientras la calle se queda sola, hablando con aullidos, y lo que me iba a devorar ya no me devora, y se queda fuera, y lo veo con los ojos abiertos observándome tras la ventana con su capa oscura y su velo invisible, con infinitos mensajes de dolor sobre los huesos de sus manos. Me

SIRENA

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Otra vez sobre la proa del barco vinieron aquellos delfines que parecían tirar de el; quizás les gustaba la espuma que rompía sobre el agua; solían acompañarnos millas y millas cuando había calma. Esta vez eran nueve colocados por el lado que rompía hacia estribor. Yo me quedé embobado observándolos, iban tan alineados que me pareció oportuno sacarles una foto, no era habitual sacar escenas del mar; la rutina diaria de las duras jornadas de trabajo lo convertían todo en pasajero, usual, sin muchas ganas de guardar en el recuerdo; pero como había contado en el trasluz del agua hasta nueve delfines, me pareció curioso. Después de sacar la foto me quedé ensimismado unos instantes viéndolos allí, con aquella velocidad vertiginosa como si fueran arrastrando la proa. Entre la luz del sol que daba de costado, las siluetas apenas perceptibles de los delfines, y la espuma blanca de la rompiente, hizo que una extraña ensoñación óptica surgiese ante mis ojos: p udiera ser que allí delante, a uno

MOMENTO

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Estoy ahí contigo de la misma forma que las ramas hasta el final en el árbol seco. Y doy vueltas contigo, incluso me arrastro por todos los lugares. Y algunas veces al ir contigo tan alto te reclamo un beso, que me das y que yo te devuelvo. Me atrapas entre tus piernas, y me derrites, me desintegras dentro de ti, con tu calor, con tus manos abiertas para que las lea. Y luego los dos juntos comemos el aire de todo el mar a puñados, como si llenáramos el vacío de sal y rastros de luz roja. Estoy contigo y no parece pasar nada: de todo estar tan quieto las aves vuelan sobre un punto, las ramas no se mueven, y parecen dibujadas sobre el cielo.

SENSORYS

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Hacía varias horas que me rondaba aquella idea por la cabeza, pero no sabía como darle forma. Algunas veces suele pasar eso en los bancos de pruebas, estas dándole vueltas y vueltas a algo sin encontrar una solución que te satisfaga. Analizas pormenorizadamente todos los detalles; incluso te llegas a abstraer de otros problemas pudiendo desembocar en una obsesión completamente desordenada llena de tormentas de ideas. Estaba claro que no iba poder ajustar aquellas dos piezas para que el mecanismo funcionase a la perfección .Repasé de forma adecuada la cola de milano de la guía posterior hasta dejarla en la parte larga y en los vértices de las esquinas con una tolerancia de tres millonésimas de milímetro. Adapté también todas las articulaciones en los tensores cableados por hilos de acero de apenas una décima, regulando la presión hidráulica a cero coma ciento veintitrés bares. En el banco de pruebas se movían todas las articulaciones a la perfección dirigidas por el plc, desarrollando t

EL DÍA MÁS LARGO

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Adivino que estás ahí porque hay una sombra que se le ha escapado al sol, y percibo tú silueta colgada de la campana aspiradora de la cocina; y veo tus manos manoseando no se que, pudiera ser una patata, o una manzana, porque cuelga un rizo de piel que baja balanceándose hasta el fregadero. No creo que sea otra cosa. Por encima de los muebles hay dos jarrones de Talavera, y desparramado sobre la alacena presiento que has tirado hojas de eucaliptos de nuestras “selvas”: flotamos sobre ese olor a vahos de viejo como si expectorásemos debajo de una sábana. Esto es todo lo que adivino. Te estoy observando por la rendija que deja la puerta entre las bisagras y no quiero entrar a tu mundo, porque el mundo es tan pequeño como tú quieras, y está quieto y plano si tú lo deseas, ya que el cosmos no existe para ti , tú estás en el; si acaso la señal inequívoca de la sombra que se desplaza por donde el sol va a escondidas, deformando la perspectiva de forma diferente, invadiéndolo todo, sin dejar

PIRÁMIDE

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Hoy veintidós de junio por fin he terminado de colocar el último cristal traslúcido que corona la pirámide. En su interior ha quedado la cama matrimonial con su cabecera en el vértice posterior, orientado en dirección norte sur; siguiendo estrictamente las teorías de Karrel Durbal. Mi mujer, incrédula hasta hace unos días, ha quedado fascinada por el espectáculo iridiscente que producen los policromados de los tres lados al recibir la luz de la ventana. También le gusta la entrada por uno de los planos formada por un arco de aluminio, pulido cuidadosamente con fieltro. Ella ha cambiado la ropa de la cama, ha sacado del armario una colcha dorada, y ha repartido cuatro cojines sobre la cabecera. No pudimos resistirnos, y durante unos instantes, hemos permanecido recostados, en un fugaz estreno, cogidos de la mano. Yo no se lo quise comentar; pero al estar allí, los dos juntos, sintiendo su mano, mirando hacía aquel punto “inter seccional” de los tres lados, en donde cuelgan ocho pequeño

ASIMETRIAS

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A ciencia cierta no sé si esta noche he dormido bien. Al levantarme he descubierto una descorrección en la geometría de los tabiques, lo que debiera estar perpendicular respecto a un plano, está ligeramente inclinado; y al levantarme he tenido esa sensación de irme hacía un lado, sin estar bebido, ni haber tomado otro tipo de estimulantes: Quiero decir que he tenido que subir hacía el baño, he tenido que bajar hacía el salón, y he tenido que subir otra vez hacia la cocina. Ahora mismo presiento que incluso se está estrechando el pasillo, que se están alargando las lámparas, por lo que algunas empiezan a rozar el suelo. No puedo determinar que causa externa ocasiona esta distorsión de la realidad, estoy absolutamente seguro que no parte de mí ninguna sensación que pueda hacerme ver mi entorno de esta manera. Así que me he puesto a considerar sentado en lo que parece ser el techo, ya que la mesa de la cocina está sobre el suelo por encima de mi cabeza; veo al revés los visillos de la ven

"TURKO"

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He dicho más de una vez que no es recomendable ojear fotos antiguas, por si los recuerdos no son recomendables, y remueven viejas situaciones de conciencia un tanto desagradables. Ayer, asumiendo riesgos, encontré la foto del Turko, y me quedé largo rato recordando su pequeña historia: Habíamos salido sobre las doce de la mañana de Melilla hacía Málaga con buena mar, pero a unas treinta millas se pusieron aquellos nubarrones hacia el noroeste, negros, como si dentro fuese el mismo demonio. El temporal empezó de repente, y lo que parecía en un principio un oleaje llevadero de mar de fondo se convirtió en mar arbolada. El barco de tan sólo quince metros de eslora lo llevaba mal, mantener la proa hacia aquellas inmensas olas era dificultoso, hubo que poner todas las bombas a achicar; viendo como las máquinas no podrían aguantar mucho tiempo aquellas exigencias de esfuerzo. El patrón decidió entrar en el pequeño muelle de Alborán. Era bien entrada la tarde cuando pudimos enfilar el peq

PEAJE

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Esta mañana me dirigía a mi trabajo por la calle Paulino Nola. Es una avenida muy transitada a eso de las siete de la mañana; va directamente al centro neurálgico de la ciudad, trazando una amplia curva de dos carriles y anchas aceras en ambos sentidos. Me extrañó al observar que todas las calles adyacentes de salida estuviesen cortadas, por vayas metálicas que impedían el tráfico desde esta imensa arteria. Cuando llevaba caminando unos doscientos metros empecé a ver la gran cola de coches por el centro de la calzada, y en las aceras pude observar una hilera de personas perfectamente alineadas. Se me pasaron por la cabeza innumerables pensamientos desde alguna desgracia en algún edificio o un grave accidente de tráfico. Cuando llegué a los primeros viandantes de la cola, lo primero que hice fue preguntar lo que pasaba. El hombre que estaba delante de mí se volvió ( pude ver aquellos ojitos pequeños que a su vez me miraban, y su cara mal afeitada), contestándome con desgana: “Es un peaj

CATARSIS.

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La pasé al salón y le mandé sentarse. Se quedó ligeramente inclinada hacía adelante. Cuando miré su cara vi sus ojos exaltados, y quizás algún rictus en sus labios que indicaba cierta tristeza. No le ofrecí nada; por las horas que eran sabía que no tomaría café, era lo único que le apetecía cuando llegaba a mi casa. Estaba en silencio, esperando, quizás ansiosa por comenzar, necesitaba que yo rompiese el hielo, aunque aquellas citas eran tan normales que no hacía falta. Para mí ya era tarde. Cuando le abrí la puerta me disponía a cenar, mi comida esperaba encima de la mesa de la cocina. El vivir sólo me ha dado cierta disciplina en hacer las cosas a la hora, sin nadie ajeno que me lo impida. Pero allí estaba ella, sentada, mirándome con aquella cara pálida, quizás llena de ansiedad. Reflexioné que sería mejor acabar con aquello lo antes posible; así es que salí a la escalera y subí al trastero; a los tres minutos estaba otra vez de vuelta con Catarsin debajo del brazo. Arrimé una si