UNA PITÓN A ESO DE ALBA.
Al anacoreta del octavo se le había escapado una pitón real a eso del alba, porque la pitón había sentido el frío de los fusilados en el terrárium, y había salido de su escondite para otear más calor por entre los sayales de Shangó y Yemayá, sobre un anaquel lleno de velas perfumadas, greguerías de objetos y varias botellas de ron. Raro en Agosto el frío en un octavo a poniente con una aislamiento de la época de la aluminosis lleno de retracciones hidráulicas, rendijas como puños detrás de los cortinones dorados donde el cajón de la persiana se esconde. Algunas veces el incienso de ceremonias salía al exterior por una rendija en forma de abanico que había debajo de la cornisa del alero. Allí recuerdan los antepasados que anidaban las golondrinas antes de que llegasen los ojos del reptil. Cuando despertó no vio la cola escondida entre las cortezas de encina, ni las escamas blanquecinas con sus dibujos de fractal. La rama de roble pelado donde se enroscaba estaba vacía y sin rastro. Busc