NO ESTABA PARA VACILÓN.
Yo en aquellos instantes no estaba allí. Bueno, si estaba pero muy concentrado.En estos casos entras revolucionado y no te das cuenta de los cuadros del pasillo, te tiras a ella sin dar los buenos días, la cita estaba en esa hora y para qué andarse con rodeos. Los días eran buenos y soleados. Ni un “cafelito”. Siempre es lo mismo, te sumerges en su cuello tomando una bocanada de aire, subes a la superficie, vuelves a respirar y te vuelves a sumergir. Tienes la misma costumbre de un camaleón enfurecido. Mueves tus ojos a diferentes lados, y parece que te encuentras insectos en todas las partes de su piel. Fue la primera vez que me cité con Betiana y la última (sí, la ultimísima). Me acuerdo que aquella mañana de domingo hacía mucho calor, con unos cúmulos tan altos en el cielo que se presentía que alguno se derrumbaría de lo pesados que parecían, algo así como si una piñata para niños fuese a reventar cargada de granizos. Me abrió la puerta con una bata de baño de seda, y cuando