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¿Y QUIÉN ME HABLA?

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Algunas veces pienso que aunque no esté el mar aquí (me habían dicho lo de la caracola), y pongo las manos como un cuenco sobre mis oídos, parece que lo siento. Lo de las caracola debe ser una leyenda urbana. No hace falta. Al despertarme lo primero que hago es abrir la ventana para mirar la calle y me viene ese vaho a rueda y a gasolina, si doy la vuelta y miro mi cama deshecha huele a mí, profundamente a mí, es el cubil de todas las noches. Dejar a los locos sueltos no es bueno. Un loco en soledad está doblemente loco. Yo me ensueño y ensueño, así se soñaron los sueños de la historia sagrada. Mi imaginación estuvo encerrada en el pabellón de los inmortales, de los que algún día vendrán a socorrerme, y me tenderán su mano cálida, para llevarme para siempre de este sufrimiento. No se sabe si el rey Salomón utilizaba calzoncillos de felpa; pero lo que si era cierto y viene a cuento, es que tenía poderes mágicos. Según dicen los historiadores más fidedignos reunió a todos

A LAS 8 AM.

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Olía tremendamente a gas pero no me di cuenta. Salí lanzado por los aires a las 14 horas PM, y fui subiendo como una hoja seca. Al principio pensé que mi destino era la magnetosfera. Visto así a vista de pájaro es como si todos quisieran volar como tú. El caso es que no iba completo: mi cabeza por un lado, brazos y extremidades inferiores por otro, y el corazón, qué sé yo por dónde iba, pero no iba conmigo, fue entonces cuando comprendí que no hacía falta para nada). Junto a mi subía Eulogio, el quiosquero, mucho más descuartizado, fue plena onda expansiva, y era un trocito aquí y allá mucho más arriba de donde vuelan los azores. Lo vi pasar raudo, tan deshecho que no supe con que parte hablar. De todas formas, cuando nos caímos en el suelo éramos todo uno. Las explosiones de gas tienen algo inmediato, que te deja pensar un poco pero no sabes en realidad quién eres. En la sidrería sólo se ha salvado la cocinera por ir a cambiarse el tampax. La vida es así. Si me hubiera dado por ir

EL ANCIANO Y SUS CALCETINES.

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Dado mi ciática en la zona lumbar derecha que me impide doblarme con facilidad, me compré un aparato para ponerme los calcetines. Lleva un mango alargado telescópico como una caña de pescar, acabado en un pequeño círculo de alambre cromado, colocas el calcetín en la punta del útil y tratas de ponértelo de pie en el pie. Hoy lo estrenaba. Pues estuve por toda la casa andando en calzoncillos con el aparato haber si cogía el pie derecho pero no hubo manera, yo levantaba el pie intentaba cazarlo como si fuera una mariposa con mi útil, y nada, que no lo cazaba, estuve andando y andando sin suerte, mi pie siempre iba por delante. He llegado a la conclusión que este invento es un axioma imposible. Me ha valido treinta y ocho euros en una tienda de ortopedia. Los lunes no son buenos para los ancianos. Hoy me tocaba el masaje mensual pero no he ido. No me encontraba con fuerzas, este dolor me mata. Arancha me hace masajes linfáticos. Con los nudillos dice que me va siguiendo la lin

FORMAS.

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He descifrado una forma desfigurada delante de mis ojos. Puede ser cualquier cosa, pero debe ser ella. Se me saltaron las lágrimas y ella pensaba que me daba placer, de todas formas era la rutina, por si acaso sucedía aún me tocaba. Podría ocurrir que fuese como subir y bajar del cielo. No lo era. Llegados hasta aquí puede decirse que ya no siento. Si escupo hacía arriba me cae otra vez, si no escupo mis comisuras son como lava fría. Debo decir que hoy es domingo, y no va a ocurrir nada. Todo ha sucedido ya para mí.

PUES NO SÉ CÓMO TITULARLO.

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La luna tenía esa forma que tiene cuando pasa detrás de las nubes, no sé si te acuerdas.La mañana se había detenido en un hospital así, de repente, son cosas que pasan. Todo se para cuando lo que te importa se queda aparcado, allí, en la octava planta. Si has sido toda la vida un caníbal, dar flores ahora no merece la pena. Es como llevarle flores a la tumba si en toda la vida no le miraste ni a los ojos. Yo compré dos periódicos y una revista y entré con flojedad en las piernas. Desde que te dan ese aviso tienes el estómago como si estuvieras enamorado. Pero es otra cosa. Cuando sales como que las cosas son diferentes. Hubo como luna y esa humedad que tienen las mañanas. Llevas la noticia dentro de ti y parece que vas más sólo (a eso le llaman ir acompañado). Todos llevamos el suicidio dentro. Antes o después aflora, aunque en los momentos felices no puedas ni creértelo. Lo llevas ahí, es como la solución final. Y si encima la luna está como estuvo, hoy la cosa invita.

CARAMELOS DE COLORES.

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Los niños tienen esas cosas, llevan sus ojos, sus manitas y sus lapiceritos de acuarela, y dibujan la misma casa la misma nube el mismo árbol, y lloran. Yo los veo dando vueltas como en un laberinto entre el guirigay y la maestra gallina. Mueven los bracitos y se agitan con sus mandilones azules, con sus coletas o su pelo corto. Yo me pongo al lado del embarrado de aluminio, escondido detrás del codo de un pilar y les tiro al aire caramelos de colores. Ayer me encontraron escondido debajo de la escalera de mi portal. Alguien dijo, es un “drogadito”, pero era yo. Acababa de llegar de dar caramelos a los de preescolar en el recreo de la escuela, y aún llevaba caramelos en los bolsillos. Según la ley del veintiuno de julio de comunidades sobre propiedad horizontal a mi me correspondía un azulejo de debajo de la escalera y lo estaba disfrutando, acurrucado, sin molestar a nadie. Me quedo así parado, en esa postura de cuclillas cuando me da el bajón. Es mi estado de defensa

EL OVILLO

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Muchas veces me da por pensar que la tengo muy pequeña. Y además en forma de ocarina, muy irregular y llena agujeritos. Pero no siempre pienso en eso, pienso que si en vez de chupármela me la soplan saldría música celestial o el concierto de Aranjuez para ocarina. Hoy han venido todas las gaviotas a buscar comida a mi terraza porque han visto geranios blancos desde el cielo. Estábamos mi gato y yo jugando con un ovillo de hilo; yo casi desnudo; mi gato con abrigo. Venían en picado como una formación de Stukas, con su pico abierto y las patas preparadas para el aterrizaje. Objetivo: pan blanco. Qué ilusas. En ese instante fue cuando me la miré en la entrepierna (agachado como estaba se me subían las hormigas por los dedos de los pies), y le vi aquel bultito de ocarina, toda taladrada. Debe estar enferma. Puede ser pus; sí, es algo purulento. Y pensé eso: no creo que sea para soplar. Tendré que mirármelo. Me fastidia mucho bajarme los pantalones y enseñar esto a una médica d

NO ESTABA PARA VACILÓN.

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Yo en aquellos instantes no estaba allí. Bueno, si estaba pero muy concentrado.En estos casos entras revolucionado y no te das cuenta de los cuadros del pasillo, te tiras a ella sin dar los buenos días, la cita estaba en esa hora y para qué andarse con rodeos. Los días eran buenos y soleados. Ni un “cafelito”. Siempre es lo mismo, te sumerges en su cuello tomando una bocanada de aire, subes a la superficie, vuelves a respirar y te vuelves a sumergir. Tienes la misma costumbre de un camaleón enfurecido. Mueves tus ojos a diferentes lados, y parece que te encuentras insectos en todas las partes de su piel. Fue la primera vez que me cité con Betiana y la última (sí, la ultimísima). Me acuerdo que aquella mañana de domingo hacía mucho calor, con unos cúmulos tan altos en el cielo que se presentía que alguno se derrumbaría de lo pesados que parecían, algo así como si una piñata para niños fuese a reventar cargada de granizos. Me abrió la puerta con una bata de baño de seda, y cuando

METEORITO.

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Sobre las cinco de la mañana sentí aquel temblor, me di la vuelta y me encontré con Panchita mirando hacia la pared, le arreglé las piernas en la posición del tresbolillo y la sorprendí por atrás. Me empecé a acordar del vencimiento del seguro de la casa, de la hipoteca, y de la cara triste de la abuela en el balcón de las Adoratrices y me quedé flácido. Panchita me apartó de una coz, y me dijo, saca esa puta mierda de ahí, cabrón, y deja de temblar. Cuando sucedió eso estaba sintiendo aquel desbarajuste de vidrios del contenedor de los residuos en la calle, y me di vuelta boca arriba. Sobre el techo observé cuatro rayas de persiana de color blanco que nunca se juntaban, aunque por un momento parecieron vibrar. Boca arriba, en posición supina, estoy esperando la muerte, y con los ojos cerrados deseo que el meteorito que venía en dirección prohibida se desvíe correctamente hasta estrellarse en la zona de Suvarnabhumi sobre una convección de pederastas. Al congreso le di

TE QUIERO SUPERGUARRA.

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Que eres como un ánfora con miel y otras porquerías hasta la mitad de tú cuerpo no cabe la menor duda. Ya me lo habían dicho. Y que cuando caminas tus caderas dan esas vibraciones superpuestas como si fueras una mariposa bailando la danza del velo, también me lo habían dicho. Y más. Cuando se mueve tú culo la escala de Richter marca nueve y pico. Si te lavas los sobacos pierdes algo de ti. Me gusta sobarlos con mi boca cuando intentas coger cosas del aire. Que te afeites el coño no me parece práctico, no puedo ponérmelo de bigote, y no me sabe a nada, incluso aunque te lo escupa. Ayer te pusiste presumida, me olías a Penélope Cruz, Diane Kruger y a Eva Longoria juntas, vaya guarrada, cuando te pones así se me quitan las ganas de comer chorizo y huevos a la plancha encima de tú culo. Y te vas de rositas sin tus medias negras, y me dejas envuelto en un millón de dudas, no alcanzo a olerte, me despistas, y no puedo rozarme contra la esquinera del pasillo. Qué cerda eres cuando te perfumas

LA RADIOACTIVIDAD NO SE VE.

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Si te asomas a la ventana y ves un mercedes negro, impecable, aparcado delante del portal con dos hombres vestidos de negro esperando apoyados en el capot, es que están interrogando al íntimo de Prada que vive en el primero C, no hay ninguna duda. No estamos hablando de cualquier hora, son las tres de la mañana y la calle está llena de puntos de luz rodeados de mosquitos y mariposas (podría ladrar algún perro, no lo recuerdo). Abdel Alim de Agadem al suroeste del Niger entro en la sidrería el Mandilón – un sábado, en pleno partido de futbol- con cien gramos de uranio doscientos treinta y cinco prensado en forma de semiesfera envuelto en papel albal, metido en el bolsillo, rozándole cuando caminaba en la zona del pectíneo, al ladito de los testículos. Para aquel inmediato instante billones de electrones, neutrones, y rallos gamma -medio locos-, pululaban en el ambiente. Colgado sobre su espalda llevaba un desplegables enrollado lleno de relojes de alta gama: Rolex, Sandoz, Seikos, Patek

Y VOY COMO INYECTADO, TÍO.

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Cuando todos los dinosaurios empezaron a perecer porque la tierra flotaba entre el humo y no había luz del sol, no olía tan mal como en la pescadería de Paco. Yo ahora mismo estoy aquí esperando por unos chipirones y esto apesta. Es un frente de guerra lleno de gaseados. Absolutamente irrespirable, creo que lo vende pasado de fecha y podre. La mujer del pescadero se llama Mary y tiene un collar de vieiras. Enfrente de la pescadería de Mary hay un quiosco de chuches con una gran visión comercial, vende almendras garrapiñadas y huele agradable dependiendo a donde mires. La señora del puesto se llama Amalia, es rechoncha y no sé si es fea, pero sus manos son exquisitas con unas uñas muy largas a colores, y mucha bisutería en el puño y colgada del cuello. Siempre está haciendo crucigramas. Para arañarte la espalda con tus manos atadas a la cabecera podría valer. Amalia sabe lo nuestro, bueno, saberlo no sé si lo sabe, pero creo que sospecha, uno tiene esa percepción de las cosas, intuición