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HERMOSAS FIGURAS HELADAS.

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Me llamo Joel y acabo de ponerme unos calzoncillos de felpa blancos. Y ahí abajo, la cabra acaba de subirse a una plataforma llena de nieve helada. Sube el sonido gangoso de un acordeón perforado. Enero es diferente porque empieza con soledad, y es muy alto, yo siempre lo vi como el pico enorme por donde reptan innumerables mendigos, vuelta tras vuelta por senderos angostos e inacabables. Llevo culo de torero y me sale ese vaho por la boca, y algunas veces me encojo por un estremecimiento de fiebre. Otros Eneros no eran igual. Esperaba a la noche y me colgaba una linterna sobre el pecho como si fuera un medallón, y con un palo de avellano iba en mi Lambreta viajando por medio de la vía Láctea. Y si era de día, con una caja de cerillas hacía un camión Pegaso para recorrer sobre los bordillos de las aceras, cargas interminables de abedules, pinos donceles, y sobras de maleza; atravesando la extensa ruta de la seda. Y eso me viene ahora porque era distinto Enero y luego Febrero y el ver

ME DA REPELÚS MIRAR EL CIELO PORQUE ME DA ESPERANZAS.

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Mientras Heli hacía una tortilla de patata yo escuchaba un cede de Paúl Mauriat que me había venido, hace años, en un frasco de aftershave de Barón Dandy ; era una canción que se llamaba Cri D’amour , que cantaban a coro, pero que yo no entendía. A mi la tortilla si lleva cebolla me jode un montón, pero no hay otra cosa. Bueno, tenemos una botella de vino tinto del Priorato que nos regalaron; y el cielo está levemente azul, casi sin nubes. Ahora mismo Heli le está dando vuelta a la tortilla y me huele a esa cosa que tiene el aceite usado varias veces. Estoy sentado en la cocina y no paro de rascarme los huevos, es natural en mí aunque no me piquen. Heli trajina por allí, la veo viva. Está gordita por la bollería que come; pero tiene esa cosa del movimiento enérgico, nunca termina algo que empieza de lo nerviosa que es. Cuando se la clavo me manco. A las tres horas aún me duele el capullo por la zona de la bola. Ayer vino Engracia la de Fabero y nos trajo patatas de segunda m

QUÉ OSCURA SE PONE LA TARDE.

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Miro el almanaque y el día cuatro pone Santos Rigoberto y Aquilino, y le voy a poner así, los dos juntos, para que se joda. Flora está en la doscientos ocho y hace un calor que se nublan las ventanas. Hay otras dos con ella, una es negra que está con su negro, y otra colombiana que está con su colombiano. Y yo, con mi Flora. La negra tiene unas tetas inmensas, mi Flora las tiene aplanadas como dos margaritas y poco más. La negra también tiene una boca mullida con unos labios grandes. La flora va por el cuarto, y ya le he dicho que lo de tirarse en marcha no funciona. Todo el puto día ñaca ñaca ñaca, jodiendo; así, de esa forma, no se puede. Me gusta la negra. Me encanta su boca. Besarla debe ser como sentir dos almohadillas de piel fina. Mira que tiene suerte el negro, con esas tetas. En la cuna está el negrito con su negritud, y el colombianito muy moreno, y mi Rigoberto con los ojitos cerrados y la piel roja. Y han venido ahora, poco antes de reyes, para que la cosa cuadre bien. Se f

QUÉ DESPERDICIO, SI SE ENTERA LA MARCELA.

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Allí estaba con los cuatro moscones lucilia, grandísimos, con aquel costado verde oscuro brillante, metidos en una caja de plástico de ferreros roché, sobre el anaquel del jabón lagarto. La Marcela piensa que les meteré aguijón de cebada tempranera por el culo atravesando su parte abdominal para volarlas, pero otras intenciones tengo, ahora aquí, en la bañera, ya me la sujeta bien tiesa el dios Priapo, que casi no la abarco por donde el tronco con mi mano cogida por el pulgar y el medio; que bien sabe ella, que lleno rajas de receba, chotos de gibosa, y reviento almejas lampiñadas, y mejillones impúberes, cuando me da la gana, cuando quiero, que no la tengo grandiosa a lo largo, lo mío es a lo ancho, da miedo; y en baqueta de vacío hasta sorberle las bolas de los ojos si hace falta a la que se me espatarre al culeo. Sí. Aquí entre esta agua calentita, y el pestillo de corredera pasado, tirado a lo largo sobre la bañera repleta de agua vaporosa, me la arreglo despacio bajándole y sub

NO SÉ CÓMO DESCRIBIR AQUEL SILENCIO.

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Yo estaba allí de aquella forma haciéndole la sillita. Es fácil decirlo, pero después de tantos años seguir haciéndose la sillita tiene mucho mérito. Y en esta situación me puse a considerar, con la metódica certidumbre de un Arqueólogo, de todas las edades transitadas ateniéndome a la evolución del volumen de su culo. Todas las habitaciones tienen una claridad que entra por la ventana, y esa claridad, en todos los casos, se vuelve difuminada penumbra. Yo veía su perfil dibujado porque mi cabeza estaba detrás de su pelo. Sentía su cuerpo y aquella extraña sensación de calor que me hacían acurrucarme, como protegiéndome detrás de su espalda. Yo la había amado mucho. Tanto que no te puedes ni imaginar. Y ahora, mientras sentía en mi pecho, el leve movimiento de su respiración pensaba por qué la estaba abrazando. En estas situaciones tienes que invitarte a ti mismo. En tú memoria encuentras trozos rotos de un ánfora y empiezas el rompecabezas. Y en esta situación en que ella te es

AQUÍ.

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Hubo una poetisa que empezó a caminar hacía el mar y se ahogó. Jesús caminó como levitando sobre las aguas, y dicen que sigue vivo. Son cosas que pasan. La vida es así. Me dicen, si no te vas a levantar déjanos sacarte la sábana de abajo. Me da que les huele. Y me empujan media vuelta hacía un lado, media vuelta hacía al otro, y por un instante de costado. Vienen dos que pasan todas las mañanas con su uniforme azul claro. Me han empujado algo hacía la ventana y por un instante he visto cuatro cristales con ese vaho de humedad, casi difuminado en su contorno. He adivinado un día claro. Ayer me leyeron un poema y me dijeron que se había muerto así, caminando por la arena hacía el mar. Hubo un instante que por algún motivo extraño se puso a caminar. Debía de ser el norte donde estaba el agua. Como una sonámbula; y era en un atardecer. Un poema hermoso. La historia me puso el corazón un poco triste, así que pasé la noche pensando, mirando boca arriba y en esta postura en que ahora me

SÓLO HE VIVIDO HASTA AQUÍ PARA CONTÁROSLO.

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De todos modos tengo que empezarlo. Me refiero a cualquier cosa. He notado que mi reloj astronómico lleva retraso. Tengo la impresión de que la panadería de Fabiano ya lleva abierta desde hace horas. Lo he detectado por el olor. Me sube ese rastro de las empanadas de bonito de los jueves. Incomparables. Esta noche reflexioné mucho sobre lo que me dijo Tristán, de que la vida son cuatro días, y eso, que estamos ahorrando, pasándolo mal, machacándonos y luego viene una mala enfermedad y para los gusanos o el incinerador. A mi lo que me dijo Tristán me lo dicen cada poco, pero como él ponía aquella cara de San Juan de la Cruz le di más importancia: los ojos hacía arriba, cerrándolos cuando te hablaba (así), como si lo sintiera de verdad. Ahora que ya estoy medio levantado es como si me quitaran un peso de encima, es como si fuera más ligero; también me huele el tubo de escape de esa máquina que va barriendo por la calle. Si me vieras como estoy ahora mismo se te quitarían las ganas.

SÉ QUE HE DE PENAR COMO VIEJO Y COMO NIÑO.

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Cuando yo era anciano me aburría mucho. Andaba todo el día tomándome la tensión; y cuando me duchaba cada semana al mirarme en el espejo me daba mucha pena. Si ves un anciano delante de un espejo te acojonas pensando en lo que te pasará si sigues vivo. Pues me veía con todo colgando. Si me vieras los huevos cualquiera lo diría, un puto péndulo de criadillas, mi barriga una doblez que me tapaba hasta llegar casi al escroto; por los brazos como si llevara colgando las mangas de un amplio jersey de invierno. Una piltrafa. Me puse a pensar cuando fue la ultima vez que el capullo se me puso empinado mirando hacía mis ojos. Como no escribo diario no puedo asegurarlo, pero creo que fue allá por los sesenta y ocho años en que me dio por ir de putas. Me morí muy temprano en el invierno, a eso de las seis de la mañana. Una de las mejores horas. Todos tienen prisa. Te mueres dando saltitos como cuando un coche se cala. Y nada de nada, no se abre una ventana blanca, que va, ni hay muc

DESHECHOS DE LA PAPEPLERA.

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Sientes llorar a alguien. No importa el lugar ni la hora. Alguien lloraba. Se dice así. Luego prosigues bajando las escaleras porque es muy temprano y llevas prisa. El sonido salía de detrás de una puerta del segundo que estaba cerrada a tú paso, y sólo aminoraste la marcha con aquellos tristes gemidos. Levemente te dio pena. Era aquella sensación. Luego el frío de diciembre me da un manotazo en la cara para despertarme del todo. Ya estaba en la misma calle de todos los días. He intentado suicidarme varias veces en ese mismo lugar y he dado la vuelta. Me falta el ímpetu. Sucede a veces que has reflexionado la forma, haciendo conjeturas sobre el sufrimiento o analizando el shock que debes soportar en los últimos instantes. Seleccionas una forma limpia, rápida y barata. Hubo casos en que la gente elegía el propio nicho alquilado de su cementerio en un afán extraño para evitar trabajo. Conozco algún caso. Un hombre en Extremadura se metió a lo largo en su nicho vestido con su mejor traje,

Y A LA CHATA MEDIO MUERTA.

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Por San Esteban saqué por última vez la piara por las Fontías arriba hacía los castañales de Bibiana. No me gustaba mucho la zona por los roquedales falseados, pero había mucha valduna, regoldonas grandes, pilongas, y mucha castaña bravía. Demetrio me había soltado los quince de la piara, la mayoría pietraines, y blancos belgas; y la cerda enrojada, lampiña, para crianza; que le quería dar también cuchillo. Ya llevaba dos meses de montaneras por el valle de Bibiana para darle sabor a castaña a los jamones, y ponerle al tocino muchos pespuntes de hebra roja. Pues aquel día estaba algo triste. No se había quitado la helada, los charcos tenían filigranas blancas de hielo reflejadas por el sol. La piara iba delante de mí como un desfile, y cuando llegamos al castañal las hojas otoñadas tenían rastros relucientes de escarcha. Se desparramaron por la corripa rastreando con el hocico entre las hojas los erizos de castañas, yo de vez en cuando daba vueltas y se los abría a medio quite de pie.

Y NO SABE QUE YA HA NACIDO.

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Esta mañana se veía hacía el Este a Júpiter como si fuera la última parte de un caramelo cuando lo chupas. Y estaba muy frío. Eso lo aprecié por la ventana del comedor un poco antes de las ocho, sin ninguna claridad de amanecida. Es obvio que mi observación duró un mínimo tiempo, y que cerré la ventana y me di la vuelta. Yo mismo no sé cuántas veces hice esto por la mañana, y siempre me sucede que miro al mismo sitio y no siempre tengo la misma sensación. Pero lo que noto es que cada vez me cuesta más darme la vuelta y empezar a caminar para comenzar el día. Y digo esto porque tengo que ir hasta la cocina, y sin falta volver a la habitación y encender la luz de la mesita y verla a ella que aún está allí durmiendo, y debo meterme en el baño y el primero que me recibe soy yo mismo que me escruto en el espejo. Pudiera decirse que cada vez es más angustioso, como ahora mismo. Es esa sanación de que tengo todo un día por delante que alguien me ha regalado y que debo estarle agradecido. Algu

SÓLO TENÍA MIS MANITAS FUERA.

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Pudiera decirse que estaba medio sumergido. Algunas veces me vuelve ese sueño en que la tierra me devora, y así visto me voy hundiendo hasta que una mínima parte de los brazos, y luego sólo las manos, quedan fuera indicando con sus movimientos un leve rastro de vida. Otras veces estoy en el espejo y mi imagen se difumina entre infinitos cristales rotos; y otras perdido en un bosque de olmos, dando vueltas y vueltas angustiado buscando la salida entre los claros de luz, hasta que despierto en medio de un sobresalto vertiginoso. Me miraba fijamente detrás de la mesa. Ella se inclinaba ligeramente hacía atrás y no me quitaba los ojos de encima. Le hablaba de mis pesadillas, de los sueños entrecortados y angustiosos, pero no me decía nada. Se levantó de la silla, y pude verla plenamente. Aunque ya aparentaba sus cincuenta años denotaba una extraña belleza.Muy morena,su pelo largo recogido sobre la espalda y de facciones agradables, con los ojos claros muy grandes y vivos. -Y qué más sueña.