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YO NO CONTESTÉ.

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Me decidí por una mosca lucilia. Siempre me había fascinado su fortaleza a la hora de volar, y sus colores verdosos aterciopelados que le cubrían el tórax y el abdomen por su parte superior. Había evaluado imitar otro tipo de insectos pero, al final, todos habían sido desechados, algunos por su peculiaridad y fácil detección, y otros por los requerimientos de espacio (tan complejo) que necesitaba para la colocación de todos los sistemas de motricidad y transmisión infrarroja. A ella la llevaba observando desde que me había venido a vivir a este callejón de un barrio de las afueras de Barcelona. Empezó a obsesionarme ocho meses antes un día de junio que la vi por primera vez asomada a un pequeño balcón forjado; poco después supe que era la habitación matrimonial. Para mis adentros la empecé a llamar Cuquita. Era increíblemente bella, de cara redonda, con unos ojos que detectaba inmensos, con una cabellera morena que le caía abundante hacía los lados. La adivinaba prieta de carnes

PORQUE TE QUIERO.

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De todas esas sensaciones. Hoy me levanté y (aún), con solo los calzoncillos le di clic al botón de la cafetera. Y la cafetera se puso a desvariar, ya sabes, ese bufido. Luego me fui al baño y me puse a cagar, ya sabes como se caga.Yo tengo que hacer algo de fuercecilla . Por la ventilación del baño sentía unos estorninos haciendo de estorninos, piando, quizás fuesen crías. Y así fue como apreté. Y en aquel momento sentí una rengolera de pedos que te cagas Romerito , la cafetera dando estertores, y los estorninos, u otras aves del paraíso,buscándose la vida sobre la chimenea de ventilación. Yo no sé si cuando vosotros cagais si pensáis en algo. Hay gente que decide sobre la vida de otros mientras caga. Yo paso olímpicamente del tema. Como me levanto con la vejiga llena y empalmado, lo único que me preocupo es de que mi polla quede dentro de la taza para no mearme fuera. Bien. Desayuné cuatro galletas campurrianas a las que le puse margarina tulipán con omega tres y omeg

Y PESABA MÁS.

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Ella se tiró por el Cabo Peñas y yo dos horas antes pensaba que me quería, dos horas antes es una eternidad, dos horas antes a la velocidad de la luz dan para mucho, -vete pensando en las marejadas de Andrómeda- En dos horas en el acelerador de hadrones das más vueltas que un gato a la fuente de mi pueblo (piensa que eso es un engendro hecho para girar muy rápido). Cuando la vi aplastada allí abajo, impresionaba, parecía entre Ariel (de tan bella), o el pato Donald que siempre se aplastaba, -la bella durmiente siempre se dormía-. Y pensé para mí que un hombre es una paja. Pero una mujer son muchas más cosas. Vendía libros del Circulo de Lectores. Y llamaba siempre tres veces. Y cuando llegaba a casa, sólo habría la puerta, no llamaba. Cuando entraba al oscurecer pensaba que su cara era así, porque sí -como un solete con la boca al revés-. Nunca me imaginé que su cara era así de triste. Cuando se tiro por el precipicio pesaba más. Llevaba cosas de mí, cosas mías. Las bragas m

AHORA MISMO.

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Algunas veces me pones tú coño y me encoño. Se habla de los ojos, la tez de la cara, las manos, el cuello. Pero tú coño es un laberinto y no sé donde acaba. Y me encoño. Cuando te quedas tan abierta esperando más y más. Me puedes. Y me encoño. Comerte viva es como empezar una lasaña por el sitio más caliente. Y me encoño. Sabes, en este valle que llaman puta vida, cuando te abres de piernas veo la inmensidad. Y me encoño. Me huele a todos los olores y más bien a mar. A raros edulcorados, a restos de miseria y a pesar de todo: Me encoño. Ahora voy por la calle sin saber en realidad si debo ir. Y te digo que voy encoñado.

POR EL MAR NUNCA PASA EL TIEMPO.

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El tiempo es como un papel de celofán aplastadito dentro de un libro, que lo encuentras allí por casualidad. El tiempo también es encontrarte a tí por la calle (después de muchos años) y ver tus mofletitos o tú escuálida mirada, y preguntarse como me ves tú a mí y cómo te veo yo a tí. Más tarde que temprano habrá una relativa brevedad, o un gran espacio entre sucesos y muchos mojones en el camino por donde hemos pasado, a veces, dejando rastros de desamor y desesperación en los otros que quizás nos querían. -Tengo cuarenta y nueve azulejos del baño abombados, preñaditos. Ayer cuando me afeitaba estuve apunto de dejarme bigote. Ayer vino a verme un trozo de tiempo de mi vida y tuve que cerrar la puerta para no recordar. Ayer cuando estuve en el baño me vino un extraño vacío en el último apretoncito. Y luego fue cuando encontré el papel de celofán en el libro que aún olía a chocolate. Y luego cuando intentaba recordar cómo y cuando puse aquel papelito allí me vino a la cabeza que eso e

SE ACABARON LAS PALABRAS.

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Según entras la puerta abre hacía la izquierda. Según entras lo primero que ves es una escalera color caoba que sube a la planta de arriba que es un pequeño bajo cubierta con dos habitaciones y un baño. Según entras hay un zapatillero de esos abatibles, y sobre el zapatillero dos negritas con unos cestitos en la cabeza, dos velas de colores, y sobre el techo una lámpara de lagrimones en forma de cono invertido. Según entras una alfombra de color granate se extiende por el pasillo que llega hasta la cocina. Había cerrado la puerta despacio, porque quería dar a mi imprevisto regreso el carácter de agradable sorpresa. Me descalcé a la entrada, y arrimé mi maletín a la puerta abatible que daba a la salita. Empecé a subir la escalera que daba al piso de arriba posando suavemente los pies sobre los escalones de madera. Quiero decir que a la entrada, a la izquierda, hay un paragüero antiguo de madera, decorado con intensas filigranas de colores, y una pequeña claraboya sobre el techo por dond

TE VOLVERÁ A SALIR.

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Me había propuesto no dejarla abandonada en aquellas circunstancias, le habían dicho, todo esto son supuestos; alguien detrás de una mesa con la cara en penumbra y la luz en la espalda le había dicho, todo esto son supuestos. Luego nos levantamos. En la estación de autobuses había muchos autobuses aparcados. El billete era para los dos y fueron cuarenta y ocho euros, y nos pusimos uno al lado del otro, encima de nosotros estaba ese martillito con el que se podía romper el cristal en caso de necesidad. Cuando aquello se puso en marcha algo nos empujó hacía atrás también a los dos; en la cabeza nos iba resonando aquello: todo esto son supuestos. En estos casos, ella está mucho más triste y hundida que tú, hubo algún diálogo como que vida ha sido la mía contigo, y encima ahora esto. Lo demás fue silencio relativo, esos instantes en que el paisaje pasa inadvertido aunque lo ves pasar, pero no estás en el paisaje, no estás en ti mismo, intentas estar dentro de ella y le dices extrañam

SI ME DEJAS LLEVARTE.

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Dear Colleagues: Es para mí un placer deciros que mi corazón tiene sabañones, y lo rasco, pero me sigue picando, y esto es un poema de amor. La particularidad es que el acero rompe por fatiga y yo romperé por una posibilidad entre ocho mil cuatrocientas cuarenta y ocho enfermedades, o por aplastamiento, o por atrapamiento, o por tristeza, descartado el suicidio. Esta mañana había flores que se enroscaban una sobre otra, a cual más bonita, ya sabes como es eso, una flor y otra flor y otra, creciendo sobre el enrejado de una alcantarilla, a eso del amanecer, en el mismo instante en que me crecía una bolita dentro de mi nariz y un reptil entraba por mi garganta. De Todas Las formas Te Quiero. Y sigues creciendo dentro de mí, y apenas te siento crecer, porque eres una pluma de cisne, eres cien gramos de ligera dentro de mi alma, vas conmigo como el espíritu santo en el muestrario de esta gran superficie te llevo, y pervives debajo de ochenta y ocho televisiones de plasma. De Todas Las form

UNA NOCHE DE FEBRERO.

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¡Help me!, estoy atragantado y es tú lengua, dame una patada en los huevos. Estábamos así tanto tiempo que ni respirábamos, era como si fuera el inicio del proyecto del mundo, hacía más de cuatro mil millones de años, y nos amábamos. Éramos muchachos tirados en la playa, enganchados, al crepúsculo, incluso, blasfemábamos como si Dios no tuviera nada que ver, en los naufragios que arrastraba el mar debajo de los desnudos pies. Luego vino toda la historia y nuestras vidas juntas. Arrobadas semanas, meses, años, que pesaban cien toneladas. -es lo que pesa toda una vida-. Un día aprendí a estirar la mano a las cuatro de la mañana. La hora en que la tierra da un leve temblor, para llevarse el sufrimiento de los hospitales. Y dejar las almas flotando, sin poder escaparse, tras las dobles ventanas que dan al precipicio. Levemente le tocaba la cara, la sentía respirar, y eso, que ya casi éramos viejos unos millones de años. Un día, habían pasado sólo segundos -imagínate la infinidad, un segund

POR UNOS INSTANTES EN MIS SUEÑOS.

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Jueves Día 3 de febrero del año 2011. Me habían dicho que no estabas. (Preguntabas preguntabas preguntabas). -Sino está, Señor. -¡Ya le he dicho! - No está. Me expidieron en el vuelo IBE0478 hacía Madrid. En el paquete ponía: Por favor, tráteme con cuidado, mi cliente me está esperando y soy muy frágil. Por favor, le ruego que no me pise. Luego por la terminal del aeropuerto iba con el pinganillo del móvil. Llevaba la mano en la boca para que nadie me leyese los labios, iba ensayando poemas de amor para tí; y es que son de mi patente. Como estabas (no estabas en Madrid, estás en Madrid, aquí en este hotel, gilipollas, y te jodes). En Madrid empecé a respirar el mismo aire que ella respiraba. Ahora mismo son las once de la noche y siento tu aliento y tú hálito tan cerca. Y ahora mismo, también, no sé si hablo en presente, en pasado, o para el futuro. Te había buscado todas las mañanas de Febrero cuando la plenitud del cielo se presentaba tan extrañamente azul y frío. Y al andar así por

AGITADO CORAZÓN EN MIS OÍDOS.

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Cuando murió mi gato se me pasó por la cabeza tirarlo al contenedor de inertes, pero fui hasta allí con mi gato metido en una bolsa de plástico negra, y al abrir el contenedor lo vi repleto de conchas de mejillones y restos de bacalao al pil pil, y me dije, no, mi gato no puede ser tirado ahí y triturado con todo eso, recuerdo, era por la noche y tuve que mirar al cielo buscando al Dios de los gatos, y no estaba, y me dije: no importa, por el Dios de los hombres yo a mi gato no lo tiro ahí para que lo machaque el camión de la basura entre restos de bacalao al pil pil y conchas de mejillones malolientes. Cogí a mi gato, ya sabes como van los gatos muertos dentro de una bolsa, encogidos, las piernas de delante juntas a las piernas de atrás, como si fueran corriendo por la selva, y resulta que mi gato no corría, estaba muerto. Yo sé, que tener lástima por mi gato, de esta forma que os cuento, es pasarme un poco. Ayer, por ejemplo, en la cola del paro me hice tres amigos. -los llamaré los

RAMAS BLANCAS DE GINERIO.

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Cuando Erika me pasaba por las pantorrillas aquellas ramas de ginerio comenzaba de nuevo la ceremonia mensual. Antes me había desplazado con la parsimonia que da la vejez por toda la avenida Puertollano hasta un tercero derecha, en el número treinta y ocho, entre un puesto de pan y un kiosco con muchas golosinas de colores. La habitación tenía dos escasas ventanas tapadas por cortinas romanas caídas hasta el suelo, y sobre ellas unos cortinones de terciopelo brocado de varios colores dejando una penumbra de arcoiris que cuando traspasaba la puerta, me daba la impresión de entrar en un hermoso templo en donde se reencarnaran la mismísima diosa Gea , o las desastrosas y perversas Moiras. Me había recibido previa cita con su pinganillo portátil, su gorra de las SS , su corsé de cuero, y unas bragas tan ceñidas que parecía que iba a explotar de un momento a otro. Era, dijéramos, muy neumática y extensamente grácil de movimientos. Y al abrirme la puerta se estaba corriendo por teléfono con