BERBERECHOS.
Esto fue al final del todo. Yo estaba en el suelo porque circunstancialmente me había caído de la cama. Quiero decir que estaba equidistante de todo menos de la cama; pues si estiraba mi mano aún podía asirme al colchón por el borde superior, digo asirme, no en el sentido de apoyarme para elevarme, sino en el sentido de asirme para poder intentar elevar mi cabeza. También gritaba orientando mi boca indistintamente hacía los lados, con el fin de que los posibles gritos que saliesen de mi boca pudieran ser escuchados hacia el norte, hacia el este y hacía el oeste, el sur no era dominado aún debido al escaso margen que dejaba mi cuello para poder girar en esta dirección. En mi suave caída hasta la alfombra, había arrastrado las sábanas y el cobertor quedando las mismas sobre mí, lo que impedía que la brisa que entraba por la ventana entreabierta enfriase mi piel desnuda, sintiendo sólo la frialdad por la parte de mi cuerpo apoyada en las baldosas. De encima de la cama sentía unos