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BERBERECHOS.

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Esto fue al final del todo. Yo estaba en el suelo porque circunstancialmente me había caído de la cama. Quiero decir que estaba equidistante de todo menos de la cama; pues si estiraba mi mano aún podía asirme al colchón por el borde superior, digo asirme, no en el sentido de apoyarme para elevarme, sino en el sentido de asirme para poder intentar elevar mi cabeza. También gritaba orientando mi boca indistintamente hacía los lados, con el fin de que los posibles gritos que saliesen de mi boca pudieran ser escuchados hacia el norte, hacia el este y hacía el oeste, el sur no era dominado aún debido al escaso margen que dejaba mi cuello para poder girar en esta dirección. En mi suave caída hasta la alfombra, había arrastrado las sábanas y el cobertor quedando las mismas sobre mí, lo que impedía que la brisa que entraba por la ventana entreabierta enfriase mi piel desnuda, sintiendo sólo la frialdad por la parte de mi cuerpo apoyada en las baldosas. De encima de la cama sentía unos

EXTRAÑAMENTE, MIRÁNDOME.

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Había un piano, recto por un lado y cóncavo por el otro y tenía una cola de piano, que no sé a que se debe, así visto, lo de la cola. Ella estaba de pie arrimada a la parte cóncava talludita como si fuera una viuda, sin duda era viuda talluda. Cuando la visitaba se ponía esplendorosa, otras veces, quiero decir que remarcaba su figura de una forma que parecía intranscendente, pero no lo era. También su cara retocada en sus sombras y luces, retocada su piel ya envejecida, levemente para que no lo pareciese tanto, también sus ojos que no eran tan grandes con aquella sombra que los hacía engañosamente grandes, más claros. Ya había atardecido, y sobre el piano una lamparita que lo dejaba todo tenue, digiérase en una penumbra acogedora para el amor. Yo me supuse que Ella estaba con la algarabía del deseo, esa leve humedad posmenopáusica, preparada para lo que pudiera surgir. Tengo que decir que era después de la atardecida, noche plena, no sé de que mes, no sé de que día, era de este año

SUBLIME EXPERIENCIA EXTRACORPÓREA.

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…lo que viene de atrás son pensamientos irrelevantes que no transcribo, en el sentido más amplio que tiene la acción transcribir, es decir, no transcribo nada. Delante de mí hay una amplitud inmensa, sería imposible relatar lo grande que parece, es todo el campo verde por el suelo, azul por el cielo y por los lados interminable. Y lo que se me ocurre mirando todo esto, es si alguna vez he dado placer a algo o a alguien, digamos, placer a algo con dos patas, placer a algo con cuatro patas, descontados: insectos, reptiles, y peces. He podido tirarme todo lo largo que soy sobre esta mullida alfombra de hierva y florecillas, y he podido cerrar los ojos para ser inanimado a los seres vivos que me rodean, intentando estar completamente al margen, sin conseguirlo, incluso al margen de Dios que está debajo de mí, sobre mí, y donde quiera que toques: Dios allí, sobre todas las cosas, incluidas las inanimadas; los hombres que lo crearon todo lo pusieron de dueño sobre lo vivo, lo viviente, sobre

PARA QUE NO ME PUEDAN ESCUCHAR.

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Sonaban unas sirenas desde lejos. De lejos sonaban unas palomas en el tejado, como suenan las palomas con eso gutural después de haber engullido un resto de comida de algo encontrado, de algo que estaba allí muerto o vivo sobre el tejado, dando la vuelta a la coja, una patita encogida, incluso palomas mensajeras, si es que lo eran. Luego, puede que al unísono, estaba el sonido de un reloj despertador a cada poco, no sé si a cada segundo que sonaba, toc, tic, con esa variante, tic, toc, o así, indistinto, aleatorio. Todo sobre un color blanco indiferente que también sonaba a color blanco. A todo esto me había despertado con un desequilibrio mental, demente es de mental, era una sensación extraña, adivinaba lo que sonaba, pero no sabía dónde estaba, lo miraba todo, los ojos para un lado, los ojos para el otro, sólo podía mover los ojos arriba hacía la cabecera acolchada de mi cama, abajo hacia mis pies desnudos asomando debajo de un cobertor, recordar, no recordaba, hubiera pensado

AMANTE TAN COBARDE.

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Los óvulos estaban allí, Ella los había puesto, era tradición del Santo Ogino que los óvulos bajasen hasta allí, unas cosas diminutas, redonditas, como si los hubiese sentido caer hasta allí, tenía aquellas sensaciones cuando le pasaba esto de los óvulos, era un afán increíble de aparearse, de que le metiesen por allí la polla, hasta casi donde estaban los óvulos en su nidito. Fue un día de estos, de ovulación, no sé cuantos óvulos habían bajado en torrente, desde algún lugar bajaban. Habían bajado por la mañana a eso de las nueve en un acto reflejo al darse la vuelta para recogerse el pelo, pudiera ser también que hubiesen acabado de llegar a eso de las diez y media mientras hacía la cama exmatrimonial y alisaba con las manos unos pliegues de una colcha de color azul oscuro. El caso es que se asomó a la ventana y vio la tristeza intranscendente de la calle, las dos aceras, los coches en orden pulcro alineados en dos hileras, los ventanales de ambos lados, un reparador del gas de los

OTRA VEZ.

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Allí donde el poeta estuvo dando vueltas tan angustiado, alrededor de su escondite. Escrutando desde su colina. Buscando desde donde hasta donde acababa el mar. Quiero jugar contigo otra vez. Ven, dame tú alma bella, otra vez. Ven, acompáñame, Quédate conmigo, por favor, Otra vez.

ÁRBOL MEDIO MUERTO.

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Se habían abrazado ya antes tres veces o cuatro veces, era un rito abrazarse, en realidad se abrazaban con cierta ceremonia predeterminada, no había ninguna sensación dérmica en este hecho, se abrazaban tres o cuatro veces, se tocaban las sienes, incluso, un leve roce de labios, todo se desarrollaba como un hecho protocolario. Podía ser en cualquier lugar, una avenida o una calle secundaria que va a una avenida, con gente que pasaba a su lado en cualquier dirección. Cuando se abrazaban siempre había un banco vacío, un muñón escuálido de árbol y un cielo indeterminado que nadie apreciaba desde aquel lugar. Todos los días en el mismo sitio o un poco más arriba, o un poco más hacia un lado, o un poco más abajo, o en la otra acera que era semejante, sólo con los bancos en sentido contrario, se abrazaban, tres o cuatro veces, luego hablaban, ella me dijo, yo le dije, ya se lo decía yo, no me hizo caso, le está muy bien, va de lista, se pensaba que lo tenía amarrado. Muchas veces una de el

21.900 DIAS.

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No sé lo que vendrá, se dice: aún, pero en esta vida tuve profesiones muy diversas. Algunas veces por sueldos de mierda tuve que le limpiar la cuadra del diablo. -Belcebú paga mal y tarde, cuando paga-. No era agradable, tantas almas, tantos corchos de botellas; los olores, los restos del estómago saliendo hacia las alcantarillas. En aquella época me sentía guapo, musculoso, hacia posturas delante del espejo. Manoseaba los pliegues en mis hombros, torsos bañados por el sol. A estas horas, ha venido, ha vuelto la noche, el día, así repetido ventiun mil novecientas veces. Y estoy en la orilla de los desamparados buscando unos brazos que llevarme al cuello. Haciendo resumen de los besos desdeñados, de los desprecios dados al verdadero amor. Junto a mi, mi imagen encogida, jirones de piel, manchas en mis sienes, islas en mi boca temblorosa. Las comisuras con un rastro brillante de humedad. Ocurre, que he limpiado muchas veces la cuadra del diablo, y guardo los recuerdos, los más sonados,

LUEGO TOMAREMOS UN CAFÉ.

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Fuimos de la opinión de que si llovía teníamos que abrir el paraguas, hasta ahí de acuerdo, incluso, como caía mucho sol, el paraguas también abierto, totalmente de acuerdo, para pasarle el brazo, una posibilidad, el paraguas abierto.Me daba no sé que sus espaldas tan anchas, el culo igual, también muy ancho, las piernas tocándose entre si las rodillas, sentía de un lado su calor, avanzábamos posiblemente cogidos, aquello era ir cogidos, por algún motivo que ahora no recuerdo, con un paraguas abierto.Llegamos al succionador municipal de Santa Engracia, el que está al lado del estanco y una floristería llena de flores de camelias y gladiolos, siempre tiene flores así, siempre huele a fragancias y a tabaco el primer succionador de la calle Santa Engracia.Había cuatro delante y esperamos. Le dije, si llevas un euro suelto y me sujetas el paraguas te lo agradezco, yo tenía dos euros, sin preparación previa son tres euros, con preparación son seis, y le dije, hazme el favor, seamos prác

YA LO SABES.

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Yo no miro el cielo con pretensiones, lo miro por desesperación. - con angustia-. Así y todo, procuro no ser vertical en mi mirada para no molestar a Dios, qué sin duda está allí arriba. Cuando rezo pido por mi amor, no por los pecadores, a los pecadores que les den mucho por el culo, son unos reincidentes pecadores, a mi amor sólo quiero darle yo por ese sitio, y llamarle guarra, cuando encuentre la mierda que todos llevamos dentro, en nuestra alma. Yo sé que los santos están ahí, con sus barbas. la Virgen María, aún virgen, y Santo Tomás de Aquino. Al único que rezo, con veneración, es a San Francisco de Asís que cuida de mi gato. Pero a ti, mi amor, que no te toque nadie, que lo rajo, me cago en su puta madre, lo rajo, has nacido para ser mía. A veces pienso, mi amor, que guisas la mejor carne del mundo, con guisantes, pero no te engañes, no me la des, o hago con mi navaja trapera, caligrafía sobre tú vientre, y rezo un padre nuestro sentado sobre tu

Y YA ESTÁ.

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Nunca nos habíamos abrazado hasta las últimas consecuencias. Abrazarse hasta las últimas consecuencias, no sé qué es eso, es abrazarse mucho, es abrazarse poco, en realidad no lo sé. Hacía unos días le había dicho que teníamos que abrazarnos, no sé cuántos días hace de esto, pero se lo dije, le dije tú heridita va ha cerrarse hace mucho que no te la abro, también le dije, mi leche se está adulterando. Yo soy mucho de decir las cosas de amor a lo claro: huevos, leche, rabo, coño, lo de la heridita es una salvedad demasiado romántica.Un domingo el cielo no se ponía de acuerdo, unas veces azul a poniente y con unas nubecitas en el medio de la cúpula, otras veces (o a las dos horas) un tono muy gris y claro en todo lo que abarcaba a mirar a través de un hueco que casi era una ventana, por donde miraba a la calle y al cielo con mis brazos apoyados y encogidos. Mismamente cuando decidí dar la vuelta cansado de ver el paisaje Ella estaba allí revisando sus nóminas del súper sentada sob

YA NO CIRCULABA EL AIRE.

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Yo había abierto un poco la ventana, y Ella había abierto otra ventana, cinco minutos después. Después de después, Ella vino a decirme que había corriente de aire, que aquello, que esto, que no podía circular la corriente entre las dos ventanas un poquito abiertas tan sólo. Bien. Ella cierra mi ventana, y yo le digo, oyes, por qué tienes que meterte en mi vida, acaso yo me meto en la tuya –a todo eso habrían pasado unos seis minutos de circular el aire a través, a través del espacio entre las dos ventanas, a través de nosotros que estábamos entre las dos ventanas-. Proseguimos discutiendo sobre nuestros espacios vitales asignados, y qué hacer con el aire. Bien. Habrían pasado unos diez minutos, discutiendo sin levantarnos la voz, eso sí. Y llegamos a un acuerdo consensuado. Determinamos que ella había abierto primero su ventana, porque tenía todos los derechos adquiridos para abrir su ventana, y como tal, también, de dejar circular el aire -los derechos sobre el aire no habían sido