SIMPLEMENTE LOCO.
Lo había intentado innumerables veces. Me refiero a olvidarla. Pero su foto estaba sobre un panel de anuncio y yo caminaba cuatro veces al día hacía la fachada de aquella casa abandonada. Ella dormitaba hacía atrás en blanco y negro. No sé más. Era como sacar cuatro veces la cartera: dos en la mañana, y dos en la tarde y buscar su foto, allí recostada.
¿Estoy loco por ella? O simplemente loco.
Cuando era niño mis padres tenían un pajar a la entrada del pueblo. Y en mi pueblo había un mercado quincenal los domingos. Por las mañanas se vendían terneras rollizas de color pardo y cuernos incipientes. En los meses de julio y agosto al acabar el mercado había baile de acordeón. Las mujeres casaderas de la Vaguada aprovechaban el pajar para cambiarse la ropa a eso del las cinco de la tarde. Las alpargatas llenas de polvo. Lo hacían en la parte de atrás en un pequeño espacio oculto entre la pendiente llena de arbustos bajos,un guindal, y la pared del pajar. Me apostaba allí