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EN ELLO LA VIDA.

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Realmente resulta mucho más cómodo hacerlo entre el pulgar y el índice. Coger las cosas. Darte la mano completamente, apretarte los dedos sin daño, y agitarte el brazo, lentamente. Levantar el brazo no es bueno puede suceder un signo, o santiguarte de repente. Puede suceder agitarlo para decirte adiós hasta no sé cuándo, y perderte. Deseo que levemente juntes tus dedos y los abras, así, ciertamente sabré que me recibes. Si me señalas aprende a nombrarme, con voz suave. Si quieres decirme que me vaya no agites fuertemente los brazos salvo que me vaya en ello la vida .

SO.

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Estoy casi seguro que la maté porque no me la quiso chupar. Había confianza. Teníamos una ardilla en una jaula que lo llenaba todo de muecas y amor. Dos abanicos en la pared. Y cuando le bajé la cabeza me dijo: huele que apesta. En esa postura es un ajusticiamiento. Me debieras amar a pesar de todo, so cerda. Yo llevaba días sin tener nada que hacer. En la pared una litografía de Sorolla. Sobre la mesa del salón otra jaula con un canario, y una pecera con un pez  negro de un lejano lago africano. Le dije. Ya  estoy harto de comerte el coño, sin recibir ninguna recompensa. El suelo lleno de gominolas. En el cielo dos nubes y frío. So puta.

MIRAR EL CIELO.

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Lo cotidiano es la existencia. Los pequeños sucesos que nos resultan metódicamente aburridos son reflexionados como una realidad sin vivencias. Todo esto se añora cuando algo se rompe dentro del entorno, o dentro de nosotros. El suceso  nos agita y nos hace desembarcar en la penumbra. Y es entonces cuando añoramos la triste monotonía. Mario vino a verme ayer por lo que yo creo un tema trivial. Lo encontré en el portal de mi casa esperándome muy preocupado. Ni siquiera llegamos a subir. Se quedó con el hombro apoyado sobre un lateral de la puerta, como si presintiese que perdería el equilibrio. Según me comentó le acucian las deudas y ha quedado sin trabajo. Cuando me hablaba percibí un ligero temblor en sus manos, y una apresurada gesticulación, recalcando cada comentario como si dirigiese una inanimada orquesta. Me habló que ya no le cabía la menor duda de que era controlado. Un ente era el culpable. Cómo podían sucederle a él tantas desgracias acumuladas. En un año le había deja

MAÑANA DE ENERO.

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A nada que observes, te darás cuenta que abunda la simetría en todo lo que puedes ver. Incluso en la oscuridad  hay otra parte igual de ti, está en el otro extremo, imaginada. El que ha segado una vida no se ha dado cuenta que el cuerpo asesinado tiene dos partes idénticas. El guerrero que ha muerto es una figura, un trazo, cruzadas las piernas, los brazos debajo del pecho. La fruta abierta. El humo cálido de las arenas. Me sabe mal que no te des cuenta al mirar las hojas de los árboles, cualquier nube pasajera tiene otra parte, los dibujos  del agua. Arrímate a un espejo, si te alejas, te vas al final del mundo donde la soledad más extrema se refleja ya sin profundidad. Tú a ambos lados. Conmigo en muchos recuerdos de colores. De manos en forma de plumas que acarician y te ponen otra piel. A nada que me mires me verás dos veces en ti cumpliendo un paradigma. Abrazarte y amarte, subir con mi boca sobre ti, y bajar sobre ti por un camino diferente, al mismo sitio, y mirarte horizontal,

SOL CASTIGADOR.

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Antes había estado la lluvia. Dos asnos con su mango fuera, pensando los asnos con sus orejas reposadas hacía atrás. Una mula maderera emborcaba su boca dentro de un saco atado al cuello comiendo cebada. Las babosas de la cuneta habían salido porque había llovido instantes antes. Había vapores, caracoles también, y un enjambre de moscas a eso de las cuatro de la tarde en la acera del Pontigón. Olía como cuando tiras un cohete, o como cuando se hace pan, o como cuando esparces hierba mojada y le das la vuelta. Estaba allí. Antes había pasado la pareja con las manos metidas en los correones. Después de la pareja comenzaron los gritos, no se sabía de qué forma eran, o de pena, o de dolor, o de placer; de qué forma son los gritos. Cirilo. Sabían que era él por lo de los asnos y la mula, una mula camello muy alta. Arriba detrás de la galería con muchos geranios rojos estaba Lula, dándose vueltas de un lado al otro, con mucha fuerza sobre un jergón que sonaba a hojas de mazorca. Ahora mi

ÚLTIMO SABOR.

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Algunas veces por la boca hay algo que te sabe dulce y no sabes lo que es. A Bernasito lo que más le gustan son los lacasitos y los caramelos de goma de colores, los afrutados a limón algo amargos, así, blanditos mojados en azúcar. Le hacen mirar con cara pícara de viejo listo. Suelta babonas viscosas , y cuando bajamos por la Rua Armorica hasta las murallas romanas, va estirando la mano como si quisiera decírmelo con sus gestos. En Guayambe a los viejos lelos los llamamos ricochos , pero yo a Bernasito le he cogido mucho cariño, ya es un año de acarreármelo. En la politécnica salesiana saqué educación parvularia , y a Don Eudes Casielles, el hijo de Bernasito, como que le atrajo porque dice que se ha vuelto como un niño de cuatro años que aún siente los sabores y los colores. Yo  lo noto al llegar a la quiosquera de Fontiñas, mueve las manos como si dijera albricias de niño con su vayvén . Sus reflejos de condición le dicen que le voy a dar los chuches, por eso suelta aquellos

FORMAS.

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Antes que la nada. Llegas a un punto en que eres indivisible. Lo que hay en ti es lo mismo que hay en otros. -Quiero decir que leo un libro que se llama… de qué cojones me hicieron-. Va sobre los teóricos que cuadran cosas con las matemáticas, al estilo del cuento de la vieja, al estilo del juego del niño que le falta una pieza del rompecabezas. La ciencia está en buscar lo más pequeño y arriesgar la búsqueda sobre lo más grande. Quedarte de pie, es un delito, si dejas tu mente en blanco. Acariciar -por ejemplo-, y no sentir, es un axioma. No suponer que debajo de tu mano hay otro ser como tú. Decir como un autómata, al mismo tiempo que acaricias, te quiero. Por otro lado hay cosas que sólo puedes medir con el razonamiento: tu existencia. No desistas nunca. Si has de abaratar tu precio, hazlo, comer el plato del día, ponerte en la cola de la beneficencia, sorber una sopa que no sabe a nada. En lo que se refiere a la existencia, no tengas límites, no existen dimensiones. Pero si estás

NUNCA TUVISTE MIEDO.

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Yo a veces pienso que me meto otra vez por el coño arriba. Pienso que subo a duras penas, casi resbalando, con mis manitas pequeñitas, con mi cabecita pequeñita, con mis piececitos, y me quedo allí dentro, acurrucado, los deditos ligeramente encogidos, todo tan acogedor, una estancia sin paredes, sin luz, nada angustiosa. Estuve diciendo si por lo menos mucho tiempo. Y ahora estoy agotado. También dije si no hubiera salido una mañana, ahora sería otro, y por lo menos no estaría deseando otra vez subir besando el coño hasta ese hueco, para volver a permanecer acurrucado, escuchando sonidos como ecos dentro de una flotabilidad inmensa, simplemente agitado en cámara lenta, girando sobre mi mismo  como un astronauta. Eso de que miras para abajo y ves subir la polla es mentira. Eso de que ves la polla soltar toda la leche es mentira. Una vez soñé que me engendraba a mi mismo, y estuve a punto de tirarme en marcha por si nacía otro mal nacido. Eso de que la polla de tu padre te da en la

PALABRAS MÁGICAS.

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Es a cualquier hora de la mañana desde las seis a la una. Indiferente. Fuera hace mucho frío. Antes de ahora el cielo tuvo nubes blancas, no tan opacas.  Doy fe de que estoy aquí desde después de después. Ayer. Me propuse dejarme de ceremonias pero no pude. Menchita, anda poniendo repollo con una morcilla y un sofrito de ajos, perejil, puerros, zanahorias, y pimentón dulce. Borbotea cuando lo destapas, y el vapor sube diluyéndose. No hemos ventilado. Desde dentro no se nota, pero el efluvio debe ser desolador. Algo de nosotros en el ambiente y el repollo, y las cosas que también huelen. Los armarios huelen y las zapatillas por dentro y, en sí, las paredes, las alfombras. No sé. Percibido en su conjunto. La niña estuvo aquí ayer. No ahora. Ni antes. Digo ayer. No hablaba. Entrar. Esperar. Hurgar. Encontrar. Recoger. Salir. Son actos. Si avanzo me obligo a detenerme ceremoniosamente. No de cualquier forma. Debo parar con los pies juntos. Tengo más puntos débiles, como es el de prever

NO HUBIERAN VISTO NADA.

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Señor  Sargento: La mañana era como si se hubiese salido de madre. Había polluelas pintojonas asustadas, y algún milano dando tumbos por los peñales del Bustio. Pero lo que me asustó mucho fue aquel buitre negro despellejando una  cabeza de becerro sobre los juncales del Calamón, según bajaba hacía el pueblo. A mi los ratoneros ni las garcillas no me parecen de mal agüero. Me las puso Jamín, el de la ferretería  la Aldaba, sobre la carroceta, y volví a subir. Le había dejado dos de butano y tres de camping gas encima de la repisa de un horno en desuso, y me dijo, pasa Antón, tengo orujo de la Ribera de Poncianes, es de mezcla de pulpa de uva y de manzana reineta, está más fuerte que aguarrás. Me sacó una botella mediada que había sido de anís del mono, de las de jácara y zambomba con tenedor. Me senté en un taburete de la cocina. Me arrimó la copa, y me la llenó cinco veces, o más, no recuerdo bien. Pasó el tiempo. Arrumbaba una carinegra desde los berzales, como hablando. Pasaro

TAN INDEFENSOS.

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Para aquel – como bien dijo el poeta-, que al nacer se supuso lleno de calor con esa tierna elasticidad y esa blandura de lo primigenio, sobre unas manos, arropado por el calor de una cálida estancia diminuta. Todo lo vegetal que nace también es así, blando y agitado por el viento, desde el mismo instante en que ves un mínimo punto germinado. Todo va desde la blandura a lo reseco y duro. No sé por qué cuestión, el desintegrarse pasa por esa etapa, que si te fijas, vuelve a ser frágil porque no tenemos nada de agua dentro de nosotros mismos. El fenómeno en si es el agua. Yo te decía. Nos acercamos el uno al otro. Tú la mitad del camino. Yo dos pasos más. Y me das la necesaria mano. O me das un beso necesario. O me acercas tu piel por la parte baja de los ojos. Y quizás, así, tan íntimamente, me venga ese olor tuyo a varias gotas de perfume, o lo característico de cada uno de nosotros, para reconocernos cerrados los ojos. El reconocernos por el olor es un instinto casi olvidado. Habl

14 HORAS PM.

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Olía tremendamente a gas pero no me di cuenta. Salí lanzado por los aires a las 14 horas PM, y fui subiendo como una hoja seca. Al principio pensé que mi destino era la magnetosfera. Visto así a vista de pájaro es como si todos quisieran volar como tú. El caso es que no iba completo: mi cabeza por un lado, brazos y extremidades inferiores por otro, y el corazón, qué sé yo por dónde iba, pero no iba conmigo, fue entonces cuando comprendí que no hacía falta para nada). Junto a mi subía Eulogio, el quiosquero, mucho más descuartizado, fue plena onda expansiva, y era un trocito aquí y allá mucho más arriba de donde vuelan los azores. Lo vi pasar raudo, tan deshecho que no supe con que parte hablar. De todas formas, cuando nos caímos en el suelo éramos todo uno. Las explosiones de gas tienen algo inmediato, que te deja pensar un poco pero no sabes en realidad quién eres. En la sidrería sólo se ha salvado la cocinera por ir a cambiarse el tampax. La vida es así. Si me hubier