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VALGA LA REDUNDANCIA.

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El sacerdote había apoyado la cabeza sobre mi hombro. De mediana edad, vestido a la antigua usanza, desprendía cierto aroma no identificado, podría ser como un leve rastro de olor a tabaco, o a detergente. Aquella postura que en un principio me parecía con cierta sensación deshonesta se me hizo pasajera cuando empecé con mi catarsis, hablándole de mi adicción al Facebook. En principio el no entendía mucho, me susurró, sí, claro, he oído hablar sobre las redes sociales, sí. Luego le comenté mi dependencia desmesurada a estar delante del ordenador viendo como pasaban imágenes, comentarios, argumentos a comentarios, mi estado casi de excitación cuando me aparecían mensajes privados. También le comenté que mi adicción se había pasado al móvil, en todos los sitios y lugares estaba pendiente de lo que por allí circulaba, si era referente a mi o referente a otros. En fin, mi conclusión para que el padre lo comprendiese con un dato estadístico fue el decirle: mire, de un día co

RAZONABLE.

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No es que en la garganta te sientas atragantado por los cojones. Sólo regurgitas ciertas palabras de amor un tanto olvidadas. Un extremo era estable, el otro también. Por el medio muchas turbulencias. Recorrimos juntos la millonésima parte de un Meridiano. Pero un día que hablábamos de geodesia. -a las 2.280 horas de habernos conocido-, fue aquella mirada sublime por lo turbia. En las cosas del espíritu no caben los ejemplos. Y además hacía frío sobre los estómagos. Hoy es el día internacional de la de Dios y su Madre, en el sentido de la Inmensidad. Hablo del día deslucido por la certeza de que ya no me amas. Lo sé. Abreviando. Ni un milímetro de mi piel te resulta diferente, no hay recodos, ni pliegues que ya no reconozcas, ni pensamientos que no detectes, ni intenciones que no descubras. Hoy, en aquel estado en que me dejaste, cuasi erecto, apoyadas tus manos sobre mi pecho, ni un tanto así de la danza del velo, ni un poco así como un

RASTROS.

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Fuera de mi rastro para la vuelta, he de recordar. Todo lo que significa la supervivencia, la lucha que mina mi entendimiento. Sobre mi van tres, con sus formas de interpretar atardeceres, y otro que me dice que sea un asesino, otro aplicado en ser práctico. Me he dado la vuelta hacía detrás de mi. Perseguido aún por alguien que se esconde en mi misma dirección de marcha. ¿Cuántos personajes para poder ser yo, como algo definitivo? Implorando que al asomarme al espejo no me quede quieto en la huida, como ayer. Me apiado de lo que repta hacía un lugar desconocido. No sé muy bien si el sol será bueno para su camino, o la lluvia también, o el exceso de vegetación también. De todos los que van en mi hay uno obsesionado por el fuego, se queda hipnotizado. Hay otro torturador que cuando pisa lo diminuto restriega con el pie dos veces sobre las losas. A veces me confunde algo invisible que tiene pretensiones de amor, ve amor en todo, en todos los sucesos cruen

DE LO QUE ESTÁ MUERTO.

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De lo que aún queda. Del resto incruento, con cuya diferencia se hace lo absoluto. Un ejemplo importante del espíritu es la ceniza, todo está incluido allí, incluso el espíritu de los árboles, lo que fue solemne ante tus ojos y endeble bajo el fuego. En la ceniza están los pensamientos, de un pequeño y disimulado color gris claro. Y el amor  en forma de polvo diminuto  que lleva el viento, y el sol hace vivo en forma de lanza que se clava sobre el techo. El espíritu de los muertos que salen por la noche está hecho de cenizas. Y algunas chozas cercanas al Monte Oku que brillan con la luna, y cobijan niños negros con ojos del color del volcán. Las raíces van hacía las cenizas, allí donde la lluvia las filtra, y de la ceniza nacen flores blancas de pétalos comestibles y olores suntuosos. Hablo de las cenizas invisibles que llevas en tus manos. Del rastro indeciso que dejan tus ligeros pies de bailarina. Las que quedan en el pan, las que al quemarse huelen com

EL MAR ME PRODUCE TRISTEZA.

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De un tiempo a esta parte me saben mal las nectarinas, los melocotones, y las ciruelas claudias. Voy con propensión al water, y es bastante maloliente, cuando lo miro el color no me gusta, es de un verde oscuro, o color pistacho, salpico muy arriba, y es bastante calamitoso pasar la escobilla, siempre quedan gotitas de mierda. Estoy llevando una estadística de lo que meo, diez veces al día, ciento veinticinco   mililitros, término medio por meada, en un día puedo mear un litro y medio, las medidas las hago en un tarro de cristal de espárragos, mirada mi orina al   trasluz parece vino fino la Ina, tiene muy buena pinta. Me encanta ir al baño y sentarme largo tiempo leyendo el periódico, pero el médico me dice que no es bueno para las almorranas, pues hay tapas de plástico que al hundirse tienen propensión a abrir el ano, lo que las prolapsa, pudiendo reventarlas, como una vez que se me reventó una y me salía la sangre por los pantalones, son muy escandalosas sangrando. Hace

SOBRE EL SUELO.

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Me había figurado luchar con el ángel, fuerte, excesivamente   enérgico, maduro, vestido con bata de boxeador. Antes habíamos vomitado cada uno por su lado. Mi ángel con ulcera de estómago sobre mi grupa asomando la cabeza por mi hombro. Cuando llegaba mi hijo, en esos instantes previos a su llegada tan agitada, el ángel se me subía a la grupa, y los dos deambulábamos con tremendos nervios en el estómago. Ni que decir tiene que mi hijo entraba sin hablar, imperante, dijéramos sospechosamente dominante y agresivo por la abstinencia. La secuencia era la usual, a mi me sujetaba por el cuello y yo balbuceaba con ese tembleque de los ancianos, el ángel me abandonaba y se subía a él, dada la parte ocupada por su brazo. He de decir que mi hijo no tenía ninguna contemplación y sospechaba que el dinero estaba cambiado de sitio, y no entraba buscando, entraba a horcajadas sobre mi cuello, donde el ángel, con sus alas debía de volar hasta los anaqueles de la cocina, cerca de un boti

ANTES.

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El epílogo es un modo de final. Tomada, a duras penas, la decisión de acabar. Arrebatos de tristeza, aún existen, a borbotones, nada lineal o uniforme que te desgaste como el mar a una piedra, (la forma de una arista es su desafío). Ya no cuento los pasos, pesadamente   en su zozobra no concluida. Nunca. La mitad de las veces con la vista fija. El total son ocho, y una encrucijada. Y de tanta dimensión que es, rebosante de vacío, por un final tan inalcanzable. Me sorprendes en plena meditación. Antes que todas las partes se pongan en marcha. En su aventura hay un riesgo meditado: dos sillas victorianas y media estatua de un rey negro. Es mucho mejor que me aprietes por la espalda, si quieres escuchar lo que se mueve. Que si te siento debajo del cielo (amplio, o eso, la inmensidad), posado sobre un extremo lejano, por un solo punto en equilibrio, como un paraguas dibujadas nubes, y azules, y un rastro de avión en dos vueltas como una filigrana. Dispuesto a oprimi

HASTA EL FIN.

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En tu compañía o en otra, me es indiferente. Entre una larga pausa, entre un extremo y otro, sintiéndome un ser anónimo. Todo lo que has sentido tú, lo que has pregonado tú, todas las frases hermosas que has hecho sin un sentido claro. Lo construido por ti, lo andado. Lo que te pareció feo o hermoso. Tu mano a veces en forma de golpe,   la ira, y en un   segundo la tierna levedad. Siempre entre un ritmo y otro ritmo, entre dos sensaciones, dos sabores, dos caricias. Entre un millón de hombres y mujeres, entre dos instantes inmediatos. Sé que al despertar retorna el vacío, y he de ordenarlo con los ojos abiertos. Entre dos miradas a lo lejos y aquí cerca. Donde mis pies reposan esperando elevarme con tu ayuda. Vuelto hacía arriba, por encima de mi rostro. Descontado todo lo intranscendente de mi, se queda sólo un resto de osadía. Reflexionando entre dos vivencias. Nada que ocultar. Donde quiera que suceda el despertar. Sólo con la longitud de mi brazo, in

LANGRANIANO.

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Después de un sueño un tanto sobresaltado, esperaba noticias sin saber a ciencia cierta, si habría originado alguna acción, o causa que ocasionase recibir noticias. Yo estaba sentado esperando un gesto de alguien, un acercamiento a mi posición típica de esperar noticias. De tanto tiempo sentado aquella mañana soleada solo podía observar cientos de gaviotas locas por sus vuelos vertiginosos, y una calle empedrada que dejaba ver al final un trozo de mar calmado. Yo sabía que era el ambiente idóneo para recibir noticias, sin, aún, saber ciertamente qué día debería suponer que fuera, indistinto para recibir noticias buenas o malas. A eso de las once de la mañana, ya subido el sol, mi sombra se había encogido y ya no tenía forma de silla con un cuerpo reposando, era sencillamente una forma geométrica que debías imaginar como mi sombra rodeando el contorno de mi cuerpo, sin más particularidades. -Fue entonces, cuando comenzó el instante que os relato.. A esa hora que comento, que vi

QUE CONOCÍ.

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Por exceso de contemplación, entre dos instantes inmediatos, puedes suponer un abismo lleno de tiempo. Algo insalvable. Por investigaciones llenas de cálculos se sabe que un momento trágico puede ser toda la vida en la plenitud de un mínimo segundo. Precipitada una hoja en silencio sobre tus pies, en un desafío. Las golondrinas que ves volar tan alto sin una ley que descifre, sus zigzag. Los recuerdos que te llevan al ser amado de hace días, cuando coges otra mano de hace años. Contemplar en soledad y esperar una sentencia imaginaria sentado sobre la piedra que más sobresale hacía el vacío. Imaginarte, el tiempo que en que los caballos blancos tenían alas, y no pesabas. Sé que el exceso de contemplación me hará sumirme con la cabeza entre mi vientre, las manos sujetando mis pies esperando un vuelco, y la sensación ingrávida en una levedad. Desde la mañana contemplo todos los sucesos, casi son toda mi vida. Una maraña de sensaciones, los abrazos, la plenitud d

Y A SALTOS VAYA EL CORAZÓN.

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Todo se basa en quitarte la sal. Sal de la boca. Sal en   el corazón. De alguna forma la sal que transpiras, dulce la piel cuando besas. Sin sal en las manos cuando te toco. El cielo limpio, sin nubes que lleven sal. Me da que desde hace horas no huelo a Mar Muerto, sin sal para las moscas, insípido para los gusanos, el dulzor de las miasmas   que se diluyen en las oquedades. Me acojo a ti que estás en esa mínima vuelta, al dar la vuelta tu espalda. Desnuda, inmaculada, inmensa como el salar de Uyuni. Mi brazo te amarra y te sujeta casi sin ver el infinito mar blanco. Tu cuello en forma de mundo redondo resbalando una gota a mi boca. Deseo buscar tu densa piel y flotar sobre el valle de tus vértebras. Entre tus piernas una salina de  sal. Tres bocanadas de aire, y volver a descansar   sobre   tu espalda, apretarte hacía mi. Para   latir más fuerte. El pan que me entregues, con dos puñados de sal. Dame tu sal en mi   boca. Y a saltos   que vaya e

SEGUNDOS.

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Deberías reflexionar si preguntas la hora a un desconocido. Ante la duda y la sorpresa lo inmediato se presenta  en forma inexacta. Entre el gesto de interpretar la pregunta y su mirada, y luego su amable contestación. Ante la duda si es cierto su tiempo marcado. Las ilusorias marcas progresivas en que él cree vivir, dando por cierto su ritmo en la vida. -Incluso, si su reloj estuviera en su pulso descompuesto, los gusanos horadando sus orbitas, existirían ciertas dudas en la certeza de su tiempo transcurrido- El que te pregona el tiempo es un iluso, no alcanzo a sonreírme por vergüenza. Debería quedarme quieto y dudar de su verdad. Otear en qué dirección me propongo el desplazamiento. A veces harto de hacer el recorrido de los olores, del tacto, de los colores, de los sabores, o por otros lados, caminos polvorientos que me llevan a colinas lejanas por varias vías y direcciones que debo elegir. Escogí hacer con mi navaja  un trozo de vara con una punta que apoyo