SIN NINGÚN FIN.
No era suficiente. A mi no me bastaba levantarme sin nada qué hacer, y estar dando vueltas mientras ella se tomaba el café y un pastelito. Luego se iba. Me asomaba a la ventana y la veía caminar de aquella forma, hasta que su cabeza se perdía en la esquina de la calle. Mi mujer se había ido a su trabajo diario, como cualquier persona muy decente. Mi ceremonia para visitar a la otra era cada dos días, cuando se llenaban mis testículos, debido a mi edad un tanto senil el llenado era lento. Hacía tiempo que el semen no me salía con forma de lombriz o ciempiés. Poner en orden cualquier cosa es sacarla de su situación ideal. Al poco rato la cosa está neurasténica e insoportable, no puede vivir la cosa. Por eso yo me duchaba cada tres días. Y en situación ideal me sentaba en el videt y con agua fría me limpiaba el glande y el culo, a lo sumo con un poco de jabón, y la toalla para secarme una y otra vez por la barriga, ingles y demás. Luego, unas gotas de perfume.