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ESTADO.

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Parecía mentira que después de tanto tiempo amando, pudiese llegar a odiar. Viendo el amanecer al lado del mar, tan sublime, diferente siempre, subiéndome aquel sopor que era el odio muy denso. A veces las gaviotas sin saber qué hacer, como un motivo de que todo era un laberinto. Y los mochuelos tan pequeños haciendo espirales sin saber que yo estaba odiando a todo lo que podía tener signos de cierta animación, odiar tanto que deseaba dar la muerte de cualquier forma permitida en que un ser vivo puede morirse. A veces al amanecer el color añil en lontananza me hace más ruin. Desplazarme hasta lugares exuberantes. Quedarme quieto mirando como el primer día de lo que me queda de vida empieza a desplazarse sobre mi.

DESEA.

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Es la gloria suprema, levantarte, descongestionar el pasillo, y en esa vuelta acordarte de que existe la cocina y de un largo sueño que aún espera que lo lleves al olvido. Contemplarte sólo en el espejo sin miedo a quedarte quieto, a la locura, sentarte en el trono de los dioses, cagar despacio porque quieres hacerlo, suave, sin prisas. Así, convencido de que tu has sido, el que ha ordenado el hermoso trance de abrir tus fauces. Celebrar la noche como prueba superada, contemplar tus restos devorados, quizás al mar, elevarte sobre tu agradable olor, hermética la linea pectinea, porque tu sentido común paradógicamente llenarse de mierda ya desea.

PRESA.

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El inmenso día, en el sentido de muy largo. Sin tener duda de tu propio calor, de tus manos, de tus pies, y el respirar, y el olor. Muda la voz, con gestos señalas. Desde el inicio del viaje, todos serán momentos de despedida, sólo con los ojos, dirás a todos que retornas, levemente, agachándote, en cuclillas, yendo en línea recta a la posición en que lloraste por primera vez. No sé por qué sólo recuerdo un día, de tantos. El día de la semana, la hora. Era el principio de lo inmenso, sin dimensiones, desde la luz hasta la oscuridad, todo el tiempo que duró el único abrazo. Luego la voz, las voces, tantas veces, hasta saber pronunciar mi nombre, y digerir mentalmente mi primera presa.

CEREMONIA.

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Otra vez lo he mirado todo: grifos, llave del gas, ventanas cerradas…, sólo una rendija de luz en la inmensidad del pasillo. Me acabo de marchar  con esa repetida extrañeza de que alguien ha quedado ahí, mirándome con sus ojos abiertos. Sabiendo, que todo es una simple duda que siempre que se me olvida el cerrarlos, y que debo volver, en una repetida ceremonia, a pasar mi mano por su cara.

LEJANÍA.

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Dentro de años, es la lejanía. Incluso. Dentro de un año. Dentro de tres semanas, o de cuatro. Sin atribuirlo a nadie en concreto. Ni tan siquiera a un extraño sueño. Real. Dentro de unos segundos, el miedo otra vez. Abrir y cerrar sin detenerte tiene su parte de vacío. Dentro de un instante otra vez -apriétame-, vuelve lo inmenso y lo percibo.

LARVAS.

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De bronce la manilla resobada. Huele la mano a rastro de metal. Abro la puerta y me siento muy lentamente en el borde de siempre, siento como la cama gime. Me voy recostando hasta encontrar la almohada. La perfección puede ser una postura de reposo. Incuestionable el ejercicio para el descanso. Lo absoluto, la huella del cuerpo, la sensación de casi ingravidez, como si no fueras responsable de ti mismo. Al abrir los ojos a la plenitud del techo. El orden anárquico de tres hendiduras en zigzag con su final trágico en una esquina. De fuera es la claridad. La ventana entreabierta. Presiento un rastro azul. En todo lo que me rodea hay desorden. Hubo otros habitantes aquí. Alguna fotografía sobre el mar. Un cuadro inclinado de un barco muy lejano, casi sin verse en su horizonte, sobre una planicie de agua imaginada gris. Dos anaqueles llenos de loza blanca, platos reclinados rodeados de coronas de flores entrelazadas. Ayer también fue aquí. Llegué de esta forma, siemp

LÍMITES.

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Estás limitado. Al este lo que quieras. Tan encogido que no ocupas. Tan románticamente libre. De tanto arrastrarme volar es una opción posible. Escuchar el viento desde las torres, como las aves de rapiña. Presentir que te deshaces, a lo diminuto con tanto silencio. Nada que no sea escuchar las campanas de la resurrección me vale. Esculpido en otro inicio, en un pez con la boca abierta.

MAS.

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Hacían panes en forma de corazón, y no se cansaban. A esas horas en que las aceras tienen reflejo de espejo, veías hombres que no sabían a dónde ir. Por el cielo, vueltas las estrellas, en su lado brillante dejaban que la noche fuera aún oscura sobre la mejor esquina para el amor, donde jurarse que toda la vida sería un beso. Por entre luces azules era como subían los sabores, fachadas repletas de gentes en sus sueños. Salí de algún lugar con los ojos cerrados sintiendo recuerdos inmediatos en mi boca. Al final, sin nada qué hacer con la mirada -cansado de recordar-. resucité al tercer día. Sin ganas de hacer nada.

CASI UN POEMA.

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de todos los pensamientos que tengas guardate tres para mi si tienes deseo recuérdeme en el vació de tu corazón esperame a que aparezca si tienes un poco de esperanza cuenta conmigo en lo más inmediato al despertarte en ese cuasi segundo estira tu mano hacía lo imaginado como si aún estuviera ahí

RECUERDOS.

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Lo que tu me apeteces, me levanto con eso al mundo de las cosas, de todo lo que tengo ordenado y desordenado, lo que cuelgo para que se vea. Entre todo debes estar tú, lo que me abriga y aprieta, mi alma fría, el cielo a veces, las nubes deshechas. Lo que tu me apeteces tiene forma de hojas, de tierra húmeda, de agua estancada, de reflejos, la forma del mar y el viento -también-. Sabes que no puedo ir sin llevarte, cuando he de hacer lo sublime, -el gesto-, simplemente erguirme después de un sueño, en un día más de suerte, levantar mi cabeza y sentir el orden de todos los recuerdos.

UN RESTO DE POEMA

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de qué país son la gente que llora tanto de qué lado el agua para llorar tanto de qué parte la sal dónde de qué parte la tristeza en tardes cálidas tardes frías de qué forma las manos sobre los ojos y el agua pantanosa sobre sus pupilas de qué lugar eres si ya no te recuerdo sobre el umbral tu sombra mis manos estiradas de dónde vienes de qué día lluvioso tan inalcanzable

TÚ.

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Nuestro primer lugar debajo de un árbol, jugando con cosas que podían dar vueltas. A veces, también redondo el sol, sulfatado de añil. Me amas porque me miras así, y en tus pupilas, existe un lugar para perderse. Lo sé. Un pantano gris lleno de tardes cálidas, y tardes frías. Mi mano te viene grande, rozar tu espalda, ser leve, permanecer casi en tu piel un instante. Nuestro segundo lugar donde atardece, sin nada qué hacer, sólo tiempo y tiempo, sin medida, acostados en el vacío lleno de equilibrio sin querer volver al país donde la gente llora.