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SUCCIONADOR.

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QUIZÁS HUBIESE SIDO DE ESTO HACE DOS AÑOS. Cuando entré en la cocina le dije aquí huele a líquido de frenos y a encerrado, y también le dije, hoy tampoco me vas a dar la teta, esto último se lo dije con ciertos arrumacos. Estaba trajinando sobre la meseta de mármol, moviendo aquellos dos rabitos del mandil que descansaban sobre su amplio culo, trajinaba y trajinaba, luego sacó de la nevera doce zanahorias, tres puerros, cuatro huevos, tres cebollas, varios brotes de coliflor,  y una fiambrera de cerámica de hígado encebollado con una leve capa blanquecina sobre su superficie, como de haber permanecido allí varias semanas, y comenzó a meterlo todo dentro de la hoya con cierto orden. Cuando acabó de poner todo en el fuego, va y me dice, vente para la silla. La silla estaba de espaldas a la ventana que reverberaba una enorme clarividencia resplandeciente, me dijo, apoya tu cabeza aquí mientras se sacaba su enorme teta izquierda, tan suave de piel como un celofán, con un gran a

LAMEDOR.

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Meditaba así a sotavento de los visillos, abultados hacía la habitación como si una figura invisible los empujara con esa forma abombada que les da vida momentánea. Ella estaba frente de mi. Me contuve mucho para no irme hacía ella, ella allí, desafiante, insultante, lo ultimo que pude verle fue la mano en su coño cogido a un puñado, diciéndome comeme aquí so maricón, hijodelagranputa, picha flácida, impotente, al fin y al cabo no dejaban de ser sus clásicas palabras de amo r. Al final no me quedaba más remedio, abarcarle su culo inmenso con mis brazos y empezar a lamer como un poseído. Siempre era igual cuando yo no podía más. Meditaba mientras lamía.

COCOROTA.

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Llevo días dándole vueltas. Yo no creía en aquella teoría de los hombres corocota de camello. Pero cuando vi a mi Agustinico por primera vez empecé a creer en aquella teoría de los abovedados con un pequeño valle entre la zona parietal y frontal del cráneo. Cuando Emerita llevaba seis meses preñada de Agustín le entraba un furor extraño coincidente con las lunas. Yo me imaginaba que lo hacía con el fin de tenerme satisfecho por el miedo a que se me subiese el semen al cerebelo y me saliese por los ojos. Pero no, era porque a ella le iba la marcha de un modo extraño. Así que nos disponíamos con un cojín gigante en forma de corazón rojo, ella en postura supina forrada la espalda completamente en pelotas y yo envergándola casi como si se la metiese por el culo. No era así. Se la metía por donde el Agustinico saldría dentro de tres meses bien contados. Y era tal la excitación, que había algo de sadismo en los tres últimos quites a vida o muerte. Tan fuertes eran los envites que

TIMÓN.

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Oh, vida. Te me haces eterna pero sé que no es así. Acabo de reclamar la vuelta de una ración de churros y tardaron como cinco minutos en devolverme cuarenta céntimos de euro. Si tiraran ese aceite del bol que los refrié por las murallas de Dubrovnik nunca serían conquistadas. El aceite de girasol tiene esa bondad en las quemaduras que tardan años luz en curar. A estas horas de la mañana del lunes les da por poner dos gardenias de Machin y qué sé yo. Por la barra se comen el chocolate a puñados, y hay como una nostalgia entre lo que parece el primer roció de una mañana de casi marzo. No sé bien por qué designios me fui con la bragueta abierta. Te mueves por las calles con azúcar en la boca y sacas la lengua y te lames. Los árboles han crecido dos palmos esta noche, y todo son figuras geométricas y errores de paralaje. Tengo la impresión de que llevo un barco por la calle y que en el timón voy yo dando tumbos, y algo me escuece en la barriga. Debo vomitar en la

COSAS Y SOLETES.

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Ella quizás no dijo nada, pero si que pensó, pensaba, recogió los canelones hacía un lado de la mesa porque no eran de su gusto, fue a la despensa y trajo dos chorizos de culero, picantónes . Ya había dejado dos patatas de spunta cortaditas en la sartén, la patata se lastimaba en el aceite hirviendo, les dio vueltas, y las patatas gritaron con más lástima. Al chorizo no le fue bien en el aceite de oliva y también gritó, llevaba un tajo en su barriguita y soltaba borbotones d e especies que agitaban un pimiento rojo carnoso, suave, y otro del piquillo verde, y tres con forma de corazoncito de lamuyo, y luego los dos huevos de pita de caleya como dos soletes soltando pompas, casi al final, se quedaron como un sol amarillo, enteritos para aplastarlos con suave pan de centeno. Y aquella sombra del vino tinto picudo reflejada sobre la mesa como un láser. Y aquella mariposa blanca que ya estaba ayer y antes de ayer y antes de ayer dando vueltas como un Sputnik. Y un poco de cl

AIRE.

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Tengo que decir que me admitieron en el hospital general por causas de alergias que se manifiestan en forma de insuficiencia respiratoria superior y ataques de asma esporádicos que cada vez se repiten con más frecuencia. Lo que me parece raro, muy raro, es que me han transferido a la unidad psiquiátrica porque me dicen que mis factores psicológicos son los que desencadenan las orígenes de mi enfermedad, llamándole patrón general de tendencia psicológica. Pero desde niña siempre mi madre me cuidó de sucesivos casos de infecciones respiratorias, tengo ese sopor aquí, esa reminiscencia a eucalipto cuando mi padre me sobaba y sobaba sobre mis tetitas el Vick VapoRub. Ahora mismo me prescriben Levalbuterol y Salbutamol que me alivian momentáneamente las molestias. Tengo que decir que desde hace dos años mi irritabilidad ha ido en aumento y me es imposible realizar con asiduidad mis labores domésticas, incluso, me veo y deseo para poder freirle dos huevos a mi marido, por mi fatiga y a

OLOR.

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Palabras de cosas . . por ejemplo: almendras. Y flores de camelias que huelen bien. Y la pasión de la carne. La arena donde el mar es limpio. Tu cuello desde este precipicio que huele a piel. Manzanas abiertas en canal como asesinadas. El musgo empapado por la lluvia. La noche llena de asfixia. El café que sale tan negro. Tu boca que aún recuerda cómo saben las cosas. Y lo del alma.

PALABRAS.

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Palabras sombrías, sin luz, palabras que cuando caminan no dejan sombra, invisibles. Esas palabras. Ver el futuro hasta un segundo, describirlo. La mano que baja por la pendiente de tu espalda sin saber el final. El oído posado para escuchar el latido de otra vida. El abrazo que te aprieta para esconder tu angustia. Y sobre todo palabras sombrías, invisibles, algunas tan mágicas, que no las olvidas nunca.

GRAVEDAD.

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Estaba también allí, tan agradable, acurrucado, que estuve toda la mañana sin nacer. No sé si a alguno de vosotros le pasó eso. Pero hay un momento en que te escupen al mundo. Es como si fueras por un tobogán. Yo lo primero que me encontré fueron tus ojos. Ya estabas allí mirándome. En ese tiempo alguien dijo, ponle el reloj a cero, y entonces empezaron mis problemas. Había una luna inmensa porque era de madrugada. Lo otro deben ser unas manos pegajosas en forma de nido, y esa sensación de que algo te atrae al principio. Cuando dijeron que la fuerza de la gravedad se trasladaba en forma de ondas, había aquella helada tan blanca, los tallos del maíz se rompían como el cristal. Cuando descubrí aquel bulto en mis ingles acababa de hacer una gran cagada, reposada, y solitaria. Cuando salí del baño, la niña estaba allí riñendo con su madre, y una bolsa de plástico llena de cosas: garbanzos, arroz, espaguetis y polvorones de la navidad. Cómo voy a decirte que yo nací el otro

WALTER.

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A Luis Walter Alvarez se le cerraron los ojos antes. Tocado con un mandil de plomo detrás de una mirilla diminuta vio el cielo grande y el resplandor enorme. No había palabras ocultas, no había palabras futuras, no había palabras de ahora para describir aquel resplandor originado por el bulto soltado por el Enola Gay. Era toda la muerte posible que se podía originar en menos de un segundo. Nunca supe si las pupilas de Walter Alvarez llevaban parte de los hermosos castaños  que bordearon el río Narcea. La luz fue enorme, tenía dentro miles de almas. Qué biografía escribir sobre las nubes. Empieza diciendo: todo estaba lleno de muerte.

EL LUGAR.

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Se lo dije el día anterior, ya sabes como se dice eso, estás cagado de miedo pero se lo dices, si vuelves a venir te descerrajo, así con todas las palabras, y lo dices mirando de frente para imponerte, no hubo mucho más porque creo que tuvo miedo y se marchó. Yo tenía una china y una negra con las tetas al aire colgadas de la pared, una decoración sencilla que a la dueña de la pensión le parecía mal, la clásica ventana sobre el lateral de la cama, la mesita con un hule carcomido y su lamparita medio quemada. Me pasaba la mayor parte del día tirado en la cama y boca arriba, o de lado mirando hacía la puerta por si fuera a abrirse de repente. Era aquel miedo. A veces sobresaltos. No se sabe por qué a los dos días entró de nuevo con su cara furibunda  como para comerte, con aquella respiración agotadora, igual que si le faltara el aire, o no hubiese suficiente en la habitación. Le dije, de aquí no sales, ya no sales nunca más, se lo dije sentándome en la cama. Recuerdo

FESTIVO.

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La claridad que entraba por entre los visillos era la de un día festivo. En todos los casos se vuelve difuminada penumbra. Yo veía su perfil dibujado porque mi cabeza estaba detrás de su pelo. Sentía su cuerpo y aquella extraña sensación de calor que me hacía acurrucarme como protegiéndome detrás de su espalda. Yo la había amado mucho. Tanto que no te puedes ni imaginar. Y ahora, mientras sentía en mi pecho el leve movimiento de su respiración pensaba por qué la estaba abraza ndo. En estas situaciones tienes que invitarte a ti mismo a la emoción. En tú memoria encuentras trozos rotos de un ánfora y empiezas el rompecabezas. Y en esta situación en que ella te está sintiendo también encajado entre sus piernas, casi inanimado, te das cuenta que no debes retroceder y empiezas ese movimiento de roce sobre su culo. Es la mecánica de lo que quedará muerto porque es pura inercia y siempre muere. Y aparece algo allí, y levantas su pierna. Y de aquella forma casi furtiva t