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Mostrando entradas de diciembre, 2017

ZEPELIN.

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Esto fue a 46 grados Norte y a 6 grados Oeste, en un lugar casi sin Nombre en donde si te fijabas mucho podías ver el mar por Viavélez,en un lugar donde la helada dejaba siempre una línea blanca casi perfecta entre la luz y la oscuridad. La capitana y la Murcia, a eso de las nueve de la mañana, tiraban de la rastra de un arado romano. Yo iba delante de guiadera, mi padre detrás dirigiendo la reja para que no arrastrase xeixos, abriendo un surco estrecho por donde mi hermana Asunta dejaba patatas cortadas revueltas en azufre a dos palmos unas de otras. Las pegas bajaban a las lombrices, los tordos en manada revoloteaban entre los brezales a unos metros llenos de flores de color vino. Todo era así, abajo el pueblo con aquel humo de las chimeneas tan recto como si llevase al cielo todas las almas en pena que habían salido por la noche. Fue a las diez el prodigio, por las laderas de Miudeira apareció aquel bicho en forma de pedrisco de huevo de aluvión de color plata, que reve

NO SÉ.

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De qué forma los días proseguirán sin ningún particular. Lleno de secretos que van contigo. Manifestándose con toda esa lentitud como si no fueran de este mundo. Por cuántos lugares que pasaste quedará albergada una parte de ti que resplandezca. Habrá ecos de tus palabras. Tu mano desgastará el mármol hasta ser perceptible una huella. Tus labios dejarán un pensamiento dentro de un ínfimo recuerdo. Se trata de una caricia, un dedo que vuela sin tocarte la piel. Para que alguien te recuerde. En un papel arrugado habrá una marca casual de tu pertenencia, algo de tus manos que fue un gesto repetido. Algo que dejas y que fue tuyo. Una esencia. En las últimas sábanas que te acogieron. Buscará alguien que te amó tu olor para percibirte. Se quedará quieto una tarde y un segundo para imaginarte. Se detendrá la angustia cuando ya no estés.