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Mostrando entradas de junio, 2021

REPTIL.

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  Cuando tenía cuatro añitos mi madre me posaba la cabeza sobre sus enormes tetas, y me quedaba dormido al instante.  Sentía aquel calor, el movimiento suave y acompasado de su respiración, el sonido de su corazón.  Recuerdo que en aquel regazo no tenía miedo a nada. -Yo estaba locamente enamorado de mi madre. -Tiempo después quedé marcado por aquella extraña anomalía. Me salió una lengua bífida, que se enrollaba en espiral sobre sí misma. Besaba siempre dos veces.  -Era un prodigio-. En condiciones normales, arrastrada por el pasillo de mi casa, medía cinco metros doscientos ocho centímetros.  En los transportes urbanos, o cualquier aglomeracion públicas, cuando estaban repletos de seres humanos, mi lengua bífida se deslizaba, aparentemente, como una rama de yedra, reptaba, elegía las hembras más apetecibles que llevasen faldas o pantalones amplios, y me deslizaba sigilosamente hasta alcanzar sus hermosos coños, para mover frenéticamente mi doble lengua en su parte más excitante y ape

LA RUTA DE LA SEDA.

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Estaba sentado allí con cara de jabalí a eso de las nueve de la noche, esperando, con dos cuartillos de vino de Pitarra. Las noches del verano vienen de no sé que lugar lejano. Ella avanzó hacía su espalda como si hubiese un terraplén, con aquel plato de canelones humeando, en equilibrio. El jabato cogió el tenedor con un puño, estilo gladiador, sin decir nada, mete uno en la boca, así caliente, casi flotando como un grumo, paladea, y le dice aquello: hija de puta, esto lo va a comer tu puta madre, ya estoy harto de decirte que los quiero muy cargados de orégano, albahaca y tomate, ni les pusiste la puta guindilla, la próxima vez te los estrello en el patio de luces -esa digamos que era una expresión coloquial de pura rutina-. El paladar es como el mar degustando aguas fecales. El jabato dominaba los gustos. Decía de coña conocer el sabor del aire puro, y el olfato de la nada. Y presagiaba en el ambiente las subidas de humedad y la electricidad estática. Pero había otro trasiego llen

LA FRAGANCIA.

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Teodoro Pelaez Artía, era un maquiavélico psicológico que destruía a todo lo que tocaba. Era de esos compañeros de oficina, “simpatiquillos”, ramplones y miserables que se ríen de todo lo vencido y apocado. Que denigran hasta lo sumo ese tipo de almas cándidas que tienen algo de Cordero Divino. En mis primeros meses de trabajo me lo había hecho pasar muy mal, con sus bromas desconsideradas, sus burlas y vejaciones. No voy a pormenorizar aquí todo lo vivido en aquellos pasillos recortados por biombos y estanterías. - Sería demasiado largo el relato para este exiguo editor de texto. -En fin. Todo tiene en esta vida su justo precio, es el fabuloso precio que vale la venganza. La idea surgió un jueves de semana santa de hace casi un año. Lo vi con su mujer en una sidrería del barrio del Montaró, sentados en una mesa del fondo. No sé si él me vio. Yo los estuve observando largo rato, y comprendí por el comportamiento de ella, por sus miradas, por su forma de gesticular, por un sexto sentido

PITCH DROP EXPERIMENT

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  EN VIVO Habitualmente miraba la paciencia que tenían las plantas para crecer tan despacio. Que paciencia tenían las piedras suaves y ovaladas para quedar así, con esa forma tan certera, entre colores disimulados de pálidos grises y blancos expectantes. Mis estados anímicos se evaluaban con frecuencias, quiero decir a intervalos o ciclos observables. Todo en el entorno era así, con cierta dificultad para el raciocinio. Sentado en una silla de mimbre sobre un balcón que daba a toda una anárquica vegetación en donde predominaba el verde del ballico y de la alfalfa, el brezo oscuro, zarzales que lo envolvían todo, y un grandioso roble de ramajes muy aplastados. Me olía a brea en aquellos instantes. Mi orín daba esa disparidad de olores, unas veces a brea recalentada, otras a un leve rastro de amoniaco, o al dulzor extraño de la maleza triturada y descompuesta recogida por los jardineros. Desde las nueve de la mañana estaba en el balcón lloviese o hiciese frío o cayese un sol abrasador. E

FUGA.

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  Tarde la observamos se movía sin saber a dónde a veces no nos dábamos cuenta que aún volviendo al mismo sitio para ella era como una fuga. Si le mirabas a los ojos nunca estaba con nosotros.

INCIENSO.

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  Ahora estoy aquí sentado sobre un escaso saliente de piedra tallada en la bóveda del ábside, al lado del presbiterio de la iglesia, mientras hacen la misa. Los vivos están ahí, pero solo pueden ver los cuervos revolotear. Están posados tras el cristal policromado de una claraboya profunda y circular que hay al fondo. Lo llevaba pensando desde hacía varios meses. Había días que lo meditaba con mucha intensidad, hasta casi llegar a la obsesión. No fue una acción repentina, algo que decides sin venir a cuento. Fueron casi dos años desde que me vino a la cabeza esa idea de acabar con todo. -Me venía aquella gran tristeza. Cuando piensas en eso, tienes algunas veces momentos de irascibilidad con los que te rodean como si los culparas, de que para ti no hay salida por ningún camino posible ni figurado. Te surgen esas reflexiones de llevarte a varios por delante. Considerando que su culpabilidad hubiera sido manifiesta, en la causa directa de tu autodestrucción. Los prolegómenos son extrañ