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Mostrando entradas de 2013

TIEMPO.

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Si te fijas, cuando me fui este mundo ya no estaba conmigo. Casi entre dos estaciones: flores recientes y hojas envejecidas. Ya no era real. Lo suave o lo rudo, la ternura, lo agrio, lo dulce, el dolor, el placer, la mano tenue, y de qué lado los sonidos ni de qué forma las cosas. Nada. Si no me encuentras para el abrazo, si no me ves, ni me sientes, cierra los ojos, recuérdeme, compareceré ante ti con la gloria que tiene la fuerza, de los brazos a veces abiertos con ese afán de apretarte. Entiéndeme. Ya debes considerarme sin tiempo, sin medida. Si te fijas, para ti, estaré en todo lo que he mirado.

HUECO.

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Concluida una historia muy larga, tantas veces a esta hora en este día, la esquina que daba a la ventana, el pan blanco, dos platos, dos vasos. De cierto no sé cuánto tiempo, viendo avecinarse el futuro, hasta que un día la casualidad se detuvo, y fue más amplia la luz, más difuminada la penumbra, más solitario el hueco, sin nada, en silencio, aquella hora repetida, miles de veces.

GARBANZO.

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El hombre que estaba presente era una institución. Después de varios intentos de suicidio mal preparados le daba por creerse inmortal. Y así lo hacía saber en las sidrerías con mucha algarabía. Se hacía llamar el inmortal de Pénjamo. A veces entraba con unas pistolas de juguete que blandía a diestro y siniestro dándoles vuelta sobre sus manos, y metiéndolas de nuevo en unas cartucheras recubiertas con papel albal. Lo normal era pedir una lata de berberechos en la propia lata y un palillero, pedir un vaso de vino y empezar a picotear igual que un pajarito, en el mismo medio de la barra, casi desierta por las mañanas, con un frió de noviembre aterrador que se notaba al abrir la puerta. Otro día se llamaba Penácaro y era saxofonista para lo cual llevaba un cepillo de barrer sobre el hombro. Lo soplaba por el mango con cierta parsimonia, pintados a bolígrafo unos agujeritos alternados por donde iba pasando los dedos según lo que se tocase. Transcurrían los días entre el se

COMO TANTAS VECES.

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Como tantas veces. Era la mano izquierda. Los verbos que empleo. La mano izquierda. Las extremidades desnudas en su afán de contacto. Pocas veces más, sin medida, al repetir: pocas veces más. Antes de olvidar no sé lo que sucede para que olvide. T iene que haber silencio, es indudable. Me lo imagino, para poder olvidar, entre el silencio. Todo lo que conozco, lo que deseo, lo que pretendo. La sensación de darme a mi mismo una orden de impulso. Parte diluyéndose del lugar de donde se olvidan las cosas. Me lo imagino, para empezar a olvidar, ha de ocurrir algo: la causa del olvido. Entre tanto silencio. Llegaste tú, tan blanda a mi contorno. Y te pusiste a respirar donde mi hombro se acaba -era para no olvidarte-. Segundos antes de que me hablaras, sentir tu vibración cerca de mi. Era para no olvidarte. En ese lugar en que todas las cosas dan vueltas, y una se queda para que la olvides para siempre. Dos veces la misma cosa, o tres. Es mucho, es demasiad

BREA.

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Con frecuencia miraba que paciencia tenían las plantas para crecer tan despacio. Que paciencia tenían las piedras suaves y ovaladas para quedar así, con esa forma tan certera entre colores disimulados de pálidos grises y blancos expectantes. Mis estados anímicos se evaluaban con frecuencias, quiero decir a intervalos o ciclos observados. Todo en el entorno era así, con cierta dificultad para el raciocinio. Sentado en una silla de mimbre sobre un balcón que daba a toda una anárquica vegetación en donde predominaba el verde ballico, el brezo oscuro, zarzales que lo envolvían todo, y una grandiosa mimosa de ramajes muy aplastados. Me olía a brea en aquellos instantes. Mi orín daba esa disparidad de olores, unas veces a brea recalentada, otras a un leve rastro de amoniaco, o al dulzor extraño de la maleza triturada y descompuesta. Desde las nueve de la mañana estaba en el balcón lloviese o hiciese frío o cayese un sol abrasador. Ella llegaba a veces. Su presenc

TARDE.

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Sobre una bóveda azulada imaginado el tiempo, en una pausa o en muchas la luz que parece quieta encima de la tarde. En los nidos hay bocas esperando. De vez en cuando volando sobre un pico llega una lombriz y el día deja de ser una aventura. Escucho los ruidos cercanos. Si transitas imagínate que detrás de cada cuatro paredes puede haber: amor, odio, sufrimiento, que puede estar surgiendo la vida o la muerte. Es indistinta la fraternidad de las ánimas de los vivos. Son nidos, y siempre habrá bocas abiertas.

MEMORIA.

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Quedará testimonio de mi. Las huellas. Un día golpeando algo contra algo. Arrastrando, hurgando. Todos los años, años anteriores, años posteriores. Me rodearon personas que también lastimé con mis dedos, y de forma indeleble, invisible, con mis actos. Testimonio en mi, en mi cuerpo, si abro las manos, si abro los ojos, y ves mis pupilas y el contorno, mi forma inclinada, los pasos asustados y difíciles. De mi no quedará nada en ti, absurda soledad de arrojarme a la calle en las mañanas abriendo una puerta. Los lugares que visito despoblados, las ruinas. Y mis pies arrastrándose desde este lugar donde empieza a perderse la memoria.

CAMINO.

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De entre todas las etapas para alejarme, recuerdo una en que me negaba a caminar. Sin mariposas, ni libélulas, las piedras y el polvo repletas de moras. Cómo podría decirte, si estás enamorado ya lo sabes. No había en lontananza la imagen necesaria, donde el camino se hiciese ilusorio, e inexistente. De tanto amor, henchido como llevaba, decidí alejarme mas y más. No sabes lo que es viajar con una carga de amor. Saber, imaginar, otro recibimiento en otra ciudad, llenos los brazos, llena la boca. Y la piel en su esplendor. -poros como volcanes plenos de furia-. El corazón repleto y a saltos bailarines: ahora en su amplitud, quieto ahora como en la muerte. Pretendía alejarme lo más posible para acercarme y cada paso mi estómago saciado, repleto de alacranes, y mi sexo humedecido por el deseo. Era caminando cada etapa de espaldas al horizonte, sin otro pensamiento que su cara en holograma. Su piel oliendo a aceites de almendra, como si

ENTRE TANTA SOLEDAD.

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Cuando todo me empezó a dar vueltas, faltaban dos minutos para la sexta década de mi vida. Percibí una intensa sensación de nausea . Y cuando quedaban apenas unos segundos para la onomástica, me cogí a la manilla de la puerta del baño, y entre tanta soledad me fui cayendo lentamente de rodillas. Quedando la mitad de mi sobre una moqueta verde oscura, y la otra mitad de mi -los pies desnudos-, sobre los azulejos blancos del baño. En ese estado nauseabundo, mi boca sobre lo mullido, mis pies descalzos soportando el frío de la piedra. Y así, entre tanta soledad. La hora por la luz, quizás medio día, por los ruidos de la calle, quizás media tarde, por la algarabía de los niños, quizás la mitad de una hora temprana. Y siempre. No sabría cómo. Entre tanta soledad. Entre tanta soledad debía decidir el rumbo. A un lado la puerta de la cocina, al otro la ventana del balcón entreabierta por la que se agitaban unos visillos blancos abatidos por el aire. Entre todo aqu

TE LO DIJE.

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Después de haber deambulado mucho tiempo. En algún momento preciso recordé que ya era la hora de darme la vuelta. Sugiere la puerta que la abras. A lo largo de todo el silencio, en su vuelta, te enseñará el espacio al que perteneces. Es sublime. De improviso no recuerdo a más de cuatro desconocidos, a más de tres conocidos. No sé si debo cerrar tras de mi todo el espacio sobrante. Y habitarme. Es muy sublime la desproporción. Dentro de mi no hay nada, fuera de mi no puedo abarcar lo que existe. Siempre la inmensidad. De un tiempo a esta parte presiento a los ácaros al entrar, cómo se esconden, inapreciables, si estuvieras tú al fondo, al lado de la cómoda, tu cabeza en forma de hormiguero, el tronco, las manos. Sublime esta percepción de ver lo microscópico. Incluso. Cómo creces desordenadamente en tu interior. - Te lo dije. Mira, te lo he dicho. Por la moqueta lo que vive al caminar suena como si pisaras nieve. Mis pies un contorno de

BESOS.

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No hubo nada de particular. Lo que llamamos silencio. Caminábamos alejándonos o acercándonos. Creo recordar el instante. Algo impreciso. Incluso, cuando su boca estaba a dos dedos de mi, en todos los sueños de las noches transcurridas, su boca tan cerca de mi de forma misteriosa. Un día, o un lunes. Hubo flores nuevas. Nos cruzamos veinte veces, y una vez coincidimos con los brazos abiertos. Estaba sobre el cielo toda la luz que ven los vivos. Sus bolsillos llenos de papeles rotos. La arrimaba contra mi. Éramos humo. Quiero decir como si no existieramos. En un péndulo de reloj dorado nuestras caras juntas por un instante. Marcando un momento. Como dije, luego fue su boca que había llegado del otro lado del mundo. He perecido, soy lo que no se abarca. Pero vuelvo a la vida los lunes, a este pasillo, sólo por celebrar un beso.

OLVIDO.

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No puedo expiar ningún pecado. Lo sensual era por obra y gracia. Y estaban aquellas flores y todo lo que era hermoso.Una ventana. El cielo irregular. Podría apretarte todos los días cuando sea domingo. Sin prisas. Y buscar nuevos enigmas debajo de la mesa. En las estanterías. Los pensamientos que nos invitan a la memoria. No hay reglas invariables en nuestras secuencias. Hace una semana otra vez aquí. Dispuestos a emprender el viaje por el mar Amarillo. Hubo una vez. Un beso. Lo recuerdo. Otra vez alas. Y otro beso. Uno diminuto y otro grande. No debo rezar en este infierno el pan nuestro. Nada nos es dado que no vaya a suceder por un designio. La soledad, no el silencio, la soledad. Otra vez las manos. Acaso, y cosas de los ojos. Cuando comprendía que era para amarnos durante un tiempo. Toda la vida, nunca. Otra vez como, así, como vienes hasta mi hombro hac

LABIOS.

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Todo se basa en la inocente ausencia. Como una cúspide apoyada sobre su parte angosta. Todos los pensamientos tienen en el recuerdo la ausencia. Y en sí. Recreada. Es como si tu mano dibujara su forma. Tan sutil. Me acoges en ti en las horas desproporcionadas en que he de mantenerme en equilibrio. En el sentimiento de ausencia no hay ninguna dicha. Se cumple la ley en todos los fenómenos inexplicados. Sin presencia absoluta. Te recreas. En todo. Con cierto dolor. S ó lo en la noche. Te percibo. Como dibujada sobre las sombras. Casi nítida. Excesivamente necesaria. En la perfección. De un dedo minúsculo recorriendo el surco de mis labios.

TU ESPALDA.

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Ves la yedra. Que me abraces de esa forma para dejar la marca, sobre la pulcra piedra. Envuelveme. Dame eso. Varias vueltas hasta el cuello. Un leve rastro para saber volver sobre mi mismo. Nunca lo inmenso. De lo lejano sólo un poco. Nada de multitudes. Tengo que saber que puedo abrir la puerta. Quiero. Tu boca abierta en un gesto dulce. Lo inmediato. Dime: voy a bajar por aquí si tú me dejas. Todo lo que es vida en esa orilla. Agua mansa como una mano lenta. De los recuerdos de sólo un segundo. Hubo un muerto. Olvidado. En este momento mismo en algún lugar. No tan lejano. Y tengo miedo de todos los segundos. Yo quiero quedarme contra tu espalda. Aun. Caliente. Escondido y cobarde. No valgo nada si no descanso sobre tu hombro. Los labios. Dando besos que desparecen en un instante. Como un secreto. Desde ese lugar hasta al otro donde tu cuerpo acaba. No hay más. Un millón d