CLAUSTRO.
Como he de deciros que incluso pensar que el universo tiene límites me da claustrofobia. Saber que viajando a esa lejanía casi infinita me encontraré con una pared quizás elástica y permeable como una pompa de jabón, y yo desesperado por salir, agitado, con los ojos desorbitados tratando de salir de lo que para mi objetividad es un espacio reducido. A qué se deberá esa angustia. -Siempre me pregunto. Estuve en mi nacimiento más tiempo de lo debido en el coño de mi madre. Folló mi padre a mi madre en el octavo mes de gestación y fue de mi observación el monstruoso capullo de mi padre acercándose hacía mi en embestidas cada vez más cercanas, expulsando aquella inmundicia lechosa cercana a mi rostro. No recuerdo que en mi pubertad me pasará ningún acontecimiento extraño como a mi hermano Demetrio, abusado por una cuidadora del Izabal, que mantenía apretada su cabeza y boca abierta sobre su coño y le decía que la lenguara como si fuera un caniche entrenado comecoños. Demetrio decrecid