Entradas

Mostrando entradas de abril, 2010

MUÑECA

Imagen
Hacía dos años que no volvía a mi casa de San Martín donde había nacido. Llevaba cerrada desde que mi última hermana se marchó de allí para siempre, hace de esto bastantes años. Cuando abres la vieja puerta de dos hojas que da a la subida del Leirón, chirría ligeramente, y aparece el pasillo de la planta superior con suelo de tabletilla sobre viguetas de madera. Delante de mí estaba aquella penumbra rota por la claridad de las cuatro habitaciones que hay a derecha e izquierda. Por la planta baja se accede desde la carretera, a través de una acera de piedra amplia. Abajo teníamos un pequeño almacén con apeos de labranza y una cuadra. No sé si vosotros habéis tenido esa sensación de volver, después de años, a la casa donde habéis nacido, jugado, vivido, amado, despertado, soñado; y todo esas sensaciones innatas de la infancia. El caso es que me embargó una extraña emoción de volver a ver todo aquello, era un recordar continuo de sensaciones que se captan con todos los sentidos; entre ale

NIDOS

Imagen
Para ser tan avanzada la primavera, no se me había dado del todo mal. Ya tenía tres nidos encontrados. Había salido de la escuela antes y procuré que nadie me siguiese.Hacía dos días había encontrado en el Cabano de Monxa, al lado del molino, uno de golondrina, grande, hecho de barro con forma de corazón y con dos agujeritos. También tenía el de zorzal trenzado entre las ramas de un cerezo de Eulogio el de Cernías, y ayer había encontrado aquel tan grande que debía de ser de carricero o petirrojo, con cuatro huevos llenos de pintas, y otros tres huevos blancos que eran los primeros de cuco. Este último estaba en el peral de Antonio el Guarda, al lado del pajar que tenía en el soto. Pasé haciendo el recorrido, mirándolos todos, comprobando que nadie los tenía localizados. El que más pena me daba era el del carricero. Mala suerte había tenido la madre. Sabía que cuando saliesen las tres crías del cuco se harían con el nido, las matarían de hambre o les picarían la cabeza. Era la ley de l

PASILLO

Imagen
Siempre pensé que eras tú. La que volvías a tocar mi puerta. Y eras tú. La que encontraba a eso de las seis de la mañana. En el fondo del pasillo. Caminando acompañada del insomnio. Estaba tan acostumbrado a ti. Sentir tus pasos era evitar la soledad. Siempre pensé que eras. La que dando la vuelta. Volvías a despertarme. Como un suceso tantas veces repetido. Nimio y normal. Y ahora que no hay esquinas. Y el pasillo está condenado. Y que la claridad de la ventana es sólo mía. Y la penumbra. Vuelvo a recordarte como algo de lo más usual que me ha pasado. De lo más aburrido que imaginaba. De lo más intranscendente. Recordar pensando que eres tú es morirse un poco. Echándote de menos. Negar la evidencia que nunca estarás ya, detrás de la puerta. Negar que nunca me hablaras de las cosas que pasan. Negar que no vuelvas a llamarme por mi nombre. Negar que te escuchara sin oírte. Echándote de más. Siempre pensé que eras tú la que hacías ruido. Ahora no hay otros sonidos. La soledad no los cont

POSICIÓN FETAL

Imagen
De una forma u otra sé que me encontrarán aquí. Ayer estuve dos horas mirando por la mirilla de la puerta de entrada, sentía acercarse unos pasos que nunca llegaban. He pasado la noche acurrucado en un pequeño cuartito que tenemos anexo al baño. Allí me mantuve expectante. No sé si he llegado a dormir algo. No lo recuerdo. Deduje por la claridad que entraba por debajo de la puerta de que el día había llegado. Y ahora estoy aquí, con la misma pesadumbre y el mismo miedo angustioso. No puedes esconderte. Aunque debas hacerlo para aumentar tus probabilidades de que se cansen de buscar; algo de lo que no tengo ni la más mínima esperanza. Ahora me encuentro en el salón. Siento ruidos en el piso de arriba, o quizás sean en el de abajo, no puedo precisar, ni analizar más de lo que mis sentidos alcanzan. Espero que llegue la noche, para volver a acurrucarme, de cuclillas, la cabeza metida entre mis brazos, y los oídos bien abiertos, hasta que retorne la claridad bajo mi puerta. Cuando me encue

NIKOLA TESLA

Imagen
Mientras estaba mirando por la ventana sentado en mi sillón, se que ha entrado otra vez a tocarme la cabeza. He sentido su mano huesuda, sus uñas largas, su olor nauseabundo. Y cuando la mano se ha retirado he tenido esa percepción extraña de poder oír los colores, poder ver los sonidos y poder sentir el sabor por la textura de las cosas que toco. De nuevo la obsesiva croquización en mi cerebro, el planteamiento esquemático, de los bocetos sobre la Electrogravitación, los cálculos resueltos sobre un encerado imaginario lleno de símbolos hechos con tiza blanca. Ayer han estado los otros aquí, revolviendo mis baúles, los sentía detrás, agitados, llevando papelazos de mi armario. Pero lo que verdaderamente me asusta es la figura extraña que retorna en la noche, cuando los ruidos de la gran avenida se hacen leves y, el trasiego por el pasillo del hotel apenas se escucha. Llevo durmiendo en este sillón varios días. Quizás he de morirme aquí, sin nada. Sólo. En esta habitación cuyo número no

PUERTA

Imagen
Ayer no estabas. Y fue como si el cielo se hubiese caído. Ayer llegué en la misma tarde que otros días. Más fría. Pero a la misma hora. Y no estabas en la puerta en que te encuentro. Miré a todos los puntos. - No había más puntos que mirar-. Y, que triste, no te encontré. Luego baje o subí, no lo sé. Caminé. Buscándote en todas las puertas abiertas. En todas las puertas cerradas. En todas las caras que se iban. Y venían. Y no hubo suerte. No estabas.

CENIZAS

Imagen
...quizás no era un domingo cuando saqué a pasear por la Playa de San Lorenzo a Poncho. Ya no suelo recordar estas cosas. Poncho es un perro labrador al que le encanta el agua del mar, chapotearse, se vuelve como loco de contento. Siempre lo olfatea todo. Empezamos a caminar en la escalera cuatro. El día estaba desapacible, con lluvia pardilla de la fina y, hacía un frío que invitaba a esconder las manos. La playa casi estaba vacía, apenas se veía gente caminando por la arena. Poncho jugueteaba delante y, yo miraba el mar que tenía unas olas grandes y continuas, casi paralelas a la ralla del horizonte. Las olas son incansables y, me ayudan a pensar. Poncho caminaba a unos veinte metros de mí, lo veía con su pelo blanco y las manchas pardas sobre su costado. Me gusta pasear cerca de las olas, sentir su ruido acompasado y, dejar pasar el tiempo por encima de mí, los pensamientos así se hacen menos preocupados y, las reflexiones parecen tomar el camino adecuado. Cuando íbamos cerca del P

CHIMENEA

Imagen
La chimenea tenía noventa y cinco metros desde el soporte base. Me dijeron: “Debes cambiar las luces fundidas de las balizas de gálibo”. Y yo que no lo sabía: “Para que las vean los aviones”, apostillaron. Y así fue que comencé a subir, con mi arnés reglamentario la escalera de gato, acojonado, mirando despacito al frente, no mirando abajo, que cada vez era más pequeñito lo que veía. No subí del todo mal. Soy razonablemente joven aún. Pero cuando estuve en la plataforma circular superior, por donde sale el penacho del humo, aquello se abatía ligeramente por el viento. Parecía imposible, pero se movía. No sé que extraña sensación me vino a la mente. Era pánico angustioso. Me tiré boca abajo en la plataforma superior hecha de tramex y, cerré los ojos. A los pocos minutos sentí las sirenas y el despliegue en la base de la chimenea. Estaban los bomberos de la factoría y, una ambulancia. Por las pequeñas rendijas de la plataforma, los observaba subir por la escalera de gato. Desde abajo me

DEMONIO

Imagen
Al levantarme siempre hago el gesto habitual de mirar por la ventana, subo dos palmos la persiana y retiro suavemente los visillos. Siempre aparece ante mí aquel banco solitario, al lado de un viejo olmo con el tallo lleno de tatuajes. Hoy he repetido el gesto, y una luz mortecina invadió la habitación despejando las sombras. Cuando mis ojos se adaptaron, lo vi allí sentado, con su rabo corvo, disimulado bajo un gabán oscuro, y sus cuernos mal adaptados a un sombrero borsalino que le caía hacían un lado. Miré brevemente su espalda y noté cómo volteaba la cabeza. Aprecié sus ojos enrojecidos y brillantes, mientras levantaba su mano para gesticularme levemente. Poco más pude hacer que vestirme. Mi voluntad estaba contrariada. Bajé. Salí a la acera y me tendió su mano. Sentí su palma fría y húmeda que me guiaba calle abajo. En este momento lo llevo a mi lado sin causar expectación por su rara vestimenta. No sé a dónde me lleva, ni cómo acabará mi día.

ALTAR

Imagen
La estancia era diáfana como si hubiera estado preparada para recibirme. No hacía ni frió ni calor entre aquellas paredes altas llenas de rosetones de colores. Había hileras de pilares cónicos que soportaban cúpulas repletas de alegorías cósmicas. El olor a incienso era fuerte y, los coros arrullaban el aire con cánticos indescriptibles. Caminaba por la nave central con las manos atadas a mi espalda, no había nadie a mi derecha ni a mi izquierda, al fondo estaba el altar. Me acerqué despacio, me quedé unos instantes delante de imágenes policromadas y, luego me arrodillé delante de un tarugo de madera, apoyando mi cabeza. Aún tuve que esperar largo tiempo la llegada del verdugo.

COMETA

Imagen
Algunas veces me creo sobre un rayo de luz, pero no lo digo a nadie. Otras veces puedo atravesar paredes, como si nada. Y para qué decírselo a alguien. Y otras tengo la capacidad de bucear por ríos profundos. Y tampoco lo cuento. He vagado por el bosque estando acostado en mi cama, pisados lechos de hojarasca y,blancas alfombras de líquenes misteriosos, que cubrían las piedras. He vagado con los lobos en las noches nevadas husmeando el ganado encerrado en las cuadras. Me he tirado desde alturas misteriosas llenas de rayos de sol y, volando sin tocar la tierra. Y no se lo cuento a nadie. He buscado el rastro de un enfermo moribundo en el hospital cercano, con un santón en la puerta. He sido un Satanás induciendo al crimen, donde el alcohol tiene una frontera imaginaria en las calles desoladas. He amenazado y, acuchillado a la mujer amada en una nimia disputa de desamor. Pero nadie se ha enterado. Estuve en las cárceles a las tres de la mañana, cuando alguien canta llorando de pena. He c

INSTANTES

Imagen
Estas situaciones deberían darnos que pensar. Son instantes. Los instantes que la plebe opina que el rey también tiene. Así de coloquial. Y el Papa. Y toda la pléyade de seres biológicamente activos. Con este simple mecanismo transformador de la básica ley de la energía, cumplimos el misterio de la existencia. Y es que este instante, es un ínterin místico, un intermedio de mi viaje a ningún lado, sentado en el inodoro de una estación de autobuses, con mi maletín lleno de bisuterías posado frente a mis pies. Fuera de este pequeño instante, esta el bullicio de gente que entra y sale, de otros que aporrean la puerta ansiosos por buscar el lugar, donde pensar un poco y aliviarse. Filosóficamente mis cinco minutos están siendo plenos, existenciales, leo las salvajadas de la puerta y, me escruto los bolsillos buscando un catálogo repetido, con fotografías de diademas para el próximo cliente, lo abro pero no lo leo, premeditadamente ya estaba destinado, a falta de papel higiénico. Hoy ha toca

LA TRIPITA

Imagen
Me dijo que se lo hiciese despacito. Eso para mi era un problema. No por que no me gustase. Es que con ese diapasón aguantaba mucho menos. A mi siempre me gustaba empezar con la boca anudando y anudando aquel cordelito de bramante y, cuando estaba todo preparado y húmedo , meter la tripita y, dar aquellos tironcitos, que eran como si dominase la situación, sin previo aviso, cuando estaba la tripita bien metida, y la postura era la adecuada, entonces el tironcito, entre violento y suave, moviéndome un poco hacia los lados, como le gustaba, y siempre susurrándole, cosas del día, mirándole a los ojos, sin mayor importancia, preguntándole cómo lo quería, como lo deseaba, para que entendiese que lo hacía para ayudarle a sentir toda la amplitud de la tripita. Muchas veces ella me cogía por atrás para darme más ímpetu, aumentar el ritmo, como ansiosa y, yo me sentía pequeñito, de tan amplia y lubricada como estaba, a decir verdad era muy suave, era como si me deslizase por la más entrañable v

ESCALERA

Imagen
Me giré para contemplarme sobre el espejo del portal. Era el gesto habitual siempre que entraba. Mirarme. Y seguir por las escaleras. No suelo coger el ascensor por mi claustrofobia eterna. Cuando comencé a caminar hacia el cuarto noté que alguien iba delante de mí, sentía sus pasos, parecían los tacos de una mujer. En el primer descansillo me paré unos instantes y aquellos pasos también pararon. Me pareció extraño. Seguí subiendo y los pasos se reiniciaron delante de mí. Sin duda eran tacones de mujer. Me paré de nuevo y los tacos también pararon. Qué extraño era todo aquello. Cuando llegué al cuarto B, donde vivo, los tacones sonaron sobre el quinto piso. Quiero decir que mi bloque es de ocho plantas. Metí la llave en mi puerta y la volví a sacar de la cerradura preso de la duda. Qué raro todo. Proseguí subiendo, me paré en el sexto, en el séptimo, y los tacos pararon igualmente. Sabía que en el rellano sobre el octavo encontraría aquella mujer. Allí solo estaba la caja de ascensores

ALMOHADA

Imagen
La silla en que me siento a tú lado ya está desgastada. Me gusta llegar rápido a casa para contemplarte, y poder darte besos. No quiero que llegue el atardecer y que estés sola. Ha sido tanto tiempo juntos, tanta pelea, que ahora eres como mi brazo, como mi pierna, o como mi corazón. Pero estoy tan triste porque creo que sufres y no te mereces esto. Y estoy triste porque no sabes quién soy, quien te aprieta la mano, quien te limpia la frente. La silla en que me siento al lado de la cabecera de tú cama ya está gastada, algo sucia, de cuando aún podía reclinarte sobre almohadas, ponerte en postura de ser humano, alargarte cucharaditas de papilla de niño. Pero ahora, cada vez que te contemplo entubada, con ese cansado respirar que te ata a lo que la vida significa, me da tanta pena que mis ojos intentan perderse en la penumbra de la habitación, tratando de no contemplar nada. O quedarme dormido a tú lado, sintiendo que aún palpitas, que aún desprendes calor, que tú vegetación es extrema

BUITRES

Imagen
Siempre que a Prudencio le tocaba segar la Avena Fatua por la primera quincena de Mayo. Se marchaba muy temprano de casa montado sobre la Casta, una vieja mula de carga y un macho primerizo que le llevaba las viandas y los apeos para la jornada. Cuando salió de San Martín el día apenas clareaba. El Macho iba atado al rabo de la Casta, rezongando y de mala gana. Cuando el sol ya estaba subido sobre el pico del Texo, ya veían la pradera verde y amplia. Su marca comunal era la más lejana, así que iban atravesando aquel campo verde como si fueran flotando sobre un mar de pequeñas hojas dejando un rastro de tallos doblados. Cuando llegaron al roble de marca descargó la mula y el macho, sacó la bota de vino de las alforjas y la sumergió hasta la mitad en la torrentera del Foxo, por donde bajaba el agua fría y cristalina. Las alforjas de las viandas las colgó de una gabita del roble, y a los animales, con cuerda larga, al mismo tallo. Montó la guadaña, la afiló y comenzó con la primera hilera

HOTEL

Imagen
Nada puede ser tan sutil como un ataque de melancolía. Llega tan despacio, tan apático, tan fatigado, tan lleno de sopor acumulativo, que va creciendo como las dunas del desierto. Esta melancolía de la que te hablo está reservada a los mortales como yo, dejándonos el alma al descubierto como los pechos de los santos parroquiales, para que la lluvia los azote, para que el viento los roce con su penoso silbido, para que el sol los diluya en las tardes de solano. Pero a los melancólicos nos gusta la oscuridad, escuchar en el lecho que el tiempo no pasa, para que el pensamiento no sea medido y pueda viajar recreándose entre la escasa claridad de las cortinas, entre el abismo del techo y mis ojos abiertos como puños, o entre mis ojos y el cristal reflejado como una mueca viviente en la pared. Y es que hoy debo acordarme de ti otra vez, de una hora cualquiera entre las interminables horas en que descubrías mi cuerpo, entre todos los cuerpos moribundos y, te quedabas aquí, tan feliz, a mi la

MIGAS

Imagen
La mirada bovina de el lo inunda todo. Las cuatro paredes son su imperio. Ahora mismo se pavonea delante de un espejo con sus muecas, levantando pesos ficticios que casi tocan el techo. Hoy ha sacado los tanques al pasillo, y allí no se mueve ni dios. En la habitación del niño el escalextric se ha parado. Ella bambolea la fregona sobre el suelo húmedo de la cocina, vigilando por la rendija de la puerta sus movimientos cargados de ira. Camina descalzo, el pijama abierto, la barriga dispuesta para chocar en una marcación, gritando su fuerza animal, y la grandeza de sus fracasados proyectos. Hoy no habrá paz, ella lo sabe y ; piensa cómo pasar lo mejor posible la noche, mientras recoge las migas de pan sobre la mesa.

OLORES

Imagen
Mi padre queda en el pajar destilando orujo. Cuando marchamos de allí mi hermana y yo olían las uvas machacadas, el sarmiento, el roble quemado, y las manzanas maduras colocadas sobre la hierba seca. Bajamos corriendo por el prado hasta la compuerta de riego. Ahora veíamos el río Navia a nuestro mismo nivel totalmente manso, como si sobre su superficie hubiese papeles de celofán moviéndose lentamente. Bajamos la compuerta de madera, y el agua dejó de entrar en el canal con apenas medio metro de altura, luego abrimos un pequeño aliviadero al nivel del fondo, y una torrentera en forma de coleta empezó a bajar prado abajo. Cuando el agua fue disminuyendo de nivel comenzamos a ver sus lomos plateados moviéndose al trasluz, y cuando ya no hubo agua, las cinco truchas movían desesperadas su cola, abriendo una y otra vez la boca buscando el aire. Allí donde estábamos empezaba a olerse la madera podre de la ribera, y ahora el río tenía un tono verde y estaba completamente plano. Las truchas

MANOS

Imagen
En el hospital he tomado una actitud calmada y racional hacia mis problemas; reconozco que no tengo ninguna razón para sentirme así por los gérmenes, ya se que era de tontos lavarse tantas veces las manos, aunque sigo sintiéndome muy a disgusto si no lo hago. Se que me están analizando una y otra vez para descubrirme posibles sentimientos de culpa. Me dicen, habla, cuéntanos cosas que se te ocurran, y yo qué se que les cuento: imágenes desprovistas de sentido, emociones usuales de cómo cambio de jabones, pensamientos desordenados de antes de dormirme, recuerdos de la infancia, sentimientos que me abordan con frecuencia, y los olores que descubro una y otra vez en mis manos. Aparentemente creo que he disminuido la frecuencia de los enjuagues. Me han dicho que no de la mano a nadie. Si quito mis guantes casi veo las venas de mis palmas, de tantas veces que las restriego bajo el agua. Pero, a pesar de todo, sé que aun existen gérmenes entre mis dedos, los siento desplazarse por mis yemas,