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Mostrando entradas de noviembre, 2011

Y SIN AMARNOS.

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                                                  Algunas veces la mañana no sabe a nada.                             Tú ahí, yo aquí, y sin amarnos. Si se cumple la disposición electrónica de Bohr   y los cuantos de Planck, en realidad no nos tocamos nunca, flotamos sobre lo que vive. Como consecuencia, piensa que pudieran ser una ilusión nuestros besos, o la sensación cálida de tus manos tocando las mías entre otras manos quizás desconocidas. Sí, sí… (eso, que cuando me acerco a ti es tu piel  que me envuelve y me quita la tristeza). Yo puedo suponer lo que estás haciendo tú ahora. Pero no es una certeza: ni sé si estás feliz, ni si estás triste, sólo ocurre que te vienes con insistencia a mi memoria. También es una certeza falsa que si te miro a los ojos pueda imaginarme, con cierta exactitud, lo que estás pensando: si piensas en mí, si acaso no piensas, si no piensas en nada. Supones que eres inmediato, en este (.) punto, que no es igual a este otro (.), aunque lo parezca. Los sep

-CLIC,CLIC,CLIC.

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-Clic clic clic . -Es un sonido- Medias de red, medias con costura y ese trocito de carne que queda hasta las bragas; medias caladas negras llenas de filigranas, algunas al estilo pantys repletas de vivos colores hasta la rajita; las medias térmicas no me gustan parecen sin señas de piel; ligueros voluptuosos que se enganchan en un precipicio circense a extravagantes medias medio auto sujetas que denotan el atrevimiento inmediato de otras manos; las medias antiembólicas, ni verlas, son el desastre de la irracionalidad y una foto perdida; las medias superxesis siempre llevan el encanto de una portadora juvenil y tienen algo de virginal en lo que esconden; los leotardos son de extrema necesidad y me imaginan el polvo del camionero que va a Lesaka a por un cargamento de piezas de motor de automóvil. Podría relataros lo de las braguitas. Debajo braguitas de todos los colores, debajo de las medias, sobre las medias, sin medias; escondiendo el tarrito de miel, el cuenco de mermelada, el c

ENSOÑACIÓN.

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    Este poema abstenerse de leerlo en público con música de acompañamiento. (Derechos muy reservados…) Antes de las diez de la noche, a finales de noviembre. Es imposible acercarse -ni a una millonésima siquiera-, de lo que es la sensación de ser inexistente. Para cenar me hice una tortilla de jamón. Los huevos eran muy amarillos, y al batirlos se me quedó aquella espumita en el punto ciego de los ojos. Así (tan sólo), pensaba en ti cuando hacía una tortilla de jamón: En cómo sería tú espalda desnuda. En cómo sería mi viejo pecho sobre tú espalda desnuda. La luz de la cocina era tan artificial, que en el techo parecía que se reflejaba el Mar de la Serenidad en la cara blanca de la luna. La tortilla era sólo para mí, de apenas dos dedos de cerdo. Pero cuando me rozaba sobre tú espalda estábamos los dos, tan apretados. Me apetecía morder tú nuca en plan rabioso, y hacértelo por atrás, abiertas tus piernas, mientras tú me dabas la boca, así de grande; y tu le

COLCHÓN.

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Si vas a comprar un colchón y te regalan una paletilla de cerdo, nunca dormirás bien, el colchón lo han hecho los chinos. Si llegas a casa y Ella está haciendo unos calamares en su tinta, mientras te espera y está de espaldas y sientes ese vacío en el pasillo, y ese olor que te repugna huye, debes irte antes de que vayas abofetearla. Ni pizca de  amor. En un colchón hecho con sufrimiento no se descansa bien. No hay términos medios,  a veces, los presentimientos se cumplen. Nunca trates de explicarte el infinito, ni las calles que te reciben llenas de vacío todo  estaba antes dentro de la creación antes de hacerte a ti el vacío quizás no  te habías dado cuenta. Si has cerrado la puerta detrás sólo dejando ausencia y desamor dejando el aire que se queda no vuelvas, simplemente escóndete no vuelvas a mirar sus ojos, por si te arrepientes, te convertirás  en estatua de sal. Ya sabes todos tenemos suficiente espacio para deambular y apretar las manos. Piensa que el infinito no existe todo

DIGO.

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Iba de babuino con el pelo agrisado peinado hacía atrás y una buena capa de gomina fijadora de espuma, bien definidos los rizos por mi parte frontal. En aquellos momentos se me pasó por la cabeza aplicarme el número de Dunbar, dentro de la tipología social, relacionándome con todos los congéneres que bajaban y subían por el Paseo de los Olvidados. Y elucubraba. Era esa capacidad que tenemos los monicacos sociales para interpretar el entorno a través de los símbolos. El exceso de información creo que está degradando nuestra capacidad de relación. Somos simples saltos condicionales de unos a otros. Me puse a pensar: Dibuja en un folio ciento cuarenta y nueve círculos de color azul y uno de color rojo, y únelos en todas sus posibilidades con una línea: desde ti a ellos, entre ellos, y desde ellos a ti. Verás que las capacidades de tus relaciones inmediatas son exponenciales. Y otro hace lo mismo en otro folio, y cada folio se une a su vez con una línea, y así pudiera ser hasta el mis

SOSPECHAR QUE YA ESTÁS MUERTO.

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Esto fue al final del todo. Yo estaba en el suelo porque circunstancialmente me había caído de la cama. Quiero decir que estaba equidistante de todo menos de la cama. Si estiraba mi mano aún podía asirme al colchón por el borde superior, digo asirme, no en el sentido de apoyarme para elevarme, sino en el sentido de asirme para poder intentar elevar mi cabeza. También gritaba orientando mi boca indistintamente hacía los lados, con el fin de que los posibles gritos que saliesen de mi garganta pudieran ser escuchados hacia el norte, hacia el este y hacía el oeste; el sur no era dominado aún debido al escaso margen que dejaba mi cuello para poder girar en esta dirección. En mi suave caída hasta la alfombra había arrastrado las sábanas y el cobertor quedando las mismas sobre mi, lo que impedía que la brisa que entraba por la ventana entreabierta enfriase mi piel desnuda, sintiendo sólo la frialdad por la parte de mi cuerpo apoyada en las baldosas. De encima de la cama sentía unos rugidos c

AMÉN.

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No hay nada malo en contagiarse la pena, en contagiarse enfermedades de la piel, y el odio, o el amor si luego, sabes deshacerte de ello con facilidad. No hay nada malo en recorrer el camino que baja sobre ti, y abrirte y buscarte y luego levantar los ojos para ver sobre tu cara cómo te sienta, incluso, si no te sienta bien cuando te beso del revés preguntarte cuál es el camino para que cierres los ojos con ternura, diciéndome que me quieres, levemente con tus labios. Y volver. A ciencia cierta volver como siempre y entrar de espaldas dentro del portal, muy cansado contagiado un  poco más. Si hay algo malo es que no te perdonen por las ofensas amén, por los crímenes que cometes con el pensamiento, por los actos impuros que dejaste de cometer, incluso, desear vírgenes impúberes, transoceánicas, cuerpos blancos, cuerpos rosas, niñas con ojos de color añil. El crimen más grandioso, desear que fusilen a alguien, y tenerlo veinte años esperando a que llame a su puerta el confesor, y el coc

AL ABRIGO DE LA LUNA.

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Me había dado por creer en esas emisoras de radio que sólo emiten un sonido inicial de caja de música y luego números machaconamente repetidos. Creía también en lo que llamaban la impregnación del amor o el odio que queda en los lugares habitados de seres que se habían ido. En las figuras de niebla entre la penumbra de las estancias cerradas. En la levitación de objetos. En los males de las miradas. En no tocar ciertas manos, ciertos hombros. Llevaba años con esa sensación de que nunca estaba sólo, cuando en realidad sólo estaba mi cuerpo y el silencio, que no es del todo silencio. -¿Tener que creer en lo que no existe es una consecuencia del desencanto? Había muchas veces pequeñas estampillas como sellos de grandes de la Virgen de Regla perdidas entre las sábanas. Intentaba disimular en sus actos su obsesión por la santería. Más de una vez la había cogido en sus murmuraciones ceremoniales, a lo boca cerrada, mientras trajinaba por la casa. Sus caderas eran como las laderas sofoca

PARA RECONOCERME.

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Había supuesto que si Plotomeo tuviera razón el sol no alumbraría diferente. Ni los días serían distintos ni con distinta luz. Ni las noches diferentes miradas desde un precipicio. En el fondo, a mi me horroriza que si desaparezco nadie pregunte por mi, cualquier día, a cualquier hora, mientras la tierra está en un stop. Había supuesto que con lo que cuestan cuatro tornillos Allen del Curiosity que se va a Marte, podría vivir toda mi vida con cierta opulencia, sin rasgarme las vestiduras en los supermercados. Había supuesto que si los representantes del pueblo escogidos democráticamente no me hubieran fichado, para estrujarme siempre, podría vivir sin sobresaltos angustiosos. Que haya poetas cursi no me importa, que el 90% de la población haga algún día un poema tampoco, que describan que el aire es una caricia, cuando es fétido, tampoco y cosas del corazón y del alma tampoco. Yo sólo deseo que si aparezco muerto haya alguien para reconocerme.

SEGUNDOS POR SALTAR.

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-Cómo hacer que hoy un recuerdo sea una ilusión. -En ese instante en que  cada uno de nosotros aprendemos a caminar dicen que una garza blanca agita sus alas entre los juncos  del río Zambeze para aprender a volar. Yo no tenía una edad conveniente, si hubiera andado a gatas me hubiera desplazado lo mismo. Conveniente en el sentido de lo oportuno, en ese instante en que por una vez, levanté mis manos, y luego pude desencorvar  mi débil cuello para mirar al cielo. Una primera vez me desplazaba, y había un hueco de espacio entre mis piernas, un primer espacio para sonreír por un fenómeno  imposible, de ver lo de atrás, otro lugar al que volver a visitar, tan inmediato, y no olvidarlo, tenerlo es los recuerdos. De otra forma no podría ser, que todo se hubiera movido, un poco de aire tan sólo, tan ínfimo soplo aplastándolo todo, todo el aire por mi leve movimiento. (He de decir lo que alguien dijo, lo de la mariposa del invierno con sus alas muy anchas, agitándose). Y los colores no eran t

DESPERTADO.

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La épica no existe. Ayer dejé la mesa sin recoger. Eso fue ayer, no sé desde qué hora. Alguien predijo este momento, volver a entrar, y ver la mesa en ese estado. No hay nada más hermoso que levantarse medio muerto, medio dormido. Nada más hermoso que dudar quién te contiene. Instantes de incertidumbre, casi flotando, sin reconocer la vida. Mucho más allá distingo la ventana, y es una osadía  quebrar el instante. Nunca más será el regreso a esta noche en la que no recuerdo haber  soñado. Si pudiera darme la vuelta, imaginariamente, recorrer lo recorrido, volver al claustro, como si ninguna vez me hubiera despertado.

Y FRÍO.

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Me puedes decir que todo es todo, que lo inmenso se establece cuando quieres describir la libertad. Que  son influencias de este mundo el que te puedas quedar callado, cálido aún, en medio de la penumbra. Y que por si acaso, para que sea llevadero, te hablan del dolor como algo pasajero, e inmediato, que debes estar preparado para regresar al silencio. Ya desde siempre. Abiertas todas las puertas. Estando ya desestimado, inexistente, y frío.