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NOCHE.

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  Si me abres en dos encontrarás poco. Hay cosas. A veces me sorprendo cuando me miro allí, por dentro. No deja de haber otro animal que me devora. Y también te digo. Otras veces por la noche viene un duende a interrogarme. No me duermo. Y no me duermo. Espero. Viene a darle vueltas a la vida, como repasando. El animal siempre está allí es un demonio diciéndote que a lo de atrás no le des vueltas. Para lo de adelante, que vendrá si hay suerte, vete razonando según llegue. Luego. A las seis en punto de la mañana llega ese camión sonando a viejo, a cansado. Todos los días. Quejándose. Y a un poco más de las seis también está la luz, como una anunciación, la persiana empieza escribir rayas de caligrafía sobre la pared. Y me digo, he llegado hasta aquí. No te imaginas el esfuerzo. Lo que es otro día. Despido al animal. Le manifiesto. Casi le ordeno. Vete a dormir. Ahí dentro, donde puedas acurrucarte. He de estirarme, como en un impulso. A veces pienso que nos movemos por inercia. Y vamos

VIDA.

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Tuvo que ser en primavera cuando le dije que la amaba. Después de dieciocho años de aguantarnos, voy y se lo digo: -pues, oyes, te quiero. Yo no tenía nada ya que hacer cuando ella se iba a trabajar, las hojas de los geranios seguían creciendo y dando flores en el balcón, la vida seguía sucediendo, por ejemplo, aquellos grandes camiones de reparto de cerveza que venían bufando a primera hora. A veces los niños con su griterío, imbéciles siempre, ya con depresión el mayor, llena de manías la más pequeña. Harto de todo los dejaba solos cuando no tenían escuela, y bajaba a tomar un café a la Solana. Al volver, al abrir la puerta, todo aquello, el olor, los gritos de la menor y todos los platos para lavar. No sé si le dije que la quería sin darme cuenta. Ahora mismo no recuerdo si fue en primavera,o quizás esta misma mañana antes de irse a trabajar.