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Mostrando entradas de 2012

EL TAQUILLÓN.

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Me entra tú cuñado Julián como un perro de presa, tiene cara de mastín rapado con ese anillado a lo cerdo fociquero que se puso en la nariz, y me dice lo de que era tonto con diploma, oyes a mi tú no me faltes, tú cuñado va de listo o le remueve tú hermana el espíritu de mal fario, sí sí sí, y también te digo que a mi tú hermana Brígida, la de Francia, me lo dijo claro, y tú que eres la hermana mayor también, tan claro como el agua, pásate por casa del tío Pablo y pon en el Cero para vender los muebles de nogal, así fue como se me dijo, textual, y tú que eres la mayor, y mi parienta, deberías de poner orden. -Me repateáis. Yo no soy ningún chorizo; chorizos en tú puta familia de ovejos. Yo a casa de tú tío Pablo entré dos veces: una cuando lo encontraron muerto, y otra cuando fui para poner el anuncio para vender la cómoda y los dos armarios de la habitación grande, el resto se lo llevó todo el mastín, chica, si no dejó ni un triste vaso para beber agua; arramp

ES UNA GUARRADA.

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T engo una prótesis de cadera, dos puntadas en el promontorio del isquion. Doce fistulas interesfinterianas, sin abuso de terceros. Por decir algo para este medio poema. No me vengas con vaginitis. Apriétame. Sácame la leche. Otros vivos se encaminan sin tropiezos. Marchar, no. Mejor quedarse. Ninguna aventura baldía, nada. ¿Cuántos instantes antes del silencio total? ¿Toda reflexión implica pararse para pensar? Paseate con el dedo por todos los acontecimientos recientes, no encontrarás uno saludable. Y por qué todo aquí entre mis manos, sin poder hacer nada, hablando y hablando. Hablándome. Antes de ayer estaba en la misma posición, y ayer. No sé en qué tiempo debo decir amor. Las pequeñas pausas me desconciertan. Cómo van a proseguir después. Con qué tema. A veces me quedaba en la cocina después de tomarme un café con leche, la radio puesta y la cabeza entre las manos, y los codos apoyados en el mármol de la mesa. Me daba que pensar, un día

EN UN SANTIAMÉN.

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A veces en la escuela allá por noviembre encendían una estufa en forma de tubo, y de la estufa también salía un tubo en forma de tubo mas estrecho, y el tubo subía recto, luego se curvaba e iba recto otras vez a través de un cristal. A veces quemábamos leña de roble y olía a árbol duro, a árbol que tuvo miedo. El maestro olía a antibiótico y a cuarterón. Cuando me daba una hostia en la cara no recuerdo a qué le olía su mano, veía las estrellas. Dictaba el maestro trabalenguas, de esos que la lengua no sabe a qué atenerse y hay que aguzar mucho el sentido del oído. A veces yo tenía dos gomas, una blanca y otra azul que ponían Milán, y colocaba una goma encima de la otra, y como en el borde de la mesa había una curva me ponía a jugar como a camiones cargados de fruta, y arrumbaba, mientras el humo, ahora, casi trasparente se iba para el cielo llevando todos mis pensamientos. Yo me veo así, flotando, desde un lugar que me huele a pulpa machacada, y este recuerdo

FORMA DESPROPORCIONADA.

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He cambiado tantas veces de refugio por la esperanza de llegar siempre a pie. La misma ciudad conocida más allá, sin una descripción exacta. A veces el sueño me viene en esta postura de codos apoyados, las grandes dimensiones a una distancia de un brazo de unas migas de pan. A la inmensidad le cuesta entrar en ti, de alguna forma en mi, sea de noche, sea de día, el otoño ruega por nosotros en su sacrificio todo derramado sobre la tierra, el frío azul tan lejano, la pútrida hojarasca hacía el negro, las manos frías envueltas en si mismas. Hay flores abiertas, olvidadas, que nos miran, y si te das la vuelta, dan la vuelta. Gorriones que aprendieron a picotear sobre el asfalto diminutos guijarros , llenos de hambre. La inmensidad es demasiado, incluso para la muerte de los patriotas, de alguna forma, de alguna forma desproporcionada. Nuestro encuentro a las catorce horas de resucitar. Yo soy el que va conmigo y contigo en compañía. Alejar

POST MERÍDIEM

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La lagartija, partida en dos, moviéndose las dos partes. La lagartija sin cola en línea recta sin timón. La larga colita dando tumbos algunas veces avanzaba. La larga vara de avellano con un leve rastro de sangre fría esperando la decisión. La parte de la lagartija que tenía cabeza y vida, impulsando la cola unos metros sobre la hojarasca, esperando que sus movimientos fueran a menos, como así fueron a mucho menos, hasta que casi no fueron nada, en un gesto curvo su espera. Lo abandoné todo y proseguí. Yo veía el sol en todo posado, y apreciaba las sombras en todo lo que estaba a merced del sol. De una forma u otra la ladera era entorno a un monte descarnado a veces, otras veces lleno de brezos con insectos de muchas clases, haciendo volanderas sobre flores del color del vino. No sabía que había salido de dónde. Ahora lo recuerdo. No sabía si subir o bajar o ir hacía los lados, no sabía si al tomar una dirección cualquiera retornaría al lugar original. La la

VALGA LA REDUNDANCIA.

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El sacerdote había apoyado la cabeza sobre mi hombro. De mediana edad, vestido a la antigua usanza, desprendía cierto aroma no identificado, podría ser como un leve rastro de olor a tabaco, o a detergente. Aquella postura que en un principio me parecía con cierta sensación deshonesta se me hizo pasajera cuando empecé con mi catarsis, hablándole de mi adicción al Facebook. En principio el no entendía mucho, me susurró, sí, claro, he oído hablar sobre las redes sociales, sí. Luego le comenté mi dependencia desmesurada a estar delante del ordenador viendo como pasaban imágenes, comentarios, argumentos a comentarios, mi estado casi de excitación cuando me aparecían mensajes privados. También le comenté que mi adicción se había pasado al móvil, en todos los sitios y lugares estaba pendiente de lo que por allí circulaba, si era referente a mi o referente a otros. En fin, mi conclusión para que el padre lo comprendiese con un dato estadístico fue el decirle: mire, de un día co

RAZONABLE.

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No es que en la garganta te sientas atragantado por los cojones. Sólo regurgitas ciertas palabras de amor un tanto olvidadas. Un extremo era estable, el otro también. Por el medio muchas turbulencias. Recorrimos juntos la millonésima parte de un Meridiano. Pero un día que hablábamos de geodesia. -a las 2.280 horas de habernos conocido-, fue aquella mirada sublime por lo turbia. En las cosas del espíritu no caben los ejemplos. Y además hacía frío sobre los estómagos. Hoy es el día internacional de la de Dios y su Madre, en el sentido de la Inmensidad. Hablo del día deslucido por la certeza de que ya no me amas. Lo sé. Abreviando. Ni un milímetro de mi piel te resulta diferente, no hay recodos, ni pliegues que ya no reconozcas, ni pensamientos que no detectes, ni intenciones que no descubras. Hoy, en aquel estado en que me dejaste, cuasi erecto, apoyadas tus manos sobre mi pecho, ni un tanto así de la danza del velo, ni un poco así como un

RASTROS.

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Fuera de mi rastro para la vuelta, he de recordar. Todo lo que significa la supervivencia, la lucha que mina mi entendimiento. Sobre mi van tres, con sus formas de interpretar atardeceres, y otro que me dice que sea un asesino, otro aplicado en ser práctico. Me he dado la vuelta hacía detrás de mi. Perseguido aún por alguien que se esconde en mi misma dirección de marcha. ¿Cuántos personajes para poder ser yo, como algo definitivo? Implorando que al asomarme al espejo no me quede quieto en la huida, como ayer. Me apiado de lo que repta hacía un lugar desconocido. No sé muy bien si el sol será bueno para su camino, o la lluvia también, o el exceso de vegetación también. De todos los que van en mi hay uno obsesionado por el fuego, se queda hipnotizado. Hay otro torturador que cuando pisa lo diminuto restriega con el pie dos veces sobre las losas. A veces me confunde algo invisible que tiene pretensiones de amor, ve amor en todo, en todos los sucesos cruen

DE LO QUE ESTÁ MUERTO.

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De lo que aún queda. Del resto incruento, con cuya diferencia se hace lo absoluto. Un ejemplo importante del espíritu es la ceniza, todo está incluido allí, incluso el espíritu de los árboles, lo que fue solemne ante tus ojos y endeble bajo el fuego. En la ceniza están los pensamientos, de un pequeño y disimulado color gris claro. Y el amor  en forma de polvo diminuto  que lleva el viento, y el sol hace vivo en forma de lanza que se clava sobre el techo. El espíritu de los muertos que salen por la noche está hecho de cenizas. Y algunas chozas cercanas al Monte Oku que brillan con la luna, y cobijan niños negros con ojos del color del volcán. Las raíces van hacía las cenizas, allí donde la lluvia las filtra, y de la ceniza nacen flores blancas de pétalos comestibles y olores suntuosos. Hablo de las cenizas invisibles que llevas en tus manos. Del rastro indeciso que dejan tus ligeros pies de bailarina. Las que quedan en el pan, las que al quemarse huelen com

EL MAR ME PRODUCE TRISTEZA.

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De un tiempo a esta parte me saben mal las nectarinas, los melocotones, y las ciruelas claudias. Voy con propensión al water, y es bastante maloliente, cuando lo miro el color no me gusta, es de un verde oscuro, o color pistacho, salpico muy arriba, y es bastante calamitoso pasar la escobilla, siempre quedan gotitas de mierda. Estoy llevando una estadística de lo que meo, diez veces al día, ciento veinticinco   mililitros, término medio por meada, en un día puedo mear un litro y medio, las medidas las hago en un tarro de cristal de espárragos, mirada mi orina al   trasluz parece vino fino la Ina, tiene muy buena pinta. Me encanta ir al baño y sentarme largo tiempo leyendo el periódico, pero el médico me dice que no es bueno para las almorranas, pues hay tapas de plástico que al hundirse tienen propensión a abrir el ano, lo que las prolapsa, pudiendo reventarlas, como una vez que se me reventó una y me salía la sangre por los pantalones, son muy escandalosas sangrando. Hace

SOBRE EL SUELO.

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Me había figurado luchar con el ángel, fuerte, excesivamente   enérgico, maduro, vestido con bata de boxeador. Antes habíamos vomitado cada uno por su lado. Mi ángel con ulcera de estómago sobre mi grupa asomando la cabeza por mi hombro. Cuando llegaba mi hijo, en esos instantes previos a su llegada tan agitada, el ángel se me subía a la grupa, y los dos deambulábamos con tremendos nervios en el estómago. Ni que decir tiene que mi hijo entraba sin hablar, imperante, dijéramos sospechosamente dominante y agresivo por la abstinencia. La secuencia era la usual, a mi me sujetaba por el cuello y yo balbuceaba con ese tembleque de los ancianos, el ángel me abandonaba y se subía a él, dada la parte ocupada por su brazo. He de decir que mi hijo no tenía ninguna contemplación y sospechaba que el dinero estaba cambiado de sitio, y no entraba buscando, entraba a horcajadas sobre mi cuello, donde el ángel, con sus alas debía de volar hasta los anaqueles de la cocina, cerca de un boti

ANTES.

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El epílogo es un modo de final. Tomada, a duras penas, la decisión de acabar. Arrebatos de tristeza, aún existen, a borbotones, nada lineal o uniforme que te desgaste como el mar a una piedra, (la forma de una arista es su desafío). Ya no cuento los pasos, pesadamente   en su zozobra no concluida. Nunca. La mitad de las veces con la vista fija. El total son ocho, y una encrucijada. Y de tanta dimensión que es, rebosante de vacío, por un final tan inalcanzable. Me sorprendes en plena meditación. Antes que todas las partes se pongan en marcha. En su aventura hay un riesgo meditado: dos sillas victorianas y media estatua de un rey negro. Es mucho mejor que me aprietes por la espalda, si quieres escuchar lo que se mueve. Que si te siento debajo del cielo (amplio, o eso, la inmensidad), posado sobre un extremo lejano, por un solo punto en equilibrio, como un paraguas dibujadas nubes, y azules, y un rastro de avión en dos vueltas como una filigrana. Dispuesto a oprimi

HASTA EL FIN.

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En tu compañía o en otra, me es indiferente. Entre una larga pausa, entre un extremo y otro, sintiéndome un ser anónimo. Todo lo que has sentido tú, lo que has pregonado tú, todas las frases hermosas que has hecho sin un sentido claro. Lo construido por ti, lo andado. Lo que te pareció feo o hermoso. Tu mano a veces en forma de golpe,   la ira, y en un   segundo la tierna levedad. Siempre entre un ritmo y otro ritmo, entre dos sensaciones, dos sabores, dos caricias. Entre un millón de hombres y mujeres, entre dos instantes inmediatos. Sé que al despertar retorna el vacío, y he de ordenarlo con los ojos abiertos. Entre dos miradas a lo lejos y aquí cerca. Donde mis pies reposan esperando elevarme con tu ayuda. Vuelto hacía arriba, por encima de mi rostro. Descontado todo lo intranscendente de mi, se queda sólo un resto de osadía. Reflexionando entre dos vivencias. Nada que ocultar. Donde quiera que suceda el despertar. Sólo con la longitud de mi brazo, in

LANGRANIANO.

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Después de un sueño un tanto sobresaltado, esperaba noticias sin saber a ciencia cierta, si habría originado alguna acción, o causa que ocasionase recibir noticias. Yo estaba sentado esperando un gesto de alguien, un acercamiento a mi posición típica de esperar noticias. De tanto tiempo sentado aquella mañana soleada solo podía observar cientos de gaviotas locas por sus vuelos vertiginosos, y una calle empedrada que dejaba ver al final un trozo de mar calmado. Yo sabía que era el ambiente idóneo para recibir noticias, sin, aún, saber ciertamente qué día debería suponer que fuera, indistinto para recibir noticias buenas o malas. A eso de las once de la mañana, ya subido el sol, mi sombra se había encogido y ya no tenía forma de silla con un cuerpo reposando, era sencillamente una forma geométrica que debías imaginar como mi sombra rodeando el contorno de mi cuerpo, sin más particularidades. -Fue entonces, cuando comenzó el instante que os relato.. A esa hora que comento, que vi