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Mostrando entradas de agosto, 2021

PAISANOS.

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  La verdad que ahora ya no encuentras mucha gente que quiera trabajar. La juventud cambió. Quiere dedicarse a otras cosas más livianas, que no requieran mucho esfuerzo. Ahora la juventud anda más por las ramas, con la paga semanal y eso. Mucho botellón, mucho TikTok, o ganarse unos euros a tokens de wifi con un vibrador en la xarda, o por el culo arriba, que lo mismo da. Es difícil encontrar buenos profesionales. Qué te digo yo, por ejemplo: caldereros, soldadores TIG, fresadores, albañiles, buenos azulejistas, electrónicos, mecánicos, programadores de java, especelistas en PLC, encofradores, tuberos, deliniantes con CAD, mira podría estar así veinte minutos poniendo profesiones, y na, no encuentras ni uno, y ya no te digo cosas sensibles, un buen escritor, un buen poeta, es que no encuentras, y ya te digo, que te lo digo, incluso pagando bien. Bueno y un mamandurria que te haga una buena mamada, ya para qué, o uno que sepa comer un coño bien comido, también, para que, no hay, está el

EXISTENCIA.

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Puedo decirlo con cierta garantía de acertar. Estaba subiendo un montículo apoyado en mi vara de abedul. El camino amplio algunas veces, se estrechaba otras tantas veces, a los lados zarzales y brezo lleno de flores del color del vino. Podría encontrarme en cualquier lugar de la montaña próxima a no sé dónde, tampoco es que me importase mucho. Sabía de sobra que buscar dos existencias de una sola era posible. Demostrado con un ciempiés que huía hacia una piedra plana retocada en su día con un cincel en forma de rueda para un molino. -Sí. Antes de que entrase en su cueva llena de oscuridad, pude ponerle el pico de mi vara sobre su columna vertebral, con tanta suerte que eran simétricas las dos partes. Y allí otra vez el fenómeno. Habría por un lado cuarenta y ocho pies y por el otro cincuenta y dos pies. Aquí las cosas no cambiaron en la separación de las dos existencias, si en la forma; las dos partes se enroscaban sobre sí mismas como haciendo un nudo lleno de existencia. Cómo fue el

CLAUSTRO.

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Como he de deciros que incluso pensar que el universo tiene límites me da claustrofobia.  Saber que viajando a esa lejanía casi infinita me encontraré con una pared quizás elástica y permeable como una pompa de jabón, y yo desesperado por salir, agitado, con los ojos desorbitados tratando de salir de lo que para mi objetividad es un espacio reducido. A qué se deberá esa angustia. -Siempre me pregunto.  Estuve en mi nacimiento más tiempo de lo debido en el coño de mi madre.  Folló mi padre a mi madre en el octavo mes de gestación y fue de mi observación el monstruoso capullo de mi padre acercándose hacía mi en embestidas cada vez más cercanas, expulsando aquella inmundicia lechosa cercana a mi rostro. No recuerdo que en mi pubertad me pasará ningún acontecimiento extraño como a mi hermano Demetrio, abusado por una cuidadora del Izabal, que mantenía apretada su cabeza y boca abierta  sobre su coño y le decía que la lenguara como si fuera un caniche entrenado comecoños.  Demetrio decrecid

ESQUEMA PARA UN CORTO.

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  Yo por un ventanuco mirando al camino y al valle. Aquella capa de niebla al ras del verde como una gorra inmensa, y aquella mañana el azul tan amplio de abril sobre mis ojos de niño. Yo sentía aquel ritmo y los cantes, las palmas pegando a una caja de madera, las voces de dolor de una mujer. Pasaban para el Suco dos bueyes madrugadores del Loiras, y se desgañitaban los gallos de la Pacita en la parte baja del páramo casi aparecido en la penumbra con un rastro blanco de escarcha. Iba a ser grandioso el amanecer. Plencio vino boca arriba, se deslizó suave entre aquellos esfuerzos de estreñida que hizo la sufrida madre. Fue un impulso extraño, el último vahído que disparó a Plencio encogido por las dos vueltas de los pelos del coño sobre el cuello que lo encorvaron hacia atrás para casi desnucarlo. Fueron prontas las manos callosas de la Mariona que lo cogió casi al vuelo desenvainnándolo de la pelambrera, girándolo tres veces entre los gritos de aquel mal chingado. Del fondo de las hoj

COSAS.

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El sentido de la orientación es muy importante, luego la gravedad, poder desplazarte, saber por qué tienes que irte, o volver. Mover el pulgar y el índice para coger cosas doblarte para aliviar el dolor, pasar tu mano leve en ese instante, mesurar el daño de las palabras, no sentir que nada separa las paredes de tu estómago. Volver aquel cuento de amor: ...hubo una vez una vez una historia llena de prisa. Tropezar lo mínimo contra los límites impuestos. Aún recibir misivas en tu lugar de reposo. A veces dar muchas vueltas y vueltas para que el mismo lugar te parezca desconocido. De cualquier forma que te apasiones, en un día débil, no sentir el vértigo del abismo, sobre ese filo tan delgado, volver a tu camino recto y plano, y darte la vuelta cuando pronuncien tu nombre.

CRISPR.

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  Ayer me pedí al Amazón el Gene Knockout Kit, el de la versión dos. Que me le estoy haciendo cambios a la vida, que a mis años me voy a ser aun biohacker de cojones. Le hago un CRISPR al que se me ponga por delante, ya te digo yo que si me volviera de veinte años ya iba a ver tábanos en las vacas por la Forca, o por los prados de Darías. Mis ratinas y cabañesas mutadas, sin una puta mosca chupadora, y que se lo hago a mi sobrina Dorita  para aumentarle la inteligencia que no se centra, y lo que quieras tú, como un sastre, te corto por aquí, y te sueldo por allá en el ADN, y te cambio, y de puto bruto te hago finolis. Se lo dije a mi Patuka, cojo de laboratorio la mesa de la habitación que da al patio de luces de Sonia, que hasta noviembre está libre. Por Magalux anda la pobre en los apartahoteles. -Lo malo es ese hijoputa. Ya os lo digo, por la mañana me da la luz, y la mesa con hule es amplia. Pero me sale el Cuatriya a mirarme con mis probetas, y se me pone con el dedo en la sien a

OTOÑO.

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  Con mi Abigail cuando el 22 de septiembre empezaba el otoño. Algunas veces por la emoción le decía que la quería del todo. Abi, si es que te quiero. Estaba tan salido que me corrí fuera, pero le dije: te quiero igual, aunque el placer fue el mismo que si hubiera meado después de una curva, con los niños en el coche, y tú mirando por la ventanilla del retrovisor por si me atropellaban.  -Así es que. Al día siguiente no tuve más remedio que ir de Eso. Iba muy nervioso por casualidad, en mis espaldas llevaba unos ojos como si fuera a cometer un pecado mortal. Y subí entre dos botellas de butano que había en el portal: flores de plástico en unas mactas superfértiles, olor a cocido de garbanzos, y una bicicleta coja sin las rueda de atrás. De tan negra que eras solo me di cuenta de sus ojos. Miraban así de blanco hacia los lados, a izquierda y derecha el blanco de sus ojos. En el medio de la habitación una fontana árabe de chorro ladeado, un bidet. La penumbra escasa desde el patio que da

MICROONDAS.

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  Yo delante del microondas no me pongo. No se te ocurra ponerte delante de un microondas cuando calientas por las mañanas el café con leche, ponte a un lado. Luego sales a la calle con pensamientos extraños. Hoy llevo unas pocas de microondas. Ondas onduladas a no sé qué frecuencia. -Compulsivo estoy con la economía, hasta llegar al Banco del parque. -El Banco de todos. Moodys te pone la nota y te jodes. Yo me abstraigo. Por las mañanas del domingo hay un largo paseo lleno de botellas vacías y desperdicios por el suelo. Huele a todo lo que dejó la noche. Unos jóvenes con las piernas largas se descubren. Ahora me huele a pócimas, mi olfato tiene secuelas como si todo fuera con sabores de pólvora dentro de una mecha lenta.  Nubes a borbotones por los flancos del mar, a derecha e izquierda en algún sitio, nacidas, sopladas por el viento (podría dedicarme  a adivinar sus formas). A los ancianos nos sobra la noche y nos pica la polla, y vamos sobreexcitados moviendo las venas de un lado y

COLAS.

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Fue un acontecimiento en una fecha cualquiera. Era la cola de marzo del 2018, recuerdo la nuca de Ella, dispuesta, a unos ocho metros de la ventanilla, un martes, circunstancialmente gris. Una serpiente de cola, unos instantes de vida. Fueron muchas más colas, más de cien metros, mucho más. Otros meses. Nos fuimos enamorando perdidamente. Colas por septiembre arriba. Y en diciembre, poco antes de navidades, en otra cola nos dieron comida. Con el paso del tiempo decidimos en que cola existir por unas horas. Nuestro espacio se redujo, rozaba su culo, pasitos cortos, tan arrimado. Colas  muy largas, sin asientos, cabezas por delante cabezas por detrás. Ella. Apretaba el bolso sobre su corazón. Yo me apretaba contra su espalda.

EL ALMA DE LOS CERDOS.

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La gente del lugar aún recuerda el caso -no sé si leyenda-, del capador de Duernas. Benancio Apaiña Sueiras, natural del Fornelo, con una casa al lado de la comarcal que baja hasta Lugo, cerca de la iglesia de Xoan Alto, con cuatro pilares para el cabanon del pollo, y dos campanas medianas para tocar a muerto, al que dicen que le cayó un rayo y quedó una campana milagrosa derretida en forma de corazón de la Virgen Santísima. También decían que esta iglesia era de parada obligada para la Santa Compaña, que de la cubierta de bigas y cerchas de madera alguno se ahorcaba para demostración de que seguía vivo al aflojarse la corredera por sí mismo, bajarse, y seguir camino. -- Muchos feligreses los vieron ir avantando al camino. Por marzo casi vencido, Apaiña empezaba la ronda. Salía con el atadillo de badana de Duernas e iba de pueblo en pueblo por Chamoso, San Pedro, Quintas, Lousada, San Martin, y todos los que había entre Fornos y Cainzo, y alguno más que se me queda. De noviembre a Feb

LIMBO DE LOS JUSTOS.

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  Esta es una de esas historias que suelen suceder por la mañanas. -Una historia banal, quizás, de uno de tantos seres insignificantes, que existirán en muy pocos recuerdos hasta difuminarse. Esta mañana me levanté y todo me daba vueltas. Mover la cabeza lo más mínimo sobre la almohada era como si todo se me cayese encima. Una sensación de náusea completa, y muchas ganas de vomitar. En esos instantes no sabía, no podía determinar las causas de aquel repentino ataque unos segundos después de despertarme. Me imaginé un sin fin de enfermedades, desde las más simples hasta las más complejas e irresolubles. Creo que estuve en esa postura unas cuatro horas, desde las siete hasta las once, estático, sin moverme lo más mínimo, mirando al techo. Si me movía era todo repetido, parecía que se caía otra vez todo sobre mí, con aquellas vueltas que no parecían terminar. Cuando me levanté, a eso de las once, tuve la impresión de que todos aquellos síntomas me habían desaparecido.Aparte de un mal recu

AGUA.

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Para aquel – como decía uno que era poeta-, que al nacer se supuso lleno de calor con esa tierna elasticidad y esa blandura de lo primigenio, sobre unas manos, arropado por el calor de una cálida estancia diminuta.  Todo lo vegetal que nace también es así, blando y agitado por el viento, desde el mismo instante en que ves un mínimo punto germinado. Todo va desde la blandura a lo reseco y duro.  No sé por qué cuestión, el desintegrarse pasa por esa etapa, que si te fijas, vuelve a ser frágil porque no tenemos nada de agua dentro de nosotros mismos. El fenómeno en sí es el agua. Yo te decía. Nos acercamos el uno al otro. Tú la mitad del camino. Yo dos pasos más. Y me das la necesaria mano. O me das un beso necesario. O me acercas tu piel por la parte baja de los ojos. Y quizás, así, tan íntimamente, me venga ese olor tuyo a varias gotas de perfume, o lo característico de cada uno de nosotros, para reconocernos cerrados los ojos.  El reconocernos por el olor es un instinto casi olvidado.

AZAR

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Existe la creencia popular de que todos los hechos que nos suceden ocurren por una secuencia continuada y suave de acontecimientos temporales. Salvo los accidentes o incidentes que obedecen a la quimera del destino, y son repentinos como una losa de piedra que nos cae encima sometida a la gravedad. -Mi teoría indica que no es cierto. Por supuesto, no intentaré imponer mi nueva elucubración filosófica. Soy un simple mortal que acaba de entrar en una sidrería acompañado de unos amigos con estos pensamientos sublimes en la cabeza.  Pero como sigo pensando, mientras percibo el agradable olor del serrín de pino, y la humedad de los restos de sidra escanciada encharcada sobre el suelo. Considero que el modelo científico del Big Bang no es una casualidad. No se puso en marcha por si solo. Hubo un instante o miles de millones de instantes infinitesimales significativamente coincidentes en esa singularidad paradójica. Esto se puede extrapolar a cualquier suceso. La teoría matemática del caos ap

CÁSTULA.

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  Mi tía Cástula paso a ser hortensia, fréjol, nabo, patata temprana, tomate cherry, y demás cosas típicas de la huerta, un año después de que mi madre esparciese sus cenizas en el huerto que teníamos debajo de la carretera, donde también había tres mimosas que por febrero te dejaban un dulzor extraño, muy intenso. Sabes, entonces yo pensé para mí que la tía Cástula también debería ser un poco mimosa, aquel año de primeros de este siglo en el que nunca se acabó el mundo, que las mimosas dejaron aquel olor tan profundo que olían desde el río que iba por allí abajo, tan hermoso, como cubierto por una capa de plata. Yo estuve en Penairada ayer por la tarde, me dio por ir en la línea que después de tantos años, sigue parando delante del Parroquiano, tapado por la yedra que parece devorarlo. El parroquiano aún tiene aquella chapona redonda que pone teléfono, y un letrero azul oscuro desencalado que ponía guano y enseres. De allí a la casa de los Carteros sigue habiendo unos doscientos metro

MAR.

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De algún lugar una radio suena muy alta. También siento las palomas que vienen a la ventana con su zureo dando vueltas sobre  sí  mismas. Algunas veces los sonidos te atan a los lugares, te hacen familiar la sucesión de las horas como si propusieran que no olvidaras aún que la vida está ahí. Ayer por la tarde nos leyeron aquello. Tocaban poemas. Hubo una poetisa que empezó a caminar hacia el mar y se ahogó. Jesús caminó como levitando sobre las aguas, y dicen que sigue vivo. Son cosas que pasan. La vida es así. Me dicen, si no te vas a levantar déjanos sacarte la sábana de abajo. Me da que les huele. Y me empujan media vuelta hacía un lado, media vuelta hacía al otro, y por un instante de costado. Vienen dos que pasan todas las mañanas con su uniforme azul claro. Me han empujado algo hacia la ventana y por un instante he visto cuatro cristales con ese vaho de humedad, casi difuminado en su contorno. He adivinado un día claro. Ayer me leyeron un poema y me dijeron que se había muerto as

HUESOS.

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  Con Teo que estaba allí a pedradas a un bote de callos de aquellos de Louro de Porriño, que aventaba si acertaba, y como mi padre estaba ocupado con una escalera de gabito,  poniendo el póster del gordo desnudo dentro de una barrica de cervezas el Aguila Negra, la cerveza con poca espuma, como puxarra, en el Bar La General. Yo oteaba de mi padre un cinturón amplio con una evilla de la legión que le había regalado a la licencia Porfirio el Atrevido, cabo de la legión en Mehala, Marruecos, con aquel aguilucho rectangular espatarrado en cruceta a lo X, que si te pillaba a la primera te dejaba marcado el culo, o donde fuese, las alas de bronce por dos semanas o más. -Yo le decía al Teo que huyéramos. Con ocho años o así, si nos poníamos a correr ya no nos veías al momento, porque parecía imposible como podíamos dar aquellos brincos por un carrero llenos de raíces de higuera que tenían miedo a meterse en la tierra. Huir era como una evasión llena de vida y de aventura. Aquel día cerca del