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PROLEGÓMENOS.

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  Estoy casi seguro que la intenté matar porque no me la quiso chupar. Había confianza. Si había que decir las cosas, nos las decíamos. Teníamos una ardilla en una jaula que lo llenaba todo de muecas y amor. Dos abanicos en la pared. Y cuando le bajé la cabeza me dijo: huele que apesta. En esa postura es un ajusticiamiento. Me debieras amar a pesar de todo, so cerda. Así le dije, so cerda. Yo llevaba días sin tener nada que hacer. En la pared teníamos una litografía de Sorolla con señores muy ricos pasando un día en la playa. Sobre la mesa del salón otra jaula con un canario, y una pecera con un pez negro de un lejano lago africano. Le dije. Ya estoy harto de comerte el coño, sin recibir ninguna recompensa. Así fue como empezamos a discutir. Luego intenté follarla a la fuerza, pero ella no quería. So cerda le volví a decir. Luego aquello fue a mas. Mi intención era matarla, pero no pude esta vez.