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EL ROBLE.

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  La mala suerte de aquel roble que unos garrulos cortaban con una moto sierra, mientras chupaban cigarros sin sacarlos de  la boca, allí estaba, según se salía de la casa de ancianos La Mansión del Retiro. El último vendaval del martes pasado hizo lo suyo derribando solo dos ramas, agotadas,  con alguna filosera -se había pensado que aquel roble altivo podía -ahí donde los ves-, ser un asesino en serie de gentes mayores. Una monja de Valdevimbre -una hospitalaria llamada Sor Benita-, venía a cada uno para que atrasásemos la hora, cogiéndonos el pulso. Mi reloj era de esos digitales, y, sabes, como para meter yo la uña en aquellos botoncitos, que no podía con ellos, quiero decir. Lo de cambiar la hora para estos años es un tanto simbólico,podría decirse que filosófico,  una hora adelante o una hora hacia atrás nos daba un poco demás, salvo que la Sor nos decía el interés de las papillas a las horas adecuadas, no fuesen a suceder cosas extrañas por lo digestivo a destiempo. La monja, jo

ÁRBOL.

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  La mala suerte de aquel árbol que unos garrulos cortaban con una moto sierra, mientras chupaban cigarros en la boca, según se salía de la casa de ancianos La Mansión del Retiro. El último vendaval del martes pasado hizo lo suyo derribando solo dos ramas -se había pensado que aquel roble podía -ahí donde los ves-, ser un asesino de gente mayor. Una monja de Valdevimbre -una hospitalaria llamada Sor Benita-, venía a cada uno para que atrasásemos la hora, cogiéndonos el pulso. Mi reloj era de esos digitales, y, sabes, como para meter yo la uña en aquellos botoncitos, que no podía con ellos, quiero decir. Lo de cambiar la hora para estos años es un tanto simbólico, una hora adelante o una hora hacia atrás nos daba un poco demás, salvo que la Sor nos decía el interés de las papillas a las horas adecuadas, no fuesen a suceder cosas extrañas por lo digestivo. La monja, joven aún, me olía a no sé qué, un perfume de esos sin llamar mucho la atención, al nenuco de toda la vida, y cuando s