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Mostrando entradas de julio, 2021

CHARLOTTE.

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La sesión de las nueve por febrero era con esa sensación de prisa. Acababa sobre las once en aquel cine que llamaban de arte y ensayo, en las épocas del Ogro, un poco más arriba, al final de una cuesta que daba al mar. Casi lleno el cine para ver El portero de Noche por tercera vez, me acuerdo, un sábado del setenta y seis. Salía la baraúnda silenciosa entre aquella humedad que subía del puerto, allí abajo algunas luces con el va y ven, entre la hilera de pesqueros. Mi Shiva de los cuatro brazos era Charlotte Rampling con aquella mirada hermosa y penetrante. Aquel sábado de febrero siempre lo recuerdo por aquella humedad tan penetrante incluso para huesos llenos de vida. Subí por la avenida Donoso arriba y aún miraban dentro de mi los ojos de Charlotte que a mi me parecían tan expresivos como si me hablaran. Mi padre de aquella llevaba tres años con Alzheimer y mi madre y yo a veces estábamos llenos de desesperación. Vivíamos en una casa de planta baja mucho más arriba de acabarse Don

OZONO.

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  Ya te digo que a mí los pensamientos me hablan. Que para estas cosas los pensamientos pensados no son buenos, que mejor que te vayan diciendo lo que tienes que hacer. Hace cuatro días en el Ferry que venía de Tanger me encontré al Terracillos. Traía la cara reventada. Por lo visto las ponedoras que vendió en el Barrage resultaron ser la mayoría gallos y ni un puto huevo en seis meses. Los moros estaban desesperados, y le dieron de hostias para cobrar en especies. -Mi estrategia de vendedor es lo que te digo. La estrategia es que no hay estrategias, pero mientras me la sacudo en un lavabo de mala muerte, reflexiono sobre cuántas veces me la habré sacudido para que la última gota no me importunase con esa desagradable humedad en los calzoncillos. Mi singularidad consiste en vender ozonocizadores, mi jefe de zona me ha desplazado de las granjas de cerdos, de las grandes ponedoras, de las grandes cárceles de chinchillas hasta esta Avenida de Juan Ribera, y como tal me dispongo a ozonizar

TONTINES.

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  Siempre es lo mismo, todo el mundo con esa sensación de que el cielo es un ente abstracto, está allí, con aquella frase tan manida sobre un ser querido que quiso marcharse, quizás harto de estar aquí, diciendo eso, sí,sí, ...de en cualquier lugar que tú estés me seguirás siempre, o mirando al cielo como si allí arriba hubiese una estancia blanca donde todas las almas buenas, estuviesen ululando beatíficamente con unos quimonos blancos, todo blanco como el algodón, así de blanco, flotando sobre nubes como esas que ves cuando vas en un avión para Benidorm. La única verdad de todo esto es que en realidad Julián Duba Etermin aquel hijo de puta estaba en el puto infierno, quemándose eternamente, sin nadie saber que el infierno sí que es verdad que existe, y que está en el núcleo interno de la tierra a unas temperaturas aproximadas de cuatro mil grados centígrados.  En realidad, yo del cielo no sé nada. Ni quién ha ido allí, ni si puedes mirar hacía allí pensando que ese ser amado te vigil

PUNTO Y FINAL.

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VÍA LÁCTEA

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  Todo cálculo era una casualidad porque cuando salían era como una nube que tapaba más aún la penumbra de la noche. Que los murciélagos estaban allí dentro era un hecho, no uno solo, más de trescientos acaso, quién sabía cuántos había... De la tarde de agosto quedaba un mínimo espacio hacia la oscuridad, luego vendría ese azul tirando a negro previo a la oscuridad completa, y al esplendor de la vía láctea, un brazo alargado que se se veía posado sobre el cielo. Quizás nosotros estábamos en ese microscópico punto viendo aquella cercanía de otros mundos que pasaban sobre nuestras cabezas. Os digo que en la cueva del Demonio habría muchos más de trescientos murciélagos. Es un decir la cantidad. Lo bueno es que tenían que salir hacía la Ribera, una vaguada larga antes del pueblo que estaba al fondo, con solo unas cuantas bombillas amarillentas como luciérnagas. Nosotros éramos seis adolescentes con ramas de abedul, ramas altas y tupidas, manejables en nuestras manos para agitarlas, todos