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Mostrando entradas de 2023

OBJETO.

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  El hecho fue que subía el cabrero Damián Hueso, llevando el rebaño por las Riscadas, debajo de la loma del Vallical cuando vio el objeto, según nos dijo, resguardado entre unos matorrales de carrascal y coscoja, y antes del bulto, muchos rebrotes de tomillos y espliegos, que lo hacían pasar desapercibido. El bulto era un paralelepípedo de formas perfectas y muy hermético, del que se había desprendido la pieza que adjunto fotografiada, adosada, por la forma irregular que faltaba en uno de los lados del paralelepípedo. Damián guardó su secreto hasta el final. Dejando a las cabras sueltas, arriesgándose a alimañas, bajó a avisar a la pareja, y la pareja vino a mí que llevo veinte años siendo relojero en este pueblo llamado Torrijas del Infantado, por la zona de Calomarde, por Teruel. Con la pareja también subió Genario Puertos, el boticario ocasional de la Royuela, que también visita nuestro pueblo dos días a la semana y aquel día coincidió. Subimos con buen paso por un sendero que Dami

EL EYACULADOR.

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  Siempre le decía: "Necesito rozarme contra algo suave y lo más suave que tengo cerca eres tú." No pienses por lo más mínimo que quiero eyacular, porque hace tiempo que no eyaculo. Después de decírselo, notaba que a ella no le gustaba lo que le decía como diálogo para comunicarnos. A veces tenía suerte o le daba pena, se levantaba la falda, se bajaba las bragas y se sujetaba con las manos a la meseta de mármol de la cocina, poniéndome su espalda y su culo desnudos, entonces yo la rozaba con mi miembro casi flácido una y otra vez. "Qué paciencia tenía ella", pensaba para mí. Eyacular, nunca eyaculaba. Ya no recuerdo cuándo fue la última vez que eyaculé ni siquiera unas leves gotitas, y además ahora está ese olor fuerte a algas marinas, como solo lo sueltan las pollas de los viejos. Entiendo que a ella le repugnase, lo entiendo. Por eso yo admiraba su fortaleza, su sacrificio, por mantener en pie el Sagrado Vínculo del Matrimonio. Cuando ocurrían estos sucesos en lo

TOCAYO.

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  Ahora sé, en estos tiempos modernos, que hay alguien que se llama como yo: Desiderio Artiaz Pérez, natural de Bembibre León, que vive en algún tercer piso a la derecha. La calle no importa. Por lo que puedo inferir, este individuo aún no ha fallecido y aparentemente se dedica a labores relacionadas con el campo, siendo en general, por un suponer, una buena persona. Tampoco me preocupa otro Desiderio Artiaz Pérez, natural de La Grajuela, que vive en una casa de planta baja en la calle Oronal de dicho pueblo. Según deduzco, tiene una pequeña herrería y fragua, donde se dedica a la fabricación de navajas de todo tipo, como tranchetes, lenguas de vaca, sevillanas, jerezanas y otras que son de su propia invención y no se encuentran en refraneros ni sucesos. Este Artiaz tampoco me parece alguien de mal augurio. El que sí merece ser llamado un desgraciado hijo de puta, es este Desiderio Artiaz Pérez que aparece aquí, dos páginas después de lo que Google muestra como resultado principal, com

PIEDRA.

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  Habíamos arrimado la piedra elegida, muy plana, que tenía forma de triángulo. Una de las esquinas era angosta, las otras de forma redonda y suave. Pesaba muchísimo sobre nuestros seis brazos que la erguían a duras penas. De niños jugábamos a ver que pasaba. El futuro era el próximo segundo, que debería existir de forma somera e intangible. Las dudas se resolvían al instante, como si el tiempo tuviera esa linealidad infinita, y en realidad no existiera. En el monte, desde aquella atalaya, las suaves colinas no tenían final. Desde aquella altura, sobre el fondo del valle se veía el camino como una serpiente que se acercaba al abismo, lleno de colores, manchas adornadas sobre el rosado y el magenta, el blanco del brezo, o los xestales amarillos que lo cubrían todo con una hermosa anarquía. Jugábamos contra la luz para ver el secreto de sus colores, y sentir el sonido del agua, tan salvaje, deshaciéndose en espuma desde la altura de los peñascos del Xistral. La gran piedra era la cau

LA COSITA.

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  Hoy, después de una noche en la que no dormiría ni dos horas, me encuentro en un estado lamentable. Si fuera un objeto, diría que estoy apoyado por su vértice, con una gran inestabilidad dentro del espacio que me rodea. A veces me doy cuenta de que mi estado mental no está nada bien. Son momentos en los que parte de mí se vanagloria de una gran lucidez, y me observa. Comprueba situaciones recientes, actos que realizo sin ningún control, solamente con cierta censura por mi parte, para pasar desapercibido si soy observado. Son casi compulsivas en mí las ceremonias. Situaciones que si no realizo, enfermizamente, pienso que en la siguiente e inmediata parte temporal de mi vida tendré mala suerte, incluso pensando que por hechos indeterminados no seguiré vivo. Es esta una parte de que mi "controlador" certero me dice que no me encuentro bien. Lo otro son las obsesiones, los pensamientos horribles de hechos que podría llegar a realizar, los actos compulsivos si me encuentro a gr

OTRO.

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  A veces en los estados de catatonia inerte con mi Danita me pongo tierno, pero lleno de sospechas. Venimos a veces de un sábado para un domingo sin nada que nos acucie, haciéndonos entre sí guarradas de todo tipo, en el sentido de compartir lo del cuerpo y lo del alma, con mucha intensidad, pero con poco amor. De qué forma has de saciarte dentro de la monotonía. Yo muy propenso a las arritmias ventriculares, me había dado un movimiento armónico en el corazón. Ese vuelco que hace para sentarse, o como si se sentara unos instantes, así quieto, que parece que de ahí no sales con vida. Mi manía de olerla me daba sorpresas impredecibles. Por el cuello y los hombros era una pradera como a hierba seca, por decir algo hermoso, o como si estuviera llena de azafrán. Luego lo que pudieses imaginarte, fragancias del tipo que la imaginación pudiese dar su nombre, "ambrosiaco", aliáceo, caprino, impuro, y pútrido, nauseabundo a ocle marino según bajabas a su coño. Luego alguna sensación

EL NOMBRE.

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El sentido de la orientación es muy importante. Luego dominar la fuerza de la gravedad sobre tu cuerpo, poder desplazarte, saber por qué tienes que irte, o volver, no dar la vuelta muchas veces porque no sabes lo que ibas a buscar. Mover el pulgar y el índice para coger cosas, alzarlas en el aire y mirarlas al trasluz para ver su forma, reconocerlas, ponerlas en el orden exacto dentro de tu recuerdo. Doblarte para aliviar el dolor que te atenaza fuera de esa postura correcta y aliviadora. Pasar tu mano leve en ese instante, para conocer partes de tu cuerpo donde nunca habías estado. Muy importante es mesurar el daño de las palabras. Procurar, no tener hambre, no sentir el vértigo de que nada separa las paredes de tu estómago. Volver aquel cuento de amor:... Hubo una vez una historia llena de prisa... Tropezar lo mínimo contra los límites impuestos. Aún recibir misivas en tu lugar de reposo. A veces dar muchas vueltas y vueltas para que el mismo lugar te parezca desconocido. De cualquie

ROCES.

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  Yo soy de rozarme mucho con mi Pamila. Siempre me estoy rozando, incluso, cuando pienso que ella está distraída, voy y me rozo. Esto no tendría su importancia en la cama, porque rozarse en la cama un hombre y una mujer es hasta natural. El problema es que a mí me gusta rozarme con la ropa puesta, es decir, de vestidos. Si ella está "arrebanando" tomates, puerros, cebollas, o cualquier otro alimento sobre la meseta de la cocina, me acerco sigiloso y la rozo, primero levemente sobre los muslos y pantorrillas de sus piernas, sobre el culo, u otras de sus partes laterales o de costado. Hasta que ella se da cuenta de que la rozan, y se da cuenta de que la rozan porque yo me excito tanto que se me nota la polla muy dura, y las mujeres no sé que tienen que notan mucho las pollas. Por otro lado, mi Pamila es muy sensible, digo sensible espiritualmente, hace poesías, y las va a recitar con otro grupo de poetas a bares modosos, y librerías, o locales culturales del ayuntamiento, al

EL SALMONETE.

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  Era propiamente poco después del amanecer, cuando decidí coger de nuevo mi antiguo Mercedes Benz, un viejo SL de bien entrados los años setenta para irme, destemplado por el frío, a un lugar llamado Villar de Ancio. Llegué a Villar después de conducir durante unos treinta minutos por una autovía con escaso tráfico, y varios túneles repetidos y equidistantes. Había un amanecer bien entrado, despejado y generoso en rastros rojizos horizontales sobre unas montañas suaves aún no visibles del todo por la penumbra. Me mantuve con cierta disciplina al volante, con aquella sensación que me venía en forma de pulsión desde la entrepierna debido a mi exceso matutino. Llegué a las ocho y media de la mañana y decidí aparcar directamente delante de la plaza de abastos. La campanita de la puerta de entrada en arco en forma de oliva estaba dando los tres badajitos de las medias. Había dos perros con los culos juntos, de esa forma en que no pueden salirse una vez acabado el coito, ahora sin gusto alg

LETANÍA.

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  Lo que en mi lasa vida me parece trágico no tiene comparanza con otros desánimos comparanza con aquellos los que tiene el repente. Y todo lo trágico en un segundo. Siempre hay algunos en todos los sucesos, que presienten que les van a segar la vida. Mucho ocurre eso en las guerras. Y en tiempos de odios y blasfemias. Digo. Tu guerra de banderita. Tu guerra. De sofá. Imagínate. Tu y yo que quizás no supimos matar nada. De repente debes matar lo que siente, y lo que presiente. Mira, incluso aunque la tuya, tu vida, te anuncien que será cada día más esigua. Hasta llegar a cualquier celebración de santoral en que se acabe como es debido. Sobre un lecho. Lleno de paz. Siempre. Está esa trágica forma de destino cuando ibas a por tu pan nuestro. Para tus hijos. Y te recoge un tramo de metralla, quedando allí para la noticia. De que no se le ocurra a otro dar de comer a lo que quiere. Sabes, no es nada baladí, que te maten y luego te canten alabanzas, oh, el héroe que salio a por pan. El poe