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LA TORTILLA ESPAÑOLA

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Quizás eran las tres de la mañana, cuando me desperté sin ningún motivo aparente. Últimamente duermo entrecortado, a saltos, y me quedo despierto largas horas. Desde que me dejó mi mujer, instintivamente estiro la mano y compruebo que sigo sólo. Eso es algo que trato de olvidar. El martes pasado, sucedió lo inesperado. No fueron ruidos habituales los que subieron de la planta inferior. La planta inferior parecía extrañamente habitada. Sentí pasos, la radio encendida, y una tenue claridad asomaba por el inferior de la puerta de mi habitación. No soy dado a los estremecimientos, pero de repente me asaltó una inesperada angustia, con irracionales pensamientos, sobre cosas de las que no creo en absoluto. Pero la realidad era otra, y la interrogante inmediata existía: Cómo estando yo sólo podía sentir vida en la planta inferior, siempre inanimada. Me armé de valor, nervioso, me puse la bata, me calcé las zapatillas y comencé a bajar a oscuras. La luz que estaba encendida era de la cocin