XUAN.

Yo hurgaba por entre los tejados. El humo de las chimeneas en forma de intestino, era tan recto que no podía imaginar dónde estaba su final. Intentaba saberlo, pero no podía. Había petirrojos y todo la sublime sospechaba que estaba entre lo que no podía ver, entre la amplia luz y la suave brisa de la mañana. Hasta que nexo de tiempo recordamos lo inmediato, lo oscuro. Una vez arrojado de la cama, desnudo todo el culo, mi ano aún con aquel dolor supuestamente rojo y cedido. Lo único que supe hacer fue arrimarme a la ventana, aún con el letargo de cuatro largas horas de extraño sueño convulso, sin recordarlo, sólo esa leve sensación de que algo fuera de lo común había turbado mis pensamientos. Mis ojos cegados por aquella extraña luz azulada, como si flotara dentro de la nada. Las vacas de Xuan pasaban, la mula de Xuan que llevaba a Xuan sobre unas alforjas, y Xuan con un apeo sobre el hombro y así sobre la mula, guardando la verticalidad con aquel movimiento l...