XUAN.
Yo hurgaba por entre
los tejados. El humo de las chimeneas en forma de intestino, era tan
recto que no podía imaginar dónde estaba su final. Intentaba
saberlo, pero no podía. Había petirrojos y todo la sublime
sospechaba que estaba entre lo que no podía ver, entre la amplia luz
y la suave brisa de la mañana.
Hasta que nexo de
tiempo recordamos lo inmediato, lo oscuro.
Una vez arrojado de
la cama, desnudo todo el culo, mi ano aún con aquel dolor
supuestamente rojo y cedido. Lo único que supe hacer fue arrimarme a
la ventana, aún con el letargo de cuatro largas horas de extraño
sueño convulso, sin recordarlo, sólo esa leve sensación de que
algo fuera de lo común había turbado mis pensamientos.
Mis ojos cegados por
aquella extraña luz azulada, como si flotara dentro de la nada.
Las vacas de Xuan
pasaban, la mula de Xuan que llevaba a Xuan sobre unas alforjas, y
Xuan con un apeo sobre el hombro y así sobre la mula, guardando la
verticalidad con aquel movimiento leve hacia los lados.
Me toqué aún más
abajo del quicio por donde el escozor, me vi la mano con cierto
rastro de sangre por el trasero, mientras la Galana y la Pinta y la
Mula y Xuan se fueron yendo, alejándose, ahora como si reptaran a lo
lejos.
A veces venían
cuervos sobre un manzanal reinetero poblado de frutos que había
puesto Santa Inés en nombre de todos los Santos. Los cuervos estaban
allí oteando gusanos sobre las partes carcomidas del manzanal. Yo
con mis dolores por la planta de arriba con mi mano en el culo oyendo
sus graznidos. No sé de qué forma andaba con pasos muy cortos para
que el dolor fuese mas leve.
Trataba de acordarme
de los delirios de ayer, de qué forma el suceso, con cierto hambre,
dando vueltas por la alcoba ennegrecida, entre trenzados de mazorcas
colgadas de ganchos amarrados a las vigas de madera, en el fondo,
trasnochados, tres cuadros amarillentos con escenas tropicales de
mares lentos y muy verdes.
El silencio es
eso..., lo que quieras tú.
Ni entre el silencio
recordaba lo que pudo ser una abducción.
El silencio son
gorjeos del viento y sus mensajes interpretados, voces de otras
épocas.
Llamaba a mi madre
como cuando cabeceaba entre sus tetas, o dormido sobre sus rodillas
oliendo su pistacho y el estiércol de sus manos, allí, aún, el
resto malololiente del último viaje de mi padre.
Por la ventana ya no
sentía nada, era el silencio que yo deseaba.
No me daba más. Me
retorcía de dolores por donde mi tubo terminaba. La macabra
abdución, casi sin voces podía recordar, una luz cegadora sobre mis
ojos, un sonido del más allá a máquinas celestiales, mis manos
atadas, mis pies atados, y quizás algo, un soniquete familiar, la
voz de Xuan a lo lejos dándole varadas a la Galana.
No es por nada, creo
que Xuan es un Capitán intergaláctico.
No lo dudo.
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