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EN ESTA MISMA HORA.

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Ahora, a esta hora, quizás no estemos para leer poemas transcendentes, ni otras alegorías al amor. O cosas así, ni al sol y todas sus penumbras, sus esplendores, digo. Ni al mar como recién descubierto, cubierto, aún, por las nieblas de las fábricas. Esto es un tratado de la desesperación intentando creer que estamos vivos. Y que solamente vivimos un error. Y mañana otro error, y así, que creamos, errores sucesivamente. Nada cerdo entonces, un beso es un beso, allí donde te apetezca. Me lo dices entonces, debo creer, creer en ti que te has despertado conmigo. Tú que tratas de alimentarme desde el borde del fregadero. Dame amor sólo, influjos, me apetece, no tocarte, mirar solamente tus movimientos; tus huesos en movimiento lentamente doloridos. Por ahora estaremos aquí siempre, otro sábado esperando. No estamos tan mal, aún vivos, con mucho azúcar en la sangre. Y nuestra cita en la cocina a la hora de los sábados. Pediremos que sea así siempre, nunca peor, siempre así. Ahora. E

CÓMO ME HAS OLIDO HOY.

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Me da que te huele el coño, como los calamares pasados de la nevera; pero no me importa. Qué diferencia hay entre esos olores y otros: naranja, almendra, lichi, rosa, peonia, miel, iris, musk, heliotropo, vainilla; de tú cuello, de la regaña de tus tetas, de la línea recta de tú nuca -lleno de todos los aires mediterráneos-. Según me acerco al valle de las tormentas, me apestas. He de hacer de tripas corazón. He de seguir. He de seguir. Como si tomara un horrible medicamento. Abrir tú almeja siempre es una sorpresa. Puede haber hasta un llavero. Hoy me rasca la barba de tu coño. Y lo escupo para cambiarle el sabor. No puedo pasar sin bajarme ahí. Me alimenta. Luego, si quieres, me la chupas. Lo mío, es como un rastro sabroso de pellejería. Nunca olvidaré cómo me has olido hoy.

CON FLORES MUY TEMPRANAS.

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Había una abeja haciendo equilibrios sobre la flor de una mimosa. El año había empezado, como de costumbre, hacía pocos meses. Sí. Acaso. Morirse para el mundo. Morirse desde este mundo. Morirse desde este mundo para otro mundo. Despreciar la vida en este mundo porque ciertamente exista otro. Don Paco Aristomo, párroco de Gumieles. Sotanas muy desgastadas por los bolsillos, cien veces zurcidas por el ama, mil veces las manos allí metidas. Unos pantalones grises asomados al caminar. Unas botas de cuero de solapa alta con unos escarpines gruesos. Muy desgarbado y enjuto de pose, de espaldas tremendamente anchas. Allí, delante de mi, todo de negro oliéndome a picadillo de cuarterón y a copas de anís, casi dulce el olor. El entorno todo húmedo por el vapor del suelo del cementerio. Sudaban por marzo las gotas de rocío sobre las lápidas y la hierba. Todos, unos pocos, dando una vuelta parados en corro alrededor de un agujero geométricamente perfecto. Al lado un montón de tierra negra. S

COBRAR POR UN POEMA PODRÍA SER DELITO..

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SOBRE EL AMOR. el miércoles, 09 de febrero de 2011 a las 19:48 Hubo tiempos felices, y sobre las cunetas pulpa de orujo. Y moho verde sobre las gruesas losas de los tejados, y el humo, De las casas, tan blanco que se disolvía donde el azul de febrero, Era infinitamente frío y eterno. Ahora quizás recuerdo que hacía poemas irreverentes, Que hablaban de blasfemias, de extrañas osadías, de la revolución de las masas. Y que a cada estrofa ponía: Pero Yo Te quiero Los tiempos felices te embargan, cierras los ojos, y ocurre: Rastros de olor a pino, estiércol, procesionarias royendo sabias, El sonido del agua, Y argumentabas, no me hacía falta nada, solo la vida, Y eso lo tenía y amaba a mi forma, Y si había que morir estaba dispuesto, A morir con las botas puestas, Amabas así, y de vez en cuando le ponías: Pero Yo Te Quiero Los tiempos felices son despreocupados, Nada te hace falta, sólo tú y tu joven pecho, Dispuesto para la trinchera, incluso, Mártir en un interrogatorio por la libertad.