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MARES DEL SUR.

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Una ventana abierta, en el frente otra ventana abierta. Algunas veces le leía a Stevenson, o Herman Melville, muy pausadamente. Y ella cerraba los ojos si era por el amanecer. Otras veces le decía que estábamos en una playa Hiva Oa de atardecida. Que sobre las montañas oscuras ya sin luz nubes espesas dejaban ver un nítido azul, y que una ligera brisa empujaba sus cabellos hacía su espalda. Sobre sus pies una arena blanca y cálida tapaba sus uñas pintadas de rojo. No faltaba el champán francés  ni brochetas de frutas tropicales, mientras aquella suave y húmeda brisa removía sus rizados cabellos. Sobre la mesita de noche le ponía un ventilador a bajas vueltas que removía el aire contra su cara, y ella cerrados los ojos, quizás imaginaba el Bounty con su motín, y a Marlon Brando con la cara del color del cobre. Algunas veces sonreía. Por el patio de luces asomaban tres claraboyas en forma de huevo y muchos rumores. Fue un instante impreciso sesgado de resplandores de televisión  y olor

SI FUERA MÁS DE DÍA.

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-El lugar donde rendido te has dormido no es igual que en el que despiertas. Sin embargo, en el intervalo temporal no ha sucedido nada, no hay un nexo que una los dos estados. Toda la vida he estado eludiendo situaciones comprometidas, vagos fantasmas. Habiendo llegado a una estación desierta. En mi existencia casi no hay relato, sólo un recuerdo circunstancial. No puedo culpar a nadie, el asesino soy yo. -Por una pequeña ventana una pequeña claridad. Esta noche me desperté aquí. Y no sé por qué tengo tanto miedo. Siento el eco de pisadas que se alejan al fondo del pasillo. Y ahora lo comprendo todo. A las siete de la tarde me trajeron a este calabozo... Le había avisado. Había días que subía hablar con él, hasta tres veces, a la nueve de la mañana, a las cuatro de la tarde, a las diez de la noche. Una vez subí a las dos de la mañana. Abría la puertecilla del trastero, encogido, y mostraba aquella cara con sonrisita conejera, “ya acabo”, “es un cajón de la cocina para

SALIR PITANDO.

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Aunque no lo medites, y te creas invulnerable, cada día es una ruleta, tú sólo pones el número. En un avanzado estado de desdicha las posibilidades aumentan. A veces te queda el sol, o la lluvia y todos los estados posibles de tu conciencia. Nunca pienses en lo inmutable. Todo da vueltas. Me he despertado sólo en esta pensión, y tengo esa sensación de que mi alma aún no ha llegado aquí. Mi postura sobre la cama podría ser la definitiva para poder morirme a gusto, totalmente estirado, boca arriba, y las manos sobre el pecho. En algún momento de la noche adopte esta postura. Y ahora no sé qué hacer con estos minutos que me quedan. Este paisaje no es gran cosa. Moscas extraviadas y los reflejos de la ventana sobre el borde de un armario con un color de caoba opaco por el uso, y unos visillos que aparecieron sin darme cuenta, descolgados de un lado. Pero mi día es este, no puede haber otro. Lo he elegido entre todos los días posibles, habiendo dudado hasta la saciedad por supersticion

EN ABSOLUTA OSADÍA.

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De todo los seres vivos que reptan me quedo con los violentos gestos de dolor, cuando son cortados en dos por el machete, pisoteados, golpeados, y gesticulan aún   independientes, en ese marasmo por no huir de la vida. De todo lo que vuela en la amplitud, sus ansias de libertad. De todo lo que camina con odio para poder vivir sobre los huesos del enemigo que adivinan debajo de la hierva verde, asesinados, de todos los bandos posibles, de todas las ideas, reposando con golpes inútiles -la violencia estricta-, y en las orbitas abiertas una ultima imagen, un ultimo pensamiento entre sus huesos. De todo lo que me alimenta el gesto de poder llevarlo a la boca, saciar mi hambre, ver sus colores, sentir el sabor de lo que mastico. De las manos su obediencia inmediata. De los pies sus dudas en el camino. De la piel la capacidad de presentir el endeble rastro de un insecto. De los ojos, si percibo sombras en la noche sé que veré el día. Y el don de pensar frenético, o la locura incluso, con

LAVANDEIRA.

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Un pájaro perdido no sabe donde está su nido. El silencio y la soledad del bosque te acogen. No llevas tu alma. Cuando mirabas el río Andunin desde la vuelta de Anxo, a eso de las ocho de la tarde del mes de junio, y el sol ya estaba acabando, lo veías tranquilo, lleno de ondas suaves con un color extrañamente rosado por la luz reflejada que le entraba de costado. Y cuando te ibas acercando y los robledales, y los rodales de castaños, se abrían para dejar verlo, los tonos cambiaban a otros colores entre plateado y azul, que iba quedándose totalmente claro, según de que lado lo mirases. Así lo veía yo cuando me senté unos instantes entre el monte bajo de brezo de color púrpra florido, resguardado por un grupo abedules cortos. Tenía las varas de avellano guardadas a pocos metros entre unos arbustos de espinera. Encendí un cigarro y me quedé mirando la hondonada del Xeixo, y como las golondrinas hacían zigzags vertiginosos a dos palmos del agua. Un poco más abajo el río se metía haci

REGALO DE LA CASA PARA EL VIERNES.

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No es bueno ir a los lugares donde habitan los hombres que no tienen dientes. Una bala se ha detenido. Desesperadamente silbaba buscando la muerte perfecta. Era un día barnizado, casi elegante, rocío vespertino, y todos los colores que debes ver cuando agonizas. Céspedes carcomidos de las afueras donde la ciudad se acaba con árboles endebles que nunca quisieron crecer. Aquella mañana me habías abrazado. Llevaba como flores en mi cuello, y el olor de tus brazos, y quizás era feliz porque no tenía otro recuerdo. Estuve andando con mi cámara de un lado a otro. Me subí a un autobús y noté en los ojos del conductor que no querían ir allí. Y los que se subían parecía que ya estaban muertos, con aquellos gestos obligados por un mínimo esfuerzo para vencer la inercia al sentarse detrás de un cristal que los reflejaba cuando había penumbras. En las ciudades hay paisajes que son lunares. La mano de Dios nunca ha pasado para indicar los placeres de este mundo. Mucho antes el autobús se h

BAILE.

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Un perro escuálido mira a un lado y al otro antes de cruzar la carretera. Es de una lentitud veloz el polvo dando vueltas. Alguien abrió una puerta y la luz destruyó una sombra espesa. Nada es tan triste como un acordeón que suena solitario en el atardecer. Te sientes más sólo. Era tan bella que resultaba empalagosa. Así que no la saqué a bailar. Saqué a una que se llamaba Cristina, delgadísima, y la apreté contra mi. No daba mucho calor, y si la apretabas mucho era como si crujiese. Le dije, mira, aunque fuese…, necesitaba comerte el coño. Comer un coño así es como una ruleta rusa, no sabes lo que te vas a encontrar. Echaba un pestazo increíble. Me dijo, esto es lo que tengo, hazme lo que quieras con tu boca, pero metérmela ni se te ocurra. La arrimé a la tapia del cementerio. Bajaban alimoches haciendo vaivenes, jugaban entre sí a que eran pájaros. Cuando metí la cabeza bajo su falda aún era de día. Le comí todo el coño hasta dejárselo limpio. Me dije, ya está bien de tanta porq

VECINOS.

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CUARTO-A : Creo que mi vecino esconde algún secreto. Son tres de familia, y han venido a vivir al tercero hace como unos tres años. -por mayo, creo, del 2009-. Lo vengo observando desde hace ocho meses. Sus salidas y entradas. Quién los visita. Hace como diez días metieron en casa un aparador de dimensiones un tanto raras. No era de madera. Parecía de un metal como inoxidable. Y eso no es normal. Podría tener algún tipo de mecanismo electrónico en su interior. La esposa se peina con moño. El alisa el pelo hacía atrás. El niño lleva unos pantaloncitos bombachos muy ajustados. Y no parece tener amigos, apenas sale a jugar al parque, y cuando lo hace está totalmente sólo, y hablando consigo mismo, inventándose sus juegos. Lo que me hizo empezar a sospechar fue la visita del mes pasado. Dos mujeres y un hombre con sendos maletines, muy trajeados y pulcros, exquisitos. Lo del buzón es otra cosa. Pone familia de Breixo López. Ojeo de vez en cuando el buzón. Los sobres que reciben son de un