POR EL MISMO LADO QUE SIEMPRE CAMINO.
Para qué recorrer el borde del precipicio de mano en mano, sin deseo de poder salvarse. Ir así sin ningún fin premeditado sin microscópicos relieves en la piel que te recuerden el sentido del tacto. Cómo se juntaron las líneas de Nazca, con qué armonía sin perspectiva para ser visibles y quién es el osado que mensuró el radio del universo y puso tu nombre infinitas veces para invocarte cuando el dolor me estremece. Quién soy en esta parte de la ventana esperando que aparezcas cualquier atardecer.