MAÑANITAS.
De todas las andanzas y aventuras aquella era la que más me gustaba, entre todo el silencio de la mañana. La disposición tan simple, el videt en frente de la taza del water a un metro abundante todo rodeado de azulejos blancos con una filigrana de flores en los bordes, eran margaritas de manzanilla con cierta disposición y simetría artística. Así que me disponía a levantarme con aquella alocada ansiedad que da el controlar aún y no defecar en el propio cubil donde sueñas. Lev antarme sin la parte baja del pijama y bajar al baño grande con una pequeña ventanita al patio de luces. Sentarme a horcajadas, sentir el gruñido de la tapa que me acogía como respaldo e ir soltando despacio aquellas envolventes suaves y bien formadas en tres arreones estudiadamente espaciados, para reposar después casi un minutos apretando a intervalos mis esfinteres que soltaban algunos restos exprimidos con ventoseos de chirimías y trompetas, pensando quizás en nada, o en un largo verso, o en la