MARTE CON VISTAS.
AHORA QUE VOY SÓLO
POR AQUÍ ME ACUERDO MUCHO.
En Marte hay piedras
alargadas o perfectamente cuadradas o perfectamente rectangulares, y
si ves el suelo es como si hubiese habido agua hace muchísimos años,
y las crestas de las montañas y colinas son como las del puerto de
Arisa cuando miras desde la ventana.
Eso se lo conté a
las doce de la mañana de un jueves, luego salimos cogidos de la mano
tan despacio que tardamos casi una hora en llegar al único banco que
hay en la carretera que va al pueblo de San Esteban, que tiene muchas
mimosas y castaños viejos que ya no quieren crecer más porque
también están muy cansados de la vida y quieren morirse.
No sabemos quién
morirá antes.
El aire te da allí
de forma constante tan fresco y limpio que cerramos los ojos
despacito como los gatos, a veces el sol parece adormecerte, y no
hace falta decir nada.
O le digo.
Sabes, en Marte
algún día habrá casas como esas de la colina del Suco, y serán de
color blanco.
Si si si si si si.
Como si estuviera
ahí, como si cogiese su mano casi fría, y ella me mirase con
aquellos ojos acuosos esperando que le contase cualquier cosa.
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