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PITCH DROP EXPERIMENT

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  EN VIVO Habitualmente miraba la paciencia que tenían las plantas para crecer tan despacio. Que paciencia tenían las piedras suaves y ovaladas para quedar así, con esa forma tan certera, entre colores disimulados de pálidos grises y blancos expectantes. Mis estados anímicos se evaluaban con frecuencias, quiero decir a intervalos o ciclos observables. Todo en el entorno era así, con cierta dificultad para el raciocinio. Sentado en una silla de mimbre sobre un balcón que daba a toda una anárquica vegetación en donde predominaba el verde del ballico y de la alfalfa, el brezo oscuro, zarzales que lo envolvían todo, y un grandioso roble de ramajes muy aplastados. Me olía a brea en aquellos instantes. Mi orín daba esa disparidad de olores, unas veces a brea recalentada, otras a un leve rastro de amoniaco, o al dulzor extraño de la maleza triturada y descompuesta recogida por los jardineros. Desde las nueve de la mañana estaba en el balcón lloviese o hiciese frío o cayese un sol abrasador. E

FUGA.

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  Tarde la observamos se movía sin saber a dónde a veces no nos dábamos cuenta que aún volviendo al mismo sitio para ella era como una fuga. Si le mirabas a los ojos nunca estaba con nosotros.

INCIENSO.

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  Ahora estoy aquí sentado sobre un escaso saliente de piedra tallada en la bóveda del ábside, al lado del presbiterio de la iglesia, mientras hacen la misa. Los vivos están ahí, pero solo pueden ver los cuervos revolotear. Están posados tras el cristal policromado de una claraboya profunda y circular que hay al fondo. Lo llevaba pensando desde hacía varios meses. Había días que lo meditaba con mucha intensidad, hasta casi llegar a la obsesión. No fue una acción repentina, algo que decides sin venir a cuento. Fueron casi dos años desde que me vino a la cabeza esa idea de acabar con todo. -Me venía aquella gran tristeza. Cuando piensas en eso, tienes algunas veces momentos de irascibilidad con los que te rodean como si los culparas, de que para ti no hay salida por ningún camino posible ni figurado. Te surgen esas reflexiones de llevarte a varios por delante. Considerando que su culpabilidad hubiera sido manifiesta, en la causa directa de tu autodestrucción. Los prolegómenos son extrañ

PATO DONALD.

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  1*- “Sin aburrirte, eh. Tú lo lees, y ya me dirás”. Mira si es importante lo que te voy a contar que mi Tío Raimundo de Bilardón, muy estudiado, decía que si se regenerase en otra vida sería un clítoris, que son listísimos, y no te lo decía un cualquiera, este ya te digo yo que este paisano preparado estaba. Y te digo lo de la importancia, y no es un suponer. A la hembra tienes que tenerla calmada, no vayas al repente a tirártela. Bájate a la chirla con reverencia y sin ascos, aquello es un santuario, la lengua bien movida como si rezaras, para que luego tenga fervor y suene a charca, lo seco es mojama, que lo otro es irseles para la cabeza, y se les va quedando allí una y otra vez que no se han corrido al tiempo, hasta que vierten la mala hostia contra ti, a saber qué día. Yo, a la Zulema, como que la galleaba al culeo tirón “agarrulandola” donde fuera. Cuento con los dedos de una mano cuando la calenté antes del trote. Ella me fue cogiendo ojeriza, de llamarme degenerado y “soplapo

PASILLO.

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  Si te digo que tengo pena es porque la tengo. Nunca de otra forma podría decirte que tengo pena. Ya me conoces. Esto es como una carta que piensas un poco antes de empezarla. Como buscando. Unas palabras que te lleguen donde tú tenías esa parte que siente. Como escondida. De todas formas, si te lo digo es por no quedarme tan solo. En el pasillo. Como insensible. Si te hablo, habitas todo el silencio y vuelves a existir. En tu compañía, no en la de otros, incluso imaginando que puedo verte aquí dentro. A veces me paro, por pensar, y a otro poco sigo hasta cerca del balcón. Y allí, otra vez paro, y pienso mucho más largo. Por allí, te lo digo, siento como si fuera un destino. Donde tú estuviste tantas veces. Te lo digo. En ese lugar habitable, tan exiguo que teníamos. Tantos años después de tanto esfuerzo. Construido ese lugar para nosotros. Llamarlo viaje no sé si podría ser acertado. Me emocionan las partidas. Su tristeza. Como un vacío. Al final. Por allí aún hay hortensias y romero

VELATORIO.

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  Yo la Tolla la había hecho llamar por educación, que no se pensase, que no la llamásemos por rencores, con lo retorcida que es, una bruja. Aunque para lo que le importaba el viejo mejor se quedaba por la Bastida. Los viejos huelen a viejo, si me lo dices a mi no te lo paso, a él qué más le daba todo el día cagado. De todo un poco tuvieron sonando las campanas a muerto hasta las ocho de la tarde, le di cinco pesetas a Juan de la Grova, el sancristan, para que les diese a lo muerto lo que fuese, ya pecha la noche, y les dije, obramos con tiempo, y decidimos aguantar antes el ganado en la cuadra para el velatorio, que vendrían los de Martiño, y todos los de la Fonda, y los del Valle de Froxan, Damian y Berto,Uxio y Nuno, la Coja de Cosme El Ferreiro, que traía la Catuxa y a cinco beatas de Burón, entrenadas para el rezo, “chorar” no hacía falta, para qué “chorar”, si para algunos la muerte es un regalo del Cielo. De reunirlos a todos casi no había sitio, orujo sí, a espuertas, abrí la

SIDRA

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  **1** Entré con el Hombre Invisible en la sidrería los Parrales y le digo a Paco, ponnos una de sidra, y vete echando. No sé cómo deciros, la sidrería olía a queso de Cabrales, a almejas a la marinera, a congrio, y a sepia a la plancha, todo junto, entiendes; era ese olor mezclado con aroma a serrín de pino. Pues le digo, échale un culín a este, y Paco me dice, ya te eché, y yo le digo, a mi sí, pero a este no, qué ya te eché, joder; y que me mira, así, de frente, con ojos de besugo, que no, coño, a este, a este, a este. Por qué voy a tener que dar explicaciones de con quién ando o dejo de andar. Pues el cabrón no se lo echó. Y cogí la botella la levanté en el aire y dejé caer aquel chorrito salpicón sobre el mismo borde del vaso (estrellando sidra hay pocos como yo). Se la puse al compañero sobre la barra, y le dije: tómatela, sabe a champán francés, t'a de buena, y fresquina. **2** Yo al Hombre Invisible le hablo bajo cuando voy a tomar sidra con él, a nadie le importan nuestra

SUEÑOS.

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  Pudiera decirse que estaba medio sumergido. Algunas veces me vuelve ese sueño en que la tierra me devora, y así visto me voy hundiendo hasta que una mínima parte de los brazos, y luego sólo las manos, quedan fuera indicando con sus movimientos un leve rastro de vida. Otras veces estoy en el espejo y mi imagen se difumina entre infinitos cristales rotos; y otras perdido en un bosque de olmos, dando vueltas y vueltas angustiado buscando la salida entre los claros de luz, hasta que despierto en medio de un sobresalto vertiginoso. Ella me miraba fijamente detrás de la mesa. Se respaldaba  ligeramente hacía atrás en la silla y no me quitaba los ojos de encima.  Le hablaba de mis pesadillas, de los sueños entrecortados y angustiosos, pero no me decía nada. Se levantó y pude verla plenamente, me fijé en sus largas Y hermosas piernas. Aunque ya aparentaba sus cincuenta años denotaba una extraña belleza. Muy morena, su pelo largo recogido sobre la espalda, de facciones suaves y agradables, co