EL DE LA BATA AZUL


No sé qué día desperté a las tres de la mañana. Pongamos un día cualquiera. No importa. He perdido esa dimensión que llaman tiempo. Ya no es mensurable para mí.
Ocurre que ya no soporto recordarme. Y mi problema, ahora es dejar la mente en blanco, o lo que se dice para describir no pensar en nada. Aunque no sé si alguien habrá conseguido esto. Pensar en blanco no es pensar en un tendal blandido, porque eso ya es pensar. Pues que me digan cómo.
Me han admitido por causas que desconozco. Por “episodios”, caracterizados por sentimientos ansiosos y diversos síntomas concomitantes, (palabra extraña), con desviaciones somáticas a escalofríos, palpitaciones, agitaciones estomacales, falta de apetito, y sin iniciativa. Al de la bata azul le hablé que no me apetece moverme. Andar desde aquí hasta allí, para qué. Doblarme para qué. Sentarme en el water para qué. Y el de la bata azul masticaba un lápiz. Y me comía con los ojos, pero no pensaba en mí. Había entrado una zorra de culo alto, y buenos pechos. Y también le dije que me sentía cada vez más y más triste. Cualquier noticia me precipita mi ansiedad, y es entonces cuando me da por sollozar sobre una almohada. Y el de la bata azul no sé si me escuchaba. Para mí son noticias trascendentes, porque en este momento tengo ganas de pensar y cada vez me ocurre menos. Soy una tormenta de pensamientos. Así que el de la bata azul, no sé si se daba cuenta de lo trascendente del momento. Y entonces le dije que ahora mismo sé cómo me llamo. También sé lo que llevo en los bolsillos, y de dónde he cogido la ropa que visto. La zorra había entrado otra vez, para entonces el de la bata azul dibujaba con el bolígrafo sobre una hoja cuadriculada, recalcando una forma geométrica de diamante. Y yo le dije que ya no tenía humor. No sé reírme. Me acordé de lo de la lejía, y se lo conté. No sé que día. Pero al juntar mis piernas me acordé por el dolor. Me dio por rociarme los genitales y mi escroto está contrito y no funciona. Eso me parece. El de la bata azul no se inmuta. Tanta catarsis diaria le ha puesto una coraza de tortuga. Pero yo estoy aquí, y ahora me acuerdo. Una cuerda ata mi corazón con mis testículos. Las palpitaciones hacen vibrar a mi escroto. El de la bata azul pasa de todo. La zorra cada vez entra más veces. Y ahora ya no me acuerdo de nada. He sido muy razonable haciendo el esfuerzo de acordarme para que este gilipollas piense que soy un muñeco más. Cuando entré aquí tenía ciertas esperanzas en la terapia mental. Pero esto es una rutina. El de la bata azul tirará de protocolo. Es indiscutible que estoy loco. No sé como de repente me vino aquel impulso. Cogí el abrecartas me abalancé sobre el, y se lo clavé en medio del estómago. Lo vi allí sentado, sangrando como un cerdo. Ahora si que me miraba, pero no sé si me veía. No recuerdo más. Estoy atado a una cama y miro al techo pintado de blanco. Y ahora sí que no pienso en nada.

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