MANOS


En el hospital he tomado una actitud calmada y racional hacia mis problemas; reconozco que no tengo ninguna razón para sentirme así por los gérmenes, ya se que era de tontos lavarse tantas veces las manos, aunque sigo sintiéndome muy a disgusto si no lo hago. Se que me están analizando una y otra vez para descubrirme posibles sentimientos de culpa. Me dicen, habla, cuéntanos cosas que se te ocurran, y yo qué se que les cuento: imágenes desprovistas de sentido, emociones usuales de cómo cambio de jabones, pensamientos desordenados de antes de dormirme, recuerdos de la infancia, sentimientos que me abordan con frecuencia, y los olores que descubro una y otra vez en mis manos. Aparentemente creo que he disminuido la frecuencia de los enjuagues. Me han dicho que no de la mano a nadie. Si quito mis guantes casi veo las venas de mis palmas, de tantas veces que las restriego bajo el agua.
Pero, a pesar de todo, sé que aun existen gérmenes entre mis dedos, los siento desplazarse por mis yemas, van a miles por los pliegues; y por mis nudillos hay pulpos microscópicos de cien brazos.

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