SIRENA


Otra vez sobre la proa del barco vinieron aquellos delfines que parecían tirar de el; quizás les gustaba la espuma que rompía sobre el agua; solían acompañarnos millas y millas cuando había calma. Esta vez eran nueve colocados por el lado que rompía hacia estribor. Yo me quedé embobado observándolos, iban tan alineados que me pareció oportuno sacarles una foto, no era habitual sacar escenas del mar; la rutina diaria de las duras jornadas de trabajo lo convertían todo en pasajero, usual, sin muchas ganas de guardar en el recuerdo; pero como había contado en el trasluz del agua hasta nueve delfines, me pareció curioso. Después de sacar la foto me quedé ensimismado unos instantes viéndolos allí, con aquella velocidad vertiginosa como si fueran arrastrando la proa. Entre la luz del sol que daba de costado, las siluetas apenas perceptibles de los delfines, y la espuma blanca de la rompiente, hizo que una extraña ensoñación óptica surgiese ante mis ojos: pudiera ser que allí delante, a unos metros, comandando la extraña tropa de tiro, estuviese ella, como otras veces, con medio cuerpo sobre el agua; su larga melena plateada, con sus grandes ojos, y su cola escamosa apenas sumergida sobre el suave oleaje , levantando sus brazos blancos, guiándonos a no sé que lugar de la tierra; agitando aquel “corcel” de delfines para que tirasen otra vez de nuestra proa.

Comentarios

nalbaq ha dicho que…
Muy bonito.
nalbaq ha dicho que…
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