LA NEGRA.


Después de haberle achicado doscientos cincuenta mililitros cúbicos de flujo, salí corriendo por entre los taburetes del bar para arrojar la bocanada a la calle, no fuesen a resbalar por su suavidad entre los posos de cerveza, la negra, es proclive y abundante y como estaba borracha y olía a betún, no pude hacerle otra cosa allí tumbada. Mientras los negros del conjunto tocaban al otro lado de la cortinas please send me someone to love, que sinceramente, no sé lo que quiere decir. Después de haber estado escribiendo tres días seguidos sobre la historia de la horca me dan tantos escalofríos de contarlo, que me daban ganas de bajar al Rincón Latino a mirar las botellas del anaquel y solicitar tres dobles de buchanans sorbidos en la misma esquina del mostrador de siempre, y hoy, por un caso de esos que pasan, se me quedó la negra mirando con aquellos ojos perdidos de macaca y no le hice ascos a la zorra, como si fuese un pensamiento de siesta, nadie te viese, y encima hubiese tormenta de truenos, porque si te mandan escribir de la horca de su in humanitarismo y de la incomodidad del reo y toda la ceremonia ,se te hace la boca con ese asco, y nada importa, y si a eso de las tres de la mañana, en el reservado queda una negra borracha, y no tienes tiesa la verga, lo único que puedes hacerle allí recostada, medio tumbada de lado, con aquellas caderas que pesaban lo suyo, es, verterle una bocanada de wiski en el coño para quitarle el sabor a melaza y achicarle doscientos cincuenta militros cúbicos de flujo. Quedarse dormido allí era un suicidio viendo el cacho de negro que cantaba please send me someone to love, así que salí disparado y lo escupí en la calle para que resbalase algún sereno, y me fui a dormir, para estar en forma mañana y escribir sobre como agitan los pies los ahorcados caminando en el vacío.

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