PALOMAS.


A mi todas las palomas juntas me parecen insoportables. Si hay tres o cuatro y alguna es blanca lo llevo mejor. Si hay alguna anciana que deja caer un sobre lleno de arroz, como que iba por allí, me vuelvo histérico.
Yo paseaba por la calle, iba catatónico, caminaba como Macinger Z, digo inestable, si te pones a sembrar trigo así daba yo las manos
Pero a pesar de tanto movimiento tenía la impresión de que no avanzaba.
De repente llegué a una plaza que era redonda, en el medio tenía un sol hecho de mármol y los jardines tenían forma de agroglifos, estaban diseñados por extraterrestres. Al llegar allí todas las palomas levantaron el vuelo. Era una sensación acústica repentina de agua estrellada y vuelos trepidantes.
Yo siempre me sentaba en aquel banco después de apartar las pipas. Iba allí porque tú lengua aún estaba entrando en mi boca como si me metiesen la polla de un mandril. Tú lengua era como un desatascador, succionaba. En aquel banco es como si aún hubiese líquido prostático y flujos vaginales. Me olía. Los locos tenemos varios kilómetros olfato_métricos. Tenía que haber algo de amor en todo aquel paseo. No puede ser que una lengua larga tire tanto. Tenía que haber cierto romanticismo para permanecer allí aguantando a las palomas, tanto tiempo.

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