CON LA POLLA CARA AL SOL.


Me cortaron el frenillo en agosto del sesenta y ocho y estuve todas las mañanas de la semana siguiente tomando el sol con la polla fuera. Una mañana del julio anterior, Micaela, la mujer del Guarnicionero intentó quitarme el virgo, sin quererlo, en el pajar del Suco, mientras cuidábamos las vacas. Se me sentó encima, me engatilló como a una deslizadera con sebo, y se dejó caer sin avisar, de repente, tenía un culo xata, así, que no puedes ni imaginarte, yo empecé a sangrar como un gorrino, los dolores fueron en aumento y tuve que ir a Don Minervino. Me dio mucho corte explicarle la herida, pero acabó de arreglarlo con un bisturí de capador, y me dijo lo del sol, túmbate, sácatela sin la venda, ponle mucho yodo, vete al resguardado de las camelias, el sol lo cura todo, y así fue, se me fue poniendo de carne viva a carne rosadita y de allí a lo curado con una ampolla escamada (fue un trecho que no duró mucho tiempo).

Yo con el ganado que pastoreo no me aprieto ni rezongo jadeos. Ni me ilusiono con amores de cuatro patas.

En el pastoreo se dan mucho esas cosas de los animalismos. Eulogio cogió una gonorrea con una cabra parda en Loxou, en la ballicada que está al lado del río. A Don Minervino, el médico, le dijo que hubiera sido en Sarzol, con la Pertona, la viuda del Pernelo, pero yo sé que se lo hace con la chiva, se sabe por lo arrimada que la lleva a él mismo, el rebaño vuela con los mastines, pero la chiva le tiene cariño y se arregaza, y no es por olor a pan de centeno del zurrón, la lleva encariñada a la chiva (las chivas que obtienen gusto con humano se vuelven cariñosas, no les falta más que pintarse los labios).Y es sabido lo del Mirloto con una cerda piedrain medio ayorada, muy dócil, alta de piernales y estrecha de cuadriles, con buena postura para el envergado sin necesidad de banqueta ni cercal de ramería, se sabe que la aprieta en la corrada, lo han visto, si que lo han visto -la salvó del cuchillo dos otoños seguidos; por algo será-.

Tomaba aquí el sol entre las camelias del cura y me ponía adormecido. Estaba lejos el campanario y la vuelta del cementerio, los domingos las campanas no tocaban a muerto, (si no había podrecido), tocaban a misa, y una hora allí antes de la rifa me cundía con la polla fuera.

Cuando se puso buen color la carnada, a los dos meses, me estaba debajo del peral jorobado del comicio; las cabañesas de la Micaela enfilaron por donde el reguero del Suco, al lado de la presa de Arbón, traía el moño puesto y le hice señas. Bordee el pajar por la parte que da a las cepas tintas emparradas -disimulado por la yedra no se ve desde el otro lado del río-, y entre para el pajar -¡como que me tiré ansioso entre el olor de la secada!-, pensando, ven a bajarme el culo desde el firmamento, y vino y vino y vino, y se me tiró con las bragas bajadas y todo lo que tenía y yo relinché pero de gusto, que estoy bien desvirgado , y a mi no me gusta animal dócil, a mi lo que me va es que la Micaela se saque conmigo las penas y la soledad que le da el Guarnicionero, cayéndose con rabia, que ahora tengo el capullo para dar gusto y muchas rosas.

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