POR EL PARTIDO ME ABANDONAS.


Cada dos domingos por la tarde siempre voy a verte, y es lo mismo, cuando subo por las escaleras radian partidos de fútbol, y en cada rellano donde está la llave de la luz interpreto las caras de Belmez de forma diferente, y si llueve hay siesta total y una lúgubre penumbra, como si todo fuera bajar otra vez al abismo del Corazón del Ángel (mí amada mulatita).

Nunca me imaginé que me fuera a morir debajo de ti; y eso que antes de ayer ojee el Zohar por si había alguna duda y no la había. Sé interpretar el Libro del Esplendor como nadie, y no ofrecía ninguna elucubración extraña con el día y la fecha de tú recibimiento quincenal.

Pude verte aún un poco, ya lo he dicho, no te mueres de repente, son segundos; te cogías el pelo hacia atrás y no distinguías por mis ojos si era placer o rictus mortis. Tus tetas me empezaron a dar sombra negra, eran dos cornisas y un alero, tus caderas el amortiguador elástico de un cuatro ejes que me daba y daba.

Mi espíritu salió a la calle, y contemplé unas palomas y una parada de taxis, y unos policías que subían, (“hoztia”, si eran los Geos); vaya papelón para la parienta que me sabe en el partido. De todas formas no sé ni se te pagué, no hay calderilla en mis bolsillos. Ando sigiloso y me filtro por los edificios como si aún no estuviera muerto del todo.

Traspaso seres humanos, es una delicia, y encima me morí jodiendo.

Esto debe ser el purgatorio.

Aún me huele a ti, mi amada mulatita.

Te quiero.

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