EL NIÑO QUE TENÍA LA CARA DE UNA POLLA.


Ayer vino de Utebo la prima Clara, le trajo aquel cuento de boca a la Mara, pues no es por nada, pero a tú niño se le está quedando cara de capullo, qué para que, fíjate en esta foto lo guapa que está quedando mi Marinita. Cuando llegué traía la espalda como una tabla de saúco, dolorida, la excavadora me está moliendo a palos, olía mucho a café, y aquel guirigay, las dos en la cocina tiradas por el suelo agarradas por los pelos, los cubiertos hechos añicos, amos amos amos, qué hacéis, se llamaban de todo, de hijas de puta para arriba, yo ya sabía que al niño le llamaban caracapullo en la escuela, pero por lo menos ahora está gordito, hace un año estaba tísico con piernas de alambre, y eso que ya va hacer la primera comunión en la iglesia Mudéjar, la que está desgastada por el pico, enladrillada, y tiene una cúpula que no sé como se sostiene, a Servandito le compramos un traje de marinero y un escapulario de madera y un misalito con tapas de nácar, con un corte de pelo a lo orinal como que se le nota menos la cara de polla, habíamos bajado a los especialistas de Zaragoza para que comiese más, y lo llenaban de potingues, jarabes que olían a chocolate y a melaza como a pez de pellejo, y el niño vomitaba más y cada vez estaba más tísico, entonces como que en secreto mi tío Graciano me dijo lo de la curandera de Barrellén, y fui a verla a escondidas a un cuartucho de mala pinta llena de estampas y artilugios y humos de maderas raras, por doscientos euros me dijo lo de la médula que había que agitarla y reponerla y que la mía era del mismo tipo, la Mara tiene dos arañazos debajo del ojo derecho, como que a poco se lo llevan por delante, las mujeres con las uñas son como un drogata en la abstinencia con una navaja trapera, dominadoras, y que yo creo que al Servandito le he pasado lo del adn, como a uno de Cariñena que le trasplantaron un hígado de vinatero, y que ahora le da al morapio, las células deben de llevar los sentimientos, que la de Barrellén me dice que era lo que más le gustaba a Servandito, y yo le digo los yogures de fresa de la Central, es lo único que no devuelve, y me dijo lo de la médula y los líquidos seminales del mismo signo, y ayer de trempado que estaba me da por darle la vuelta y ponerla mirando para mi antes de clavársela a la Mara, y que veo en ella la misma cara de Servandito con aquella boquecilla por donde sale la meada, y que se me asemeja, y que me entra un escalofrío angustiado que me destrempa, con la Mara allí esperando con el choto abierto por sus dedos, y que me da, sí que me da la angustia y ato cabos de mi secreto inconfesable que solo sabe la bruja de Barrellén y yo, de no sé cuantas veces entre en el baño, a escondidas, y me la casque dentro del yogur del niño, un día tras otro hasta casi volverme tísico yo mismo.

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