Y UN DÍA LA VOY A COGER, YA VERÁS.


Cuando lo hacíamos yo siempre me ponía encima, y así nació: Milagros, Crispin, Cecilia y Carlos. Yo siempre encima.
Por Santa Catalina que fue un veinticinco de noviembre de hace cuatro años fue lo de Carlitos, y ya dije, uno y no más, y yo entonces me capé en secreto. Para que decirlo a nadie.
Aproveché que ella bajó con la madre quince días a Oviedo a casa de la otra hermana, y yo tenía vez en el hospital de Jarrio, y me lo adelantaron. No se enteró ni el tato.

(Lo bueno es que no tuve que afeitarme el capullo, y lo que te queda es como una picadura de mosquito grande, y algo hinchado.)

Con Margarita ahora me gusta follar de pie; como si viene con la cántara de leche de la cuadra, allí se la clavo, en la escalera. Yo follar follo metiéndosela bien de una vez a lo tirón de anzuelo, primero le pongo la mano en la pechuga, luego se la bajo al coño y busco la dirección, y es de abajo arriba, varias veces, no cuento, va rápido (la Marga mira para otro lado, siempre me dice eres un puto conejo, te la voy a cortar), un día la madre estaba allí mirándonos cuando acabamos y la Marga medio suelta la cántara escaleras abajo de la sorpresa, y de lo nerviosos que nos pusimos (la madre abría unos ojos así).

Me viene la suegra a los dos meses, para ya con Margarita, vas acabar con ella, la estás dejando tísica, está en los huesos, me lo dijo de mala hostia – y me espeta aquello- la Margarita me vino ayer que le faltaba otra vez la regla. Yo la escuché con indiferencia hasta aquel momento, luego como que até cabos, me habían capado hacía ocho meses, y dicen que es radical, es como si hubieran echo un nudo con las ligaduras y tirado de ellas como un caballo.

Ahora ando obsesionado, miro a Crispin y es el vivo retrato del encargado de la Maderera la Reigada.

Me como la cabeza y me dan ganas de coger la escopeta.

Y un día la voy a coger, ya verás.

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