ES DE UNO MISMO.


22 de Diciembre, pag: 288.
Me dice: mientras se hace el cocido ponte a gatas que te voy a comer los huevos por debajo del culo al estilo botijo, y yo así, con el cuero puesto, sólo la piel- quiero decir-, me pongo en la cama hacía la claridad de la ventana, en aquella postura tan ridícula. No había un espejo para imaginarse lo que se veía en el alzado: las zonas nobles muy peludas y mis huevos colgando (y es que ya soy un caballo viejo).

-Y esperé.
-Así. Te concentras y cuentas: 1,2,3,4,5,6,7,8…
Esperar así, es como si estuvieras en la cola de la casa de putas del Paraíso para que Eva te la chupe.
Era como si me fueran hacer una prospección. Un hombre así, en esa postura receptiva a lo inseminación, no vale nada. Ponerse así es una osadía en el penal de los desamparados. (te dan besitos como si te fueran a devorar).

-Uyyyyyy. Había contado hasta dieciocho.
-Si es que en el fondo todos llevamos un maricón dentro.

Y en aquel instante en que debían estar dando las once de la mañana y los niños de San Idelfonso andaban atascados con el gordo; siento su dedo dándome vueltas por el ojete del culo, y su boca sorbiéndome el huevo derecho como si chupara un palo de regaliz.

(Se da la circunstancia que yo los huevos los tengo muy pelados, no es por higiene, es por genética, hereditario, vamos)

Y me lo hacía con aquella suavidad y cierto rito iniciático, el dedo en círculos, su boca acariciadora sobre mi bulbo; y, a otros intervalos, tiernos besitos sobre la piel del culo; como descansando de la faena.
Algunas veces su uña me arañaba puntiaguda por el músculo pectineo. En ese estado era una mezcla diluida de placer y dolor enmascarado. La espalda se te curva como a una bestia de carga. No sé si tú sabes eso, o te has parado a pensar, o te han espatarrado, o no soportas caminar a gatas, o lo tuyo es agarrarte a un lavabo y darle lametazos al espejo.
(O vas de culto)
-¡Crápula!
-Si te pone a cien hasta el dedo del urólogo, y vas de hombrón; ¡maricón!, que eres un maricón.

Y me dio por pensar en las teorías de Alfred Adler y en el sentido de la vida, de cómo hay instantes en que se pierde el desarraigo y uno de repente pasa a ser tan terreno como las raíces de una higuera que se desparraman sabiamente para buscar la humedad del suelo en el desierto.
Y también pensé que quizás tengamos piel por el interior, pero la malo del asunto es que no pueden llegar los dedos, porque si nos llegaran, o pudiésemos besar, hasta el corazón fibrilaria vertiginosamente por unos instantes para volver pausadamente a caminar por nuestro pecho.

-Y yo y yo y yo y yo.

Y yo, lo único que hacía, era mirar por debajo de mis piernas y ver las suyas, y de vez en cuándo sentir su pelo derramado sobre mi espalda.

En la cocina teníamos garbanzos cociéndose para hacer sopa, y por un instante me vino aquella sensación tan relajada que sentí muchas ganas de apretarla.
Y precisamente me estaba corriendo a las once horas y dieciséis minutos, cuando los niños de San Idelfonso sacaron el gordo (cincuenta y ocho millll doscientosssss sesenta y ochoooooo) y alguien dijo por el patio de luces: anda anda anda, la salud es lo más importante.

-Que le den por el culo a Too.
-Tú eres la mujer de mi vida, y con eso y la salud ya tengo bastante.

-Mi amor, ahora déjame chuparte el dedo antes de lavarte, no hay ningún asco si la mierda es de uno mismo.

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