HERMOSAS FIGURAS HELADAS.


Me llamo Joel y acabo de ponerme unos calzoncillos de felpa blancos. Y ahí abajo, la cabra acaba de subirse a una plataforma llena de nieve helada. Sube el sonido gangoso de un acordeón perforado. Enero es diferente porque empieza con soledad, y es muy alto, yo siempre lo vi como el pico enorme por donde reptan innumerables mendigos, vuelta tras vuelta por senderos angostos e inacabables.
Llevo culo de torero y me sale ese vaho por la boca, y algunas veces me encojo por un estremecimiento de fiebre. Otros Eneros no eran igual. Esperaba a la noche y me colgaba una linterna sobre el pecho como si fuera un medallón, y con un palo de avellano iba en mi Lambreta viajando por medio de la vía Láctea. Y si era de día, con una caja de cerillas hacía un camión Pegaso para recorrer sobre los bordillos de las aceras, cargas interminables de abedules, pinos donceles, y sobras de maleza; atravesando la extensa ruta de la seda.
Y eso me viene ahora porque era distinto Enero y luego Febrero y el verano cabalgando sobre Agosto.
La escuálida cabra me mira cuando da la vuelta sobre un espacio de dos cuartas. Tiene unos ojos que no reflejan nada (un poco de tristeza, sí), sobre sus pupilas llenas de legañas.
Me llamo Joel, ya lo he dicho, y acabo de pisar un charco con hermosas figuras heladas.

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