Y YO TE QUIERO.


Esta mañana al ir al baño me he mirado la mierda y estaba negra como el betún. Por otro lado, por causas que desconozco, dos asteroides del cinturón de Kuiper se han dado una hostia que ni te cuento. He de tener cuidado. Por una vez no salgo con el condón puesto. Me encuentro con esa sensación de que me voy a morir; y, por si las moscas, tengo que caminar igual, digamos, no he modificado mi agenda, pocas cosas apuntadas; muy simple: Día 17 de enero, lunes del 2011 (en blanco).

Ponte en mi lugar por una vez. Debiera ocurrir el fenómeno de la conjunción, la conjunción de cualquier cosa, ejemplo: tú perrita no mea en el mismo sitio, habitual bolsos Mara; otro ejemplo: has ido caminando y no te cae el piano del anuncio; en todos los años que llevo viviendo nunca vi meter un puto piano por la ventana, pero dicen que existe esa maniobra de mudanzas, sí, que existe ese momento grandioso, la música es muy juguetona, si sopla el viento dicen que suenan las cuerdas, algunas veces tocan a Franz Liszt mientras ascienden. No vas conjuntada. A saber como llevas la muda. Me imagino tus braguitas. Las comería, y no te lo digo en broma, delante de ti si hace falta; te metería la lengua en el ojete del culo después de cagar. Nada de ti me da asco, nada nada nada.

Me fijé.
Una vez salí por la mañana, y por eso de la conjunción de los fenómenos, por una rendijita, detrás de la persiana, salieron unas extrañas hierbas y una flor, no podría decir su color, deciros un color aleatorio sería confundir a la naturaleza, pero salían, sí, unas hojitas de nada. Y mira, como que me alegró la mañana. Me marché circunstancialmente ilusionado.

Pero esta mañana, no sé por qué causas extrañas he pensado que he empezado a morirme, y hago cábalas. Extrañamente soy ese que va por la acera en el mismo borde de los edificios con su carterita, me pongo una gabardina azul marino, pues eso, con una gabardina azul marino, y una corbata, y con el pelo descuidado por atrás, y las gafas, te pongo gafas, y unos zapatos tan limpios, te pongo zapatos de cuero liso marrón oscuro; y el alma que no sé como es, pero te pongo alma (andar sin alma es como conducir un coche sin cigüeñal), y te la pongo, sí. Ya está.

Oyes. El día está hermoso. Creo que me he enamorado ayer. Subo Santiago Apóstol arriba. Una señora tiene castañas y le da por asarlas dentro de una cabaña de madera. Te digo que huele a castañas, me entiendes. Huele de esa forma. Por un momento párate a pensar en ese olor. Bien, estás en el momento. Pero tú cuello huele a fragancias. Nada que ver. Esto es pobre y terrenal.

Mira. No me voy a confundir ni un pelo. En este preciso instante un chino se la está metiendo a una china, o un chino le está metiendo su pollita bolígrafo Bic por el culo a otro chino. Obvio, no. Un kamikaze árabe sunita acciona su carga de muerte en un barrio chiíta. Usual, no. Alguien abre la boca debajo de la tierra o inmerso en el agua. Algunos de los que van a mi lado, o yo mismo, he mutado en una zona lejos del corazón (¿por qué el corazón no muta?, has llegado a pensar esto; se muere de viejo o tupido de porquería, raro, no). Del universo no te pongo nada, vete tú a saber, pero en el mismo origen hablan de un guisante así comprimido, como una pipa saladita, lo entiendes, y bunnnn, y ahora por esa casualidad yo me expando por la calle. Mira. No dejo de pensar en ti desde el otro día. Te lo juro. Quizás eres un corte sublibidinal en mi mente, pero no dejo de pensar en ti desde el otro día. He visto tus fotos y qué delgadita eres, no sé cómo sería el besarte, y cerrar los ojos. Es desastroso para mí enamorarme de ti. Porque tendría que volver a decir cosas de esas, te quiero te quiero te quiero. Y me resulta muy difícil por lo cansado que estoy.

(Oyes, quizás vaya a morirme).

Cuando voy caminando suelo hacer ejercicios mentales de esos, son muy saludables: en este instante en ese sitio está pasando esto; en este instante un hombre de tal sitio está haciendo esto; en este instante un asteroide de hielo sucio suelta leche bondadosa al lado del sol; en este instante en este instante en este instante. Mete en ese juego a seres queridos, si quieres. Llegas a estremecerte, porque piensas que en ese preciso instante tienen mucho dolor por algo repentino (y el dolor es dolor).

Yo en mi vida civil llevo censos. A las once de la mañana estoy en los soportales de la Plaza Mayor como un clavo, en la cafetería Timoteo, al lado de la entrada principal del ayuntamiento, donde está el municipal. Podemos quedar allí. No sé si está bien lo que vamos hacer, soy muy enamoradizo, mucho mucho mucho. No me has dicho si fumas. Lo digo por vernos fuera. El mar está al lado, es muy ventilado. Te conoceré a la primera, no hace falta que te pongas un pañuelo de los San Fermines.

Me da que me voy a enamorar de ti. No sé si decirte lo que vi en el baño. Así de primeras, sin conocerte bien es muy fuerte, dirás que soy un guarro, lo soy, pero te miraré a los ojos, es lo primero que haré, fijo que tus ojos dicen cosas y no te has enterado. Me has dicho que eres muy delgadita. Que bien. Eres una media ración de amor. Y sabes, comerte será un abrir y cerrar de ojos, de hecho, creo que ya te he fagocitado la última noche después de haberme enamorado de tí.

Qué casualidad, hay un millón de chinos jodiéndose a la vez. Y yo te quiero.

Comentarios

Anita Noire ha dicho que…
Es lo que tienen los chinos, no paran de meter y un día de estos darán una pata al suelo y nos australianos acabarán dándonos por el moreno pestoso. Que vida esta.
Feliz lunes

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