POR UNOS INSTANTES EN MIS SUEÑOS.


Jueves Día 3 de febrero del año 2011.
Me habían dicho que no estabas.
(Preguntabas preguntabas preguntabas).
-Sino está, Señor.
-¡Ya le he dicho!
- No está.

Me expidieron en el vuelo IBE0478 hacía Madrid. En el paquete ponía: Por favor, tráteme con cuidado, mi cliente me está esperando y soy muy frágil. Por favor, le ruego que no me pise.
Luego por la terminal del aeropuerto iba con el pinganillo del móvil. Llevaba la mano en la boca para que nadie me leyese los labios, iba ensayando poemas de amor para tí; y es que son de mi patente.

Como estabas (no estabas en Madrid, estás en Madrid, aquí en este hotel, gilipollas, y te jodes).
En Madrid empecé a respirar el mismo aire que ella respiraba.
Ahora mismo son las once de la noche y siento tu aliento y tú hálito tan cerca.
Y ahora mismo, también, no sé si hablo en presente, en pasado, o para el futuro.

Te había buscado todas las mañanas de Febrero cuando la plenitud del cielo se presentaba tan extrañamente azul y frío. Y al andar así por las calles, con las manos hundidas en los bolsillos, caminando de un lado al otro, incluso husmeando, oteando los olores (el olor es el décimo sentido de los enamorados), las formas de los árboles, escaparates recién despertados, aromas a café y toda la gente apresurada, y yo, con todos los relojes para mí, sin hacer nada, ahora, que son las once de la noche, buscándote por calles que posiblemente no transitases.
(Es como buscar una aguja en un pajar).

Me cago en Too. Había uno leyendo a Borges, y suspiraba. Y otro entró en los vateres del aeropuerto con un libro de Baudelaire en la mano, iba poseído. Lo extraño del todo era aquel rapado con unas orejeras leyendo a Joyce que iba haciendo diagramas de flujo para entenderlo. Qué rollos tan extraños. La gente se complica mucho la vida en los aeropuertos. Yo le hubiera comido el coño en los lavabos a una inglesa de cara redondita que llevaba unas babuchas como en las mil y una noches. Qué hermosa. Parecía una virgen vestal.

La gente se apiñaba delante de los anuncios de vuelos para Egipto. En realidad no ponía Egipto en los anuncios digitales, era un anagrama con las tres pirámides: la de Jufu, la de Jafra, la de Menkaura, pero la gente sabía que aquel vuelo iba para Egipto. (Tenían pinta de iluminados, discípulos del profeta Bin Laden, vete tú a saber, hay gente mu peligosssa).

Esto es en el presente:
Hoy jueves me soltaron en Madrid a las ocho de la tarde de una oficina, quiero decir que no salgo de la cárcel.
Desde mi habitación del hotel, si me asomo mínimamente hacía la derecha, veo un poco los árboles amarillos de el Retiro. No estoy tan sólo como me parecía.

Era diferente aquel Febrero, lo sabía por el corazón, nunca antes tan extremadamente inconstante, como si fuera a salirse de un momento a otro, igual que las bailarinas de una cajita de música.
Poema sobre el corazón. Título: Pensaba en ella. Hora: doce de la noche.
De repente da un vuelco,
me tiro boca abajo sobre el colchón,
y tengo una erección.
(Rima, no lo pretendía)

En el amor existe esa dualidad que le llaman el objeto amado y el amante, que es otro objeto, así, tan puro y matemático. Yo podría ser como una silla, o un banco del parque, o cualquier cosa; pero te amaba. Digo, que te amaba en el sentido más estricto, pero no existía posesión. Cuando amas así, y el objeto al que amas te desdeña, te rechaza, eres un simple mueble, una silla por ejemplo, ya lo dije: es la dualidad amante objeto amado. Nada de ella te es indiferente. Puedes percibir su halo. Ella tiene santidad y está sobre un pedestal decorada con flores de primavera, la adoras.

En una hora me he duchado, he cenado.
-Y ahora qué, pringadillo.
Me tiro sobre el colchón. Si llevas un portátil lo enciendes te lo pones sobre los huevos y te los calienta, los huevos.

Recuerdo:
En mi pueblo amé mucho a un cerdo. Bueno, había cuatro cerdos pero yo amaba a uno. Os quiero decir que yo era un niño. Mi madre me soltaba la pequeña piara por un surco de vecindad en donde había mucha yedra por las paredes, zarzales con moras rojas que manchaban igual que el vino tinto, líquenes de color verde y mucha hierba que crecía sobre tierra blanda. Yo amaba mucho aquel cerdo porque me seguía como un perrito pequinés a todos los sitios. Un día apareció el matarife que era de Fonsagrada, traía tres cuchillos muy grandes y afilados. A mi cerdito lo cogieron entre tres hombres y el matarife le empezó a meter el cuchillo por el cuello. Yo estaba muy lejos y aún sentía aquellos chillidos. Y yo sabía que era mi cerdito, el que me dejaba abrazarlo por detrás de sus orejotas grandes, el que me empujaba con el hocico. Sabes, los cerdos parece que chillan igual, pero no chillan igual, aquel que se estaba muriendo era mi cerdo, y yo lo sabía.

Y le haces poemas, y caminas en las mañanas de Febrero por la misma ruta que ella caminaba, por si acaso aparecen sus ojos por una extraña coincidencia y le puedes decir: hola, que casualidad, siempre coincidimos, qué extraño, verdad.
Si amas así pide la cuenta, paga y sufre, eres un puto romántico del carajo. Has resucitado para ser zombie por las calles.

Otro poema:
Te estoy cogiendo tanto cariño.
Que te compraré una cocina al estilo americano.
(Como las de las películas)
Y te cogeré por atrás con el mandil puesto.
Y te diré poemas de Juan Luis Panero a los oídos.

Alguna vez parece que te huelo, me bajan efluvios del tercero derecha, debajo mismo de tú ventana. Ves a un hombre perdido, mirando como un lobezno con esa barbaridad de cara, y esa forma de caminar supersticiosa. Para que te aparezcas hago esas ceremonias: me rozo en las esquinas; para que me hables: doy dos vueltas a los troncos de los árboles del paseo, uno sí otro no; para que me de la mano: cuatro saltitos dos pasos largos y dos saltitos en tijereta; para que me de un beso sublime en los pómulos: le micciono al del quiosco de la revistas sobre los coleccionadles de coches de carrera (y salgo pitando…).

Es una ceremonia de presentimientos y traspasas el campo de la realidad para entrar en la más absoluta de las supersticiones.
Esto es otro recuerdo:
En mi casa teníamos una Sagrada Concepción que hacía milagros (nos tocaba cada tres meses). Yo la vi un día levitar sobre un brazo de gitano, y sobre un potaje gallego que estaba haciendo mi madre. Pasó sobre las morcillas del compango, sobre un vaso de vino blanco, sobre una hogaza de centeno, y sobre una cantara con leche para hacer manteca. La virgen, una vez le dijo a mi madre que yo cogía una cucharilla del café y la pasaba despacito por encima de la leche para comerme la nata que flotaba (por la canícula la leche se cortaba dentro de la artesa). Bueno, yo no sé si se lo dijo la virgen, o quedaban marcados mis labios pequeñitos de color blanco a lo nata.

En la habitación del hotel el espejo del baño desprende calor. Acabo de meter en la bolsa de viaje un kit de afeitarse, dos jabones de glicerina, un cepillo de los dientes con un tubito pequeño de pasta, un cartoncito que trae aguja, dos botones, un imperdible, e hilo. También hay un albornoz blanco, como de boxeador, que si cogiera en la bolsa me lo llevaba.

Ahora mismo está precioso mi capullo.
El objeto amado también es cuando te haces una paja, si ya te la has puesto tiesa y la empiezas a menear. El objeto amado es tú polla y la acción coordinada de tú mano. Es un conjunto indisoluble. Digamos que el placer revierte a ti de forma cósmica, no quiero complicar las cosas metiendo estrellas.

Hace unos días releí el Extranjero de Albert Camus. Observo lo inmediato, así, de esa forma. Lo que me rodea, lo que pienso, etc. Los momentos son tan simples.

El enamorado no correspondido es una piltrafa, y se habla a sí mismo. Lo descubres con un pie en el suelo y otro dando vueltas, y te dices, le falta un tornillo al pringado de la esquina.
Pues mira, existen esos hombres y esas mujeres. Lo darían todo por un roce, y ese roce los pondría como una fluorescente, radiantes, excitados, erizados por los pelos de los brazos. La piel de gallina también sale cuando te estremeces.

Las camas de las habitaciones de los hoteles les someten tanto las sábanas por debajo del colchón que para meterte debajo tienes que ser espeleólogo. En esta habitación hace un calor insoportable, y hay doble ventana, la de fuera es de aluminio, la de dentro de madera, lleva un pasador en la mitad. Cuando las abro me entra el ruido de la calle, y el aire, así tan frío.

Mañana a las nueve de la mañana retornan el bulto en el vuelo IB0477. En el paquete pone: Por favor tráteme con cuidado, en mi casa no me espera nadie, y soy muy frágil. Por favor, le ruego que no me pisen.
Lo cierto es que vuelvo para ver un mar inmenso, pasaron unas horas y es como si ya se me hubiese olvidado.

Tantas mañanas de Febrero baldías para el último romántico.
Y ni un rastro de su perfume.
Resumiendo:
El vuelo IBE0478, Madrid, Borges, Joyce, Egipto, Jufu, Jafra, Menkaura, Bin Laden, El Retiro, otra vez Febrero, el corazón, el colchón, la pajita que me hice pensando en ti, el amor, el ordenador portátil (HP), Fonsagrada, mi cerdito querido, el matarife, Juan Luis Panero, La Virgen, mi madre, el potaje gallego que sabía a morcilla de sangre, la nata de la leche, los jabones que robé del hotel, el albornoz que no pude robar, el propio hotel, Albert Camus, la piel de gallina que se me puso, el vuelo IB0477, el último romántico, y la hora: las nueve de la mañana en que me iré de Madrid, el mar que pronto veré, y tú que sólo estuviste por unos instantes en mis sueños.

Comentarios

Poma ha dicho que…
Tienes que viajar más Kenit, te inspira muchísimo.
Me ha encantado.

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