POSDATA.



Si me la vas a meter por el culo, maricón de mierda, házmelo con suavidad.
Ando deprimido, no quiero que me saques las bolas de los ojos.
Yo podría metérsela a ella, tú me la metes a mí, y vamos a gatas a tomarnos un café a la Botica.
Cogemos el autobús los tres, no se nota.
Qué guarradas, tío.
Meternos la mierda más hacía dentro, hasta la garganta, y luego comer croquetas de jamón.
A mi me gustan más las ramitas de laurel antes de Semana Santa, huelen a esencias indescriptibles.
Y los santos tapados de negro.
Las salas de espera de los hospitales llenas de pelos por el suelo me dan nauseas.
Y los hombres sin bazo. Las monjas con la regla. Los aviones llenos de pederastas.
Las plazas de abastos con pescado de hace dos meses.
Sabes, luego estaba ella, la que iba delante, una vulgar tortillera, no sacaba placer de nada. Aún le gustaban los azucarcillos con el café y el chocolatito en el plato. Se ponía unas cartucheras con unos mangos de varias medidas, metía debajo de la cama un tocadiscos a la alta la lleva con El anillo del nibelungo, para no oír los quejidos de la de turno, y les atizaba de lo lindo, había quitado el virgo a trescientas veinte y ocho, no era el virgo, las desfondaba, estériles para siempre.
Si me follas por atrás llevo dos almorranas envenenadas, no me lastimes.
So capullo.
Me bombardean. Dios no da avisos. Andamos entre restos de cristal punta arriba.
Desvírgame de una puta vez, si tienes huevos.
Y no me digas que me quieres cuando te corras.

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